Deportes

A la Caracas cumpleañera también le gusta el deporte

Caraquistas, avileños o del pantano. En la capital, los fanáticos tienen franquicias y disciplinas para escoger. Han crecido con la ciudad y llevan su nombre con orgullo dentro y fuera del país. En los últimos meses han sido, probablemente, de los pocos “respiros” del caraqueño

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POR: EUMAR ESAÁ y JOHANNA OSORIO

Caracas está de cumpleaños, y sus 450 años de historia abarcan también a la más noble de las distracciones: el deporte. La ciudad capital tiene representantes y afectos en gran variedad de disciplinas. Desde beisbol, fútbol y baloncesto hasta voleibol, tenis de mesa y “chapita”, al caraqueño no hay caimanera que le disguste.
Hoy, traemos la historia y evolución de sus tres franquicias más importantes: Leones del Caracas, Caracas Fútbol Club y Cocodrilos de Caracas. Una versión distinta, agradable y necesaria de la ciudad que hoy —en medio de la división y el conflicto— no reconocemos y extrañamos.
Los reyes de la selva y de la ciudad
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Leones del Caracas y su predecesor Cervecería crearon un nuevo gentilicio para los capitalinos: caraquistas en vez de caraqueños. El beisbol en general, y el Caracas en particular, marcó desde sus inicios una identidad del ciudadano de la capital. En su libro Crónicas Fanáticas, la periodista (e insigne caraquista) Mari Montes describe como incluso el sentido geográfico y social de pertenencia se moldeó a partir del nacimiento de la rivalidad con Magallanes.
Heredero deportivo del desaparecido Royal Criollos, del que emuló el “purocriollismo”, Caracas encarnó una percepción de equipo elitesco, mientras que el Magallanes, nacido en Catia, concitaba la preferencia del pueblo más llano.
“En realidad no era tan claro que uno era de la clase pudiente y el otro de los humildes. El Cervecería (precursor del Caracas) era de la gente de Sarría, pero esa percepción tiene una influencia geográfica y también de identidad de quiénes somos y cómo somos los caraquistas”, relata Mari Montes.
Mucho antes de que nacieran los Leones o incluso Cervecería, hacia finales del siglo XIX, el beisbol comenzó a instalarse en la capital a través de Caracas BBC, un equipo integrado por jóvenes de clase media alta que se habían formado en universidades de Estados Unidos y que habían conocido la pelota allá.
Del mismo modo que hoy en día el duelo entre los Eternos Rivales (Magallanes y Caracas) es el plato estelar de la oferta televisiva de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, fueron los medios los que sirvieron el plato para iniciar esta enemistad. Dos cronistas se encargaron de alimentar el morbo incluso antes de que se produjera el primer partido entre ambos: Juan Antillano Ballarino (el célebre ABJ), de La Esfera, furibundo magallanero, mientras que Luis Manuel Hernández Maldonado de El Nuevo Diario (la tribuna del gomecismo) se identificaba con el Royal.
El historiador Javier González, el hombre que junto al periodista Carlos Figueroa Ruiz desentrañó la “partida de nacimiento” que permitió enlazar las historias de Caracas y Cervecería, apunta que el valor de pertenencia asociado al béisbol se había labrado incluso antes de esa legendaria rivalidad.
“Mucho antes de que surgiera incluso el Royal Criollos, existió el San Bernardino BBC, una divisa de la familia Vollmer, que contó con jugadores de distintos estratos sociales, y mantuvo una fuerte rivalidad con el equipo Vargas de La Guaira. Ese club es precursor de la identidad del caraqueño con el béisbol”, recuerda.
La influencia de esa afición dominó desde San Bernardino hasta Los Chorros, las zonas donde las clases más acomodadas solían ir a vacacionar.
El sector los Magallanes de Catia fue nombrado a partir de la novena deportiva. Montes reconoce el hecho como “el único caso de toponimia determinado por un equipo deportivo en el mundo”. Desde los tiempos del Royal Criollos, una suerte de determinismo territorial se vivía en el estadio San Agustín: en la tribuna derecha se ubicaban los aficionados de los turcos y en la izquierda los del equipo de la capital. Ese tácito acuerdo sobrevive hasta nuestros días, pues en el clásico entre los Eternos Rivales la fanaticada de la Nave se ubica a la derecha del estadio Universitario y la melenuda a la izquierda.
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“Esa rivalidad de cuando los equipos convivían en Caracas con el tiempo se va a diluir y se va a convertir en un valor de pertenencia global de la ciudad, en la medida en que Magallanes se identifica directamente con Valencia, adonde se mudó hace más de 40 años”, recuerda González.
El perfil caraquista se labró también en torno a figuras que confesaron su devoción al equipo melenudo. “Uno de los aficionados más insignes, y quien sí iba al estadio de San Agustín a verlos, sin temor a que lo abuchearan, era Rómulo Betancourt”, apunta Mari Montes.
Los ídolos deportivos también forman parte del acervo que define a los caraquistas. “A nosotros nos enorgullece mundo haber tenido al primer gran ídolo del beisbol, que es Alfonso ‘Chico’ Carrasquel, el primer latinoamericano en un Juego de las Estrellas, que es un emblema de Leones del Caracas”, apunta Montes.
La afición caraquista se ufana de haber visto pasar por sus filas a hombres como Luis Aparicio, que llegó a jugar con Leones, César Tovar, primer hombre que se desempeñó en Venezuela en las nueve posiciones, o Antonio Armas, el primer slugger de la pelota criolla.
Para Mari Montes, ese carácter de insignia de la divisa puede encarnarlo en un futuro Jesús Aguilar: “Si el equipo no lo cambia, puede llegar a convertirse en un jugador franquicia”.
Sin embargo, incluso reescribiendo su historia para sumar los títulos de Cervecería y convertirse oficialmente en el más ganador de la historia de la LVBP, los melenudos no han podido revivir los días de gloria. El futuro del equipo no luce tan brillante como su pasado. “Ninguna gerencia juega para perder, no creo que los errores cometidos hayan sido porque Luis Ávila se conforme con vender mercancía del equipo, pero sí hay que hacer una reestructuración, definir con quién aliarse, mirar un poco al beisbol independiente para sacar jugadores de allí, de México, de las propias ligas del Caribe o incluso de Asia. Para los caraquistas siete años (sin ganar) es mucho tiempo. Para la afición, sobre todo para la de mi generación que creció en los ’70 y ’80 viendo al Caracas acaparar títulos, es muy difícil de asimilar esa sequía”.
Como lo escribe la propia Montes en su libro Crónicas Fanáticas, refiriéndose a la antipatía que profesan a los melenudos las otras fanaticadas, “no es que quieran ser caraquistas, no, pero desearían que nuestra historia fuese la historia de sus equipos”.
“Dale dale Ro”

El himno de la barra del Caracas Fútbol Club lo reconoce hasta quien no es fanático del fútbol, y es probable que más de uno haya asistido a un partido sólo por la sensación que emana su barra. Los Rojos del Ávila son una referencia de la ciudad, de su pasión y su temperamento.
Caracas-FC
La franquicia nació en 1984, con el nombre de Yamaha. Debutó como amateur en la Asociación de Fútbol del Estado Miranda, y pronto dio el salto a la segunda división del fútbol profesional. Dirigidos por Adolfo Castro y José María Bisbal, el renombrado Caracas-Yamaha se tituló en su debut. El ascenso llegó al año siguiente. Pero el nivel de los rivales fue superior y el equipo casi desciende.
Reajustes del cuerpo técnico consiguieron que la temporada de 1986 tuviese mejor rostro y que el club fuese más apetecible para invertir. En 1987, Radio Caracas Televisión se convirtió en copropietario. Fue denominado, desde entonces, como Caracas Fútbol Club.
Comenzó el transitar exitoso del combinado en el fútbol local. Bajo la tutela de Manuel Plasencia y Luis Mendoza, CFC llegó a la final del octogonal. Ocupó el tercer puesto, tras ceder ante Unión Atlético Táchira, por 3-2, en un choque donde tuvo ventaja de 2-0.
Ese año cambió el esquema del FutVe, y comenzó a jugarse el torneo entre octubre y julio. La zafra 1988-89 fue agridulce. Tras liderar la primera fase, el conjunto tuvo un declive que tambaleó su permanencia en la contienda.
El fichaje con otros equipos de varios de sus jugadores, y falta de recursos económicos, llevó a la directiva a plantear su retiro del torneo de primera división. Fue entonces donde el Dr. Guillermo Valentiner, otrora presidente de Cocodrilos de Caracas, decidió respaldarlos.
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Bajo la tutela de esta nueva organización, el Caracas emprendió una etapa repleta de triunfos. El equipo se consagró campeón en las temporadas 1991-92, 1993-93, 1994-95 y 1996-97. Tres de cuatro títulos dirigidos por Plasencia. El nuevo milenio trajo consigo más victorias, y sumaron su quinto lauro en 2001.
El 2002 sería inolvidable para los fanáticos de la oncena roja. Un joven Noel Sanvicente asumió las riendas del CFC para dejar un legado imborrable. Cinco títulos, en 2002-03, 2003-04, 2005-06, 2006-07 y 2008-09.
La era “Chita” culmina —momentáneamente— en 2010. Ceferino Bencomo asume la tutela del equipo y lo lleva a la cima del podio, tras vencer a Deportivo Táchira en la final de la zafra, con marcador global de 5-1.
Luego de tres años sin celebrar una victoria, el equipo conquista la Copa Venezuela, esta vez de la mano de Eduardo Saragó, la quinta en esta justa.
El club sigue escribiendo su historia. Su trayectoria, que incluye haber participado en 15 Copas Libertadores y tres Copas Sudamericanas, continúa en 2017 con el regreso de Sanvicente, quien llevó al equipo a la final del reciente Torneo Apertura, donde cayó frente al Monagas FC.
El sentido de pertenencia de los aficionados de la capital con el club se vive de la misma forma dentro de la organización. “Yo no sabía nada de fútbol. De muchacha jugaba voleibol, y entendía beisbol, como todos. Pero de fútbol nada. Con el Caracas aprendí a disfrutarlo, a celebrarlo y llorarlo”, relata a El Estímulo María Elena Medina, asistente administrativo de la organización Cocodrilos de Caracas desde hace 25 años.
La mujer, que ahora tiene 68 años, se confiesa fanática. Habla con soltura de la historia de la franquicia, asiste a los partidos, y asegura que le debe su compromiso, en gran parte, a la dirigencia del Dr. Valentiner.
“Los más antiguos somos los más fanáticos. El doctor era muy disciplinado. Si nos agarraba por los pasillos nos preguntaba qué nos había parecido el último juego. ¡Uy! Si uno no sabía el marcador, venía aquel regaño. No le podíamos mentir”, cuenta entre risas. “Por eso lo más viejos sentimos al equipo de forma distinta. Para mí lo es todo. Es tanto así que mis hermanos me regalaron un celular que dicen que es para poder conversar conmigo, porque yo vivo aquí metida”.
Asegura que no existe equipo en la ciudad que se asemeje al Caracas Fútbol Club. “¿Qué tenemos nosotros que no tengan otros? Primero, fanáticos muy fieles. No importa si ganamos o perdemos, la barra siempre canta hasta el final. A veces se meten en problemas, pero no abandonan nunca al equipo. También tenemos una buena organización; los Valentiner están muy pendientes de todo lo que necesite el club. Y velamos por el bienestar de nuestros jugadores. Sólo queremos lo mejor para ellos”.
Un pantano en El Paraíso
Muchas disciplinas confluyen en el Parque Naciones Unidas, de El Paraíso. Pero ninguna tiene un espacio tan bonito como el baloncesto. Sus colores y estructura —producto de una reciente remodelación— invitan a quedarse, disfrutar y olvidar un rato la inseguridad en las adyacencias del recinto, o las carentes condiciones bajo la que entrenan los nadadores o boxeadores. O que, apenas a unos metros, existe un Centro Nacional de Judo que fue devastado por el uso “residencial” de damnificados de la tragedia de Vargas, que vivieron ahí durante años.
Ninguna de estas situaciones está vinculada al equipo. Su presencia, al contrario, refresca. Cocodrilos de Caracas es la opción capitalina para los fanáticos del deporte de las alturas.
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El transitar del conjunto saurio inició en 1974 y, antes de ser adquirido por el Dr. Valentiner, fue conocido de muchas maneras: Ahorristas (1974 – 1979), Retadores (1980), Telefonistas (1981 y 1982), Académicos (1983 y 1984), Estudiantes (1985 y 1986), Lotos (1987) y Halcones (1988 – 1990). Fue al final de la campaña de 1990 cuando el dirigente le compró la franquicia a Armando de Armas Jr., y le dio el nombre que hoy conocemos.
No pasó mucho tiempo antes de su primera victoria. Tras acumular foja de 39-16 en la campaña regular de 1992, el combinado disputó la final contra Trotamundos de Carabobo. Los vencieron en seis juegos, en la que fue la última zafra de la justa local como Liga Especial. En 1993 fue denominada Liga Profesional de Baloncesto.
Ocho años pasaron para que los capitalinos festejaran nuevamente, en el 2000. Dirigidos por Carlos Gil, la divisa venció a Gaiteros del Zulia en siete choques, y conquistó su segundo campeonato. Este encuentro se repitió ocho temporadas después, esta vez con Néstor Salazar al frente del equipo. Significó el tercer título de Cocodrilos y el primero de “Mamá Osa”, como es conocido el dirigente.
La siguiente zafra, en 2009, el equipo estuvo muy cerca de concretar su bicampeonato, pero cedió en la final frente a Marinos de Anzoátegui. La próxima campaña les otorgó la revancha, que no desaprovecharon. Celebraron su título en casa, en un memorable sexto juego.
La campaña de 2013 abrió otro capítulo para esta rivalidad con los orientales. Figuras como Andre Emmett, Carl Elliott, Jesús Centeno y Luis Bethelmy lideraron la quinta victoria de la franquicia, en siete partidos.
La más reciente victoria del equipo llegó en la edición 2015-16, donde jóvenes piezas como Yochuar Palacios, César García y Lenin López comandaron a los saurios para derrotar en siete encuentros a Bucaneros de la Guaira. Fue el sexto título para el combinado, y el cuarto para “Mamá Osa”, quien acumula ya más de diez años como dirigente de los avileños.
“La continuidad se da por el trabajo. En el caso mío, nunca he dejado de trabajar, siempre estoy atento en las ligas nacionales, en los campeonatos nacionales, siempre atento a eso. La gente piensa que cuando uno va adquiriendo más edad, baja, pero en el caso de los entrenadores creo que nos da madurez y eso nos ayuda a estudiar mejor las situaciones de juego”, declaraba el técnico al periodista Jesús Milano, durante el transcurso de la zafra de 2016.
“Lo importante es que el material de las categorías en formación siempre se trabaja en el club. Trabajamos toda la semana con muchachos desde mini básquet hasta sub-21, aparte de los que firmamos de afuera. Estos últimos años nos han eliminado, es cierto que nos han quitado jugadores importantes, pero nosotros nos sabemos manejar porque contamos con una gran generación de relevo”.
Un legado descuidado
Caracas es también su infraestructura deportiva, mucha de la cual está atada a los Juegos Panamericanos de 1983. La mayoría de las instalaciones, donde hoy día se concentra buena parte de las selecciones nacionales, datan de esa época o ya existían y fueron remozados en esa oportunidad: el velódromo Teo Capriles, el Gastón Portillo, el Gimnasio Vertical, el Parque Naciones Unidas, el Brígido Iriarte, incluso las instalaciones de la UCV, como los estadios Olímpico y Universitario.
Las infraestructuras nuevas construidas en la ciudad en los 34 años que han transcurrido desde entonces, se cuentan con los dedos de las manos: el Centro Nacional de Tenis, los estadios de Coche y Las Mayas para el Mundial de Softbol (ambos languideciendo luego de apenas siete años de edificados), el Parque Miranda y ahora el Parque Hugo Chávez en La Rinconada, aún en construcción, que promete estadios de beisbol y fútbol con aforo para recibir a los equipos de la LVBP y el fútbol profesional, complejo de piscinas e instalaciones para actividades de iniciación.
El estado calamitoso de muchas de las antiguas y nuevas instalaciones habla de una política de mantenimiento que hace aguas. En el Brígido Iriarte conviven siete equipos entre primera y segunda división, así como el atletismo, el triatlón y hasta el boxeo. En el Olímpico y el Universitario, las necesidades de los equipos profesionales chocan con la escasa capacidad de la Fundación UCV, que en virtud del carácter de Patrimonio de la Humanidad de la Ciudad Universitaria, tiene la exclusividad de la administración de los espacios deportivos. Solo las instalaciones del IND han sido objeto de recientes mejoras, entre ellas la recuperación del Gimnasio Vertical, y se encuentran 100% operativas.
Más allá del Parque Hugo Chávez no hay grandes proyectos que permitan avizorar un futuro distinto para la capital como hogar deportivo.]]>

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