Deportes

10 momentos en que el deporte contribuyó a la tolerancia

Desde una pelada de cambur hasta un nadador olímpico que casi se ahogó, la actividad del músculo ha contribuido a que aceptemos que los que parecen diferentes en esencia son iguales que nosotros 

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El deporte ha dado muchos ejemplos de intolerancia: la guerra del fútbol entre Honduras y El Salvador en 1969, el autobús del Caracas FC que los barrabravas del Táchira quemaron sobre el césped de Pueblo Nuevo y la bomba que casi acabó con una tragedia en el amistoso Alemania vs Francia del pasado viernes en París.

Pero en la mayoría de los casos, como lo demuestran los chistes de la mayoría de los magallaneros y caraquistas de cada mañana con aroma de café en Caracas, es la actividad predilecta para el intercambio entre los que separan al mundo entre “nosotros” y “los otros”. A continuación, una lista de 10 momentos en los que la actividad del músculo tendió puentes sobre el odio y la discriminación.

Dani Alves se come un cambur (2014). En 2006, el camerunés Samuel Etoo (Barcelona) amenazó abandonar un partido de la liga española debido a las imitaciones de monos de los aficionados de Zaragoza. En abril de 2014, el brasileño Dani Alves, también del Barcelona, respondió probablemente de una manera más efectiva (aunque también se la pusieron bombita): recogió un cambur que le había lanzado un fanático racista en el estadio del Villarreal, lo peló y se lo comió de lo más tranquilo, antes de lanzar un tiro de esquina. De esa manera dio dos lecciones en una: el racismo es una estupidez y no se debe botar la comida. Además, convirtió el cambur en fenómeno viral en las redes.

Dani Alves y cambur

La Guerra de los Sexos… sin Winston ni Viviana (1973). Ha sido uno de los partidos de tenis más vistos de todos los tiempos, y la exhibición contribuyó decisivamente a demostrar que una dama con una raqueta no era una “jevita” de adorno en el deporte blanco (que, por cierto, tuvo entre sus pioneras en Venezuela a la bellísima Andreína Pietri, hermana de la esposa de Rafael Caldera). En la “Batalla de los Sexos” de septiembre de 1973 en el Astrodome de Houston, la campeona Billie Jean King (sin relación con la canción de Michael Jackson) compitió y derrotó en tres sets a un colega varón, Bobby Riggs, quien luego hasta se sometió a un detector de mentiras para demostrar que no había perdido a propósito. Nos hemos quedado esperando el partido entre Serena Williams y Roger Federer.

La diplomacia del ping pong (1971): “Es gente igual a nosotros, son reales, tienen sentimientos”, indicó asombrado sobre los chinos maoístas, de regreso a su país, uno de los integrantes de la selección de tenis de mesa de Estados Unidos en 1971. El equipo norteamericano estaba participando en un campeonato mundial de la disciplina en Japón cuando recibió una sorpresiva invitación de Mao Tse-Tung a un intercambio en China. El pequeño acontecimiento deportivo (que inspiró algunas de las escenas de Forrest Gump) fue decisivo para destrancar las relaciones entre ambas potencias y para la posterior visita de Richard Nixon a suelo chino. Cuando se produjo el intercambio de obsequios, el campeón estadounidense Glenn Cowan lo único que consiguió para dar fue un peine.

A la cancha con VIH (1992): “Miren todas las cicatrices y cortes que tengo en el cuerpo. Ocurren en cada juego, cada noche. No soy un fan ni una cheerleader. A lo mejor este regreso es bueno para el espectáculo, pero tenemos aquí un montón de jugadores jóvenes, con una vida por delante. Nadie puede decirnos que no hay riesgo de infección”, dijo un escéptico Karl Malone, su ex compañero en el Dream Team de Estados Unidos, cuando Magic Johnson anunció que volvía al básket de la NBA a pesar de un diagnóstico de VIH positivo. Probablemente Malone tenía un porcentaje de la razón, pero igual iba preso: Magic Johnson se convirtió en un símbolo de que una persona con VIH podía llevar una vida normal, incluso en la alta competencia. Otro sueño americano.

Michael Jordan, Larry Bird, and Magic Johnson

El mejor en la piscina… y el peor (1988 y 2000). En los 100 metros mariposa de Seúl 1988, el surinamés Anthony Nesty se convirtió en el primer nadador negro en ganar una medalla de oro olímpica, lo que contribuyó a desmontar ciertas etiquetas preconcebidas sobre el deporte y las razas, por ejemplo, los blancos no la saben meter (en el aro de básket). En Sydney 2000, otro atleta negro, el guineano Eric Moussambani, se convirtió en el peor nadador de la historia olímpica, cuando a duras penas y casi ahogándose completó los 100 metros estilo libre en 1:52 minutos. Luego admitió que jamás en su vida había visto una piscina de 50 metros. Muchos criticaron que se permitiera su inscripción, pero Moussambani también es un símbolo de tolerancia: hasta los que no saben nadar pueden competir.

Moussambani

Cuando las dos Coreas jugaron juntas (1991). Es una de las divisiones más desgarradoras que sobrevive a la Guerra Fría, dos vecinos de sistemas ideológicos incompatibles pero que muy en el fondo siguen sintiéndose una misma nación. Desde 1948, Corea del Sur y Corea del Norte solo se han unido para competir deportivamente como un único país en dos ocasiones, ambas en el ya lejano 1991. Primero en el mundial de tenis de mesa de Japón (ganaron en el renglón femenino). Y luego en la Copa del Mundo Sub-20 de fútbol Portugal 1991, un equipo cuidosamente seleccionado para que el sur y el norte estuvieran equilibradamente representados. En el once titular juvenil, la defensa era básicamente capitalista, y la delantera, socialista. Igual se pusieron de acuerdo para sorprender 1-0 a Argentina y clasificar a cuartos de final.

bandera

El pionero del número 42 (1947): “¡Devuélvete para los campos de algodón!”, fue uno de los insultos que recibió de un mánager rival (Ben Chapman, de los Filis de Filadelfia) el primer negro que jugó en las Grandes Ligas: Jackie Robinson, cuyo número 42 hoy está retirado de todas las camisetas del beisbol. Mientras tanto, nadie se acuerda de Chapman. Ni siquiera dentro de su propio equipo, los Dodgers de Los Ángeles, el segunda base estuvo a salvo del racismo. Algunos de sus compañeros blancos amenazaron con no presentarse en el diamante al lado de un afroestadounidense. Lo que originó un célebre discurso del mánager Leo Durocher: “No me importa si este muchacho es blanco, amarillo o tiene rayas en la piel como una cebra. Soy el manager y he decidido que juegue”.

Jackie Robinson

¿Es ella o es él? (2012). Abanderada de su país y ganadora de una medalla de plata en los 800 metros planos en Londres 2012, la sudafricana(o) Caster Semenya ha sido uno de las papas más calientes para el movimiento olímpico mundial debido a su particular condición de género: las autoridades del atletismo finalmente se han puesto de acuerdo para considerarla una mujer, aunque tiene características fisiológicas e incluso órganos internos de hombre (los resultados finales de sus exámenes de sexo no se han divulgado, para preservar su dignidad). Semenya es un recordatorio envuelto en lycra de que con frecuencia la simple clasificación hombre-mujer también se queda corta y maniquea en un mundo lleno de diversidad.

Caster Semenya

Soy gay y juego en la NBA (2013). En el todavía profundamente homofóbico contexto del deporte masculino profesional (a pesar de los bates y uniformes rosados contra el cáncer de mama en la LVBP venezolana), la mayoría de los homosexuales solo declaran su condición después del retiro, caso del pelotero Billy Bean. En abril de 2013, Jason Collins, un basketero principalmente defensivo, se declaró abiertamente homosexual y, al aceptar un contrato de 10 días en febrero de 2014 con los Nets de Brooklyn, se convirtió en el primer gay públicamente declarado en intervenir en alguno de los cuatro grandes deportes de Estados Unidos.

El futbolito de la paz en el distribuidor de Santa Fe (2002). Sus nombres no han trascendido a la historia. Ninguno de ellos fue fichado por el Real Madrid. La polarización ha seguido ganando la batalla en Venezuela en los siguientes 13 años. Pero durante los días de diciembre de 2002, durante el paro petrolero, se convirtieron en un fugaz e ingenuo símbolo de tolerancia en una autopista trancada por una guarimba (término acuñado después) al Este de Caracas: unos vecinos “escuálidos” de clase media de Santa Fe jugaron una caimanera de futbolito contra unos chavistas del barrio Santa Cruz, con el lujo de una transmisión en televisión abierta por la entonces omnipresente Globovisión. ¿Vieron, que sí se podía?

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