Deportes

¿Por qué fracasó Venezuela en el Clásico Mundial?

¿Qué pasó? ¿Cómo es posible que la selección no esté al menos entre las cuatro mejores? ¿Cuáles son los motivos de la eliminación? ¿Qué tanta responsabilidad tiene el manager Omar Vizquel? ¿Se tuvo un verdadero chance o desde el principio fue un simple espejismo? ¿Existían expectativas desmesuradas? ¿Y ahora qué se puede hacer, además de empacar y esperar el próximo vuelo durante cuatro años? ¿Alguna vez el país será campeón?

Publicidad
Béisbol
TEXTO: ANDRIW SÁNCHEZ RUIZ @AnSanchezRu. FOTO: ARCHIVO | AP

Si se siente identificado con el título y sumario de este análisis no es una mera coincidencia. Los signos de interrogación deben revolotear en las mentes de los que desean buscar respuestas antes que tener una erupción de opiniones que la mayoría de las veces suele ser bastante violenta. Seguramente, las incógnitas también son el tema central de los pensamientos de peloteros, cuerpo técnico y el Comité Operativo, incluso antes de que Puerto Rico venciera a Estados Unidos para dejar caer la cuchilla sobre el cuello de la selección de Venezuela y hacer que se escuchara el golpe seco de la cabeza en la canasta. No tenga duda de ello.

La eliminación de la tricolor siempre fue un riesgo, es el problema de competir contra los mejores del mundo. Sin embargo, eso es una vaga excusa, tan soluble como la coartada de la larga hibernación antes de la primavera. Así como Estados Unidos, República Dominicana, Puerto Rico y Japón, el combinado nacional tiene el talento suficiente para ganar el cetro del orbe y también el mismo tiempo para alistarse físicamente. Las grandes expectativas no fueron falsas, aunque no estuvieron Junior Guerra, Carlos Carrasco, Eduardo Rodríguez y Jeanmar Gómez; pero cada camino tiene piedras diferentes o curvas más pronunciadas.

Ni siquiera la noche más oscura puede esconder los escándalos que rodearon a la selección desde el comienzo. Titubeos para nombrar al manager debido a desacuerdos entre la Federación Venezolana de Beisbol y la gerencia general de Carlos Guillén, problemas con Omar Vizquel que dejaron vacante por unas horas el timón, impulsividad de algunos jugadores al expresarse sobre el caso, exigencias de piezas para tener roles en el terreno y la falta de comunicación del alto mando para darles a conocer las decisiones.

Las dificultades en los recursos humanos parecieran estar tatuadas en la piel de la casaca del país, pues no es el primer Clásico en que ocurren situaciones graves fuera del terreno. Desde 2006 fanáticos han cuestionado la manera de armar la selección. Pero la verdad es que es muy difícil medir el impacto de los sucesos que acaecen fuera del diamante. Sería como decir que un médico falla en una operación debido a problemas con el director del hospital y el Ministerio de Salud, nadie dice que no pueda ocurrir –el mundo da cabida para todo- pero lo que casi siempre pasa es que cometió un error o fue vencido por lo que combatía.

En poco más de una semana eso fue lo que le sucedió a Venezuela: cometió pecados y resultó superada. En la mayoría de los duelos que disputó, la novena fue menos que el adversario. Las únicas excepciones fueron ante Italia.

Puerto Rico, Estados Unidos y República Dominicana resultaron mejores. Supieron ejecutar, no perdonar y jugar de forma limpia. No debe existir humillación en eso. Las tres representaciones son potencias en el beisbol y pueden derrotar a cualquiera que también se les considere igual. De hecho, el único revés con pizarra contundente fue el K.O. ante los boricuas y de 11-0 está repleto el juego de pelota. Contra México fue una lucha pareja, a pesar de los severos inconvenientes de pitcheo, resultó tan reñida que gracias a perder por dos carreras los venezolanos pudieron acceder al juego extra.

– Insuficiencias constantes –

Como lo sugiere la ley de causa y efecto, las caídas de la tricolor –otrora vinotinto para buscar “suerte”- no aparecieron de la nada. Nunca se tuvo un verdadero equilibrio en los fundamentos que exige el juego: pitcheo, bateo, defensa y añádale fortuna al gusto.

El staff de lanzadores permitió la exorbitante cantidad de 32 carreras limpias en 34.2 innings en la primera fase en Jalisco. La efectividad colectiva fue de 8.31 y el WHIP de 1.818. Venezuela logró sobrevivir gracias a los padecimientos de europeos y aztecas con sus brazos poco eficaces ante el batallón de poder y la volatilidad del Estadio de los Charros. No hubo otra razón. Lo confirman las rayitas que la tricolor les anotó: 24 de las 26 que logró antes de quedar eliminada.

Los bates no demostraron estar a la altura cuando encararon a pitchers de MLB o de buena calidad en Ligas Menores. Solo promediaron .175 (91-16) contra los abridores Seth Lugo, Sam Gaviglio, Luis Mendoza, A. J. Morris, Drew Smyly y Edinson Vólquez. Esa falta de respuesta en el comienzo pasó factura al enfrentar a los buenos cuerpos de relevistas de Puerto Rico, Estados Unidos y República Dominicana.

La médula de la columna vertebral de la ofensiva estuvo enferma, salvo a algunos momentos fugaces. José Altuve, Carlos González, Miguel Cabrera y Víctor Martínez se fueron de 85-20 (.235) en los seis primeros encuentros, además solo cuatro extrabases ¡Es demasiado bajo para lo que ellos pueden hacer! Aunque usted eso ya lo sabe, comparémoslo con el 2016 por medio de la estadística ISO (poder aislado y que está hecha para determinar el promedio de batazos de más de una base por cada turno): Altuve .194, GarGo .207, Miggy .274 y V-Mart .186; todos estuvieron muy por encima del average de todas las mayores: .162.

Las deficiencias y los slumps no se notaron tanto en Jalisco, pero sí en San Diego, parque poco favorable para los batazos y cuya lomita ha visto a Sam Dyson, Andrew Miller, David Robertson, Pat Neshek, Luke Gregerson, Dellin Betances, Álex Colomé y Jeurys Familia, solo por nombrar a los que se enfrentó Venezuela, quienes en conjunto tienen 2.62 de efectividad y 202 juegos salvados, si se toman en cuenta los números de la temporada 2016. ¿Fácil?

Más allá de las circunstancias fue un buen torneo para Félix Hernández, Jhoulys Chacín, Omar Bencomo Jr. y los relevistas Deolis Guerra y José Castillo, la gran sorpresa en el clubhouse de Vizquel. Los dos primeros abridores se ajustaron después de la decepción ante Puerto Rico y lograron mantener a raya a los lineups de los estadounidenses y dominicanos; muy pocos lanzadores se pueden jactar de eso. Veloces rectas y movimientos en los rompientes vaticinan buenas campañas en 2017.

Bencomo estuvo bien ante Italia, un nivel que él puede dominar, a pesar de que también había peloteros del beisbol organizado. Su cuerpo y movimientos no se vieron fríos por el despego de más de un mes de la pelota invernal. Guerra consiguió el control en su cambio que, conjugado a su lisa pesada de 94 millas, está listo para hacer estragos.

Y Castillo… ¡Wow! Si los Padres de San Diego buscaran algo a cambio del zurdo lo harían en este momento. Aceptó dos anotaciones en 3.2 actos, pero eso no dice lo bien que lució su slider y recta a 94. Pasó a peloteros tan peligrosos como Nolan Arenado y Manny Machado, salvó el primer juego contra Italia e hizo ver incómodo a Robinson Canó aunque le dio el hit. Se dice que los certámenes como el Clásico crean nuevas figuras y el joven de 21 años de edad da fe de los cuentos de camino.

De Vizquel los fanáticos tienen oscuridad y claridad. Tuvo errores al calcular el aguante de algunos de sus lanzadores, como dejar a Jhoulys tanto tiempo contra Puerto Rico para perderlo para el resto de la primera ronda o darle exceso de confianza a Héctor Rondón después de recibir el castigo mortal de tres anotaciones de Estados Unidos. Pero tampoco se puede negar que la mayoría de las corazonadas le funcionaron. Castillo es una muestra, Deolis también y la apuesta de Rougned Odor por Altuve en el decisivo frente a Italia. El squeeze no entra en los presentimientos. Fue una jugada que debía hacerse al tener al camarero de los Rangers y Alcides Escobar en el plato, con una diferencia favorable de una carrera.

El orden del lineup, aunque debatible, no causa mucho efecto en el resultado final. Todas las piezas necesarias estaban en juego, pero la epidemia de la sequía se regó. Al final de todo, se terminó el torneo sin Salvador Pérez, Silvino Bracho, Robert Suárez, Martín Prado y Cabrera; todos por lesión.

Si no quiso leer ninguna de las líneas anteriores y por causalidad cayó en este penúltimo párrafo, puede que sea una de esas personas que responden a la interrogante titular con el mediocre argumento de: son unos peloteros que no les pesa el nombre que llevan en el pecho. Ilógico. Los que no quisieron estar en el equipo lo dijeron y se quedaron con sus organizaciones en el Spring Training, nadie los puede juzgar. Los que se quedaron arriesgaron la anatomía para buscar buenos resultados, pero el fracaso es simple: no se bateó y ni lanzó lo suficientemente bien para ser llamados los campeones del mundo.

El planeta merece algo mucho mejor que esta Venezuela. Tal vez en cuatro años…

Publicidad
Publicidad