En el Olímpico, se volvió a respirar fútbol. Desde la final del Apertura entre Caracas y Monagas, el estadio universitario no recibía una buena cantidad de público como la de este domingo. Un bonito marco para un espectáculo que en la cancha mostró a dos equipos dominados por los temores y donde la permisividad de los criterios de la competencia hace que el juego, sea en líneas generales, mediocre. Y lo dice también Noel Sanvicente, el técnico de Caracas que admite que en otras circunstancias, las emergencias de su equipo fueran mayores. A veces, la gente deja de ir al estadio porque lo que ve en cancha, más allá de un terreno irregular, no es agradable a las emociones.
Caracas no ganó y Táchira tampoco. Sin embargo, el empate dejó satisfecho a ambos técnicos en medio de un ritmo de resultados que no termina de convencer a ninguno. Caracas venía de perder en Socopó y Táchira en una semana con dos clásicos apenas sacó dos puntos de seis posibles, sin contar el episodio de la eliminación de Copa tempranera para los dos. En una realidad poco acostumbrada para equipos llamados a ganarlo todo, la igualada dejó a Caracas en zona tranquila de clasificación y al aurinegro ese puntito lo puso también en puestos de liguilla. Muy poco para tantos kilates. Cosas del formato.
Apartándose del simple resultado, en cuanto a fútbol, dos equipos que demostraron que la prioridad era sacar algo positivo y pensar en ganar, después. Caracas, con sus reales problemas para armar el eje de su defensa, ya se debe acostumbrar a la pareja Acuña – Guerra y seguir su camino con ellos, sin quejas. Y está funcionando, más allá que la estatura de la línea defensiva sea su gran hándicap. Sin embargo, así, se fue temprano arriba con el tanto de cabeza de Moisés Acuña.
La comodidad de una victoria parcial permitió que Sanvicente manejara el partido ante las urgencias de juego de un Táchira espeso, que ponía a chocar a su nueve, Víctor Aquino, en una dura batalla contra todo el eje defensivo de Caracas. Pocas chispas creativas en tres cuartos de cancha y mucha pierna fuerte en el tránsito por el medio, desdibujaban el juego aurinegro, algo habitual en los últimos partidos donde la arrolladora pisada de comienzos del Apertura pasado, hace rato se perdió. Le cuesta a los de Sachi Escobar conseguir un juego fluido y brindar sensaciones de real peso o superioridad sobre el rival. Salvo la lucha y brega de los defensores, se dificulta aceptar que los elegidos estén a la altura de la exigencia de jugar en un equipo como Táchira. Aquino, Sosa y Pérez Greco apelan al alma de batalla para sacarlo adelante.
Caracas también se enredaba. Las pocas ocasiones generadas eran desperdiciadas. Así como Aquino libraba luchas disminuidas como José Félix Ribas en La Victoria, Fernando Aristeguieta hacía lo propio por su lado. Y aunque las corridas de Robert Hernández y Reiner Castro despuntan, la efectividad no es tal. Los espacios tan reducidos en un partido trancado hacían monótono el juego hasta que un mocoso como Samuel Sosa fue capaz de aprovechar los metros que dejaban por su lado y así descifrar cuál era el único punto para hacerle daño a un rácano Caracas. Golazo del chamo, una vez más, protagonista y salvador de un equipo que ya le está debiendo mucho al muy joven internacional valenciano.
Luego, poco y más. El resultado dejó conformes a Sachi Escobar y a Chita Sanvicente pero las intranquilidades por el juego siguen latentes. No perder el clásico era fundamental cuando no se anda bien, pero ambos siguen lejos del nivel competitivo que demuestran hoy equipos como Monagas o Carabobo, que con nóminas más modestas han alcanzado mejores cuotas de fútbol.
Caracas y Táchira mostraron en el clásico todos sus temores y el campeonato les pide a gritos una reacción inmediata porque necesita de ellos para que el atractivo de la competencia sea mayor.]]>