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¡Salve, maestro Alí!

El tren final de la fase regular del calendario del Clausura fue trepidante. Discusión aparte si las condiciones de la competición favorecen la mediocridad, lo cierto es que la emoción por la clasificación a la liguilla y la batalla por evitar el descenso fue intensa hasta el último minuto.

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En la regularidad, el Lara de Leo González destacó sobre el resto y terminó por ubicarse primero, algo que quizá le sirva de poco ahora cuando todo arranca de cero entre los ocho clasificados. Pero si algo hay que destacar, aparte del descalabro de Táchira, es la fulgurante llegada de Zamora sobre la hora a la fiesta decisiva.
El equipo llanero renovó todo para este Clausura. Desde la directiva, ahora con nuevos accionistas, hasta el plantel, aligerado de cargas salariales onerosas y muy marcado por la señal de la juventud. Con jóvenes valores surgidos de la cantera del club, otros tantos que arribaron sin mucho espacio entre los titulares noticiosos futboleros del país y con un puñado de buenos extranjeros, conformaron un Zamora que inició su andar por el segundo semestre con Luis “Pájaro” Vera en el banquillo.
Otrora colaborador en el exitoso cuerpo técnico que lideró “Chita” Sanvicente, la apuesta por el ex capitán de la Selección Nacional era lógica, pues durante su paso por el equipo federal conoció de cerca y manejó propiamente el desarrollo de la cantera blanquinegra. Aquel grupo de talentosos chicos se formaron bajo la mirada de Vera y se entendía que para darles protagonismo en Primera, era necesario hacerlo con la batuta de quien los conocía. Sin embargo, los resultados aniquilaron la idea.
Zamora marchó último un buen rato. Cinco fechas consecutivas, entre la 3 y la 8, el otrora súper campeón de Venezuela se encontraba en el sótano del campeonato. Demasiada humillación para un equipo acostumbrado a pelear por otras lides, independientemente de la plantilla que tuviera. Así, el tren dirigencial no tuvo la riesgosa paciencia con “Pájaro” Vera y con golpe de timón apelaron al experimentado Alí Cañas, que ya formaba parte de la institución, con el rango de asesor deportivo.
Centrándose exclusivamente en los resultados, lo de Cañas ha sido simplemente extraordinario. Tras una derrota poco alentadora contra Portuguesa en su estreno, en adelante lo suyo fue sumar y sumar. Un solo traspié en el camino (ante JBL en Maracaibo) pero con un envión imparable, los federales llegaron a la fecha 17 con opciones remotas de entrar en la liguilla.
Tenían que ganar y esperar un descalabro de Táchira y que Metropolitanos no ganara para colarse entre los ocho de arriba y el milagro se dio, aunque el calificativo de “milagro” no sea el más adecuado para un equipo que remató con cuatro victorias consecutivas en búsqueda de un premio que parecía extraviado hace rato. Escaló diez peldaños, desde el puesto 18 al 8, en 9 partidos, con un magnífico 64% de efectividad. Cañas alcanzó una meta que se antojaba casi imposible.
Sin muchos aspavientos pero bien asesorado por Martín Carrillo (formó parte del cuerpo técnico de Stifano) y José Manuel Rey, Alí Cañas optó por lo simple para rescatar la ambición ganadora de su plantel. Alternó a sus tres arqueros (terminó dándole la titularidad al subcampeón del mundo Sub 20 Joel Graterol) y le dio protagonismo a jugadores que no están acostumbrado a cumplir dicho rol: Ángel Osorio, Anthony Uribe y Juan Falcón se hicieron cargo de los goles y la muchachada (Oscar Hernández, Cristian Makoun, Eduardo Sosa, José Pinto, Luis Melo, Kevin
De La Hoz, Javier Maldonado, Erickson Gallardo) asumió el reto de destapar todo su talento para embalarse, con un juego sencillo pero práctico y vertiginoso, como se acostumbró a verlo el público barinés con Sanvicente y Stifano. Buen toque de pelota y orden táctico. Así es el Zamora de Cañas.
Y es que meterse entre los primeros ocho justo al final, en los últimos minutos, no es el único gran mérito de Cañas. Ha guiado a Zamora hasta las semifinales de la Copa Venezuela, eliminando a un equipo virtuoso de la talla de Carabobo, serie en la que sacrificó su estilo para asegurarse la trascendencia.
“Los partidos de ida y vuelta se juegan de una manera diferente, junto con el cuerpo técnico somos recurrentes a la hora de plasmar nuestro fútbol, pero estos partidos son distintos. Hay que ser más estratégicos, teníamos que cuidar la ventaja que traíamos y conseguir el objetivo que era pasar a la siguiente ronda”, dijo tras eliminar al equipo de moda del campeonato.

En sus palabras, se denota sapiencia. Entiende que en el fútbol las ideas y los estilos son fundamentales y valiosos, pero en las emergencias y las necesidades otros factores deben intervenir. Y es allí donde los buenos técnicos se diferencian del resto, en un fútbol como el actual donde los conceptos y los versos cada vez ocupan más atención: los que saben cuándo inmolar la identidad de su juego con la búsqueda de un resultado.
El Zamora desahuciado de julio revivió. Cañas ha impreso su idea en las cabezas de cada uno de sus jugadores y de ahí la resurrección: “La clave ha estado en la entrega y la obediencia que le han puesto al trabajo realizado partido tras partido”. La actitud del futbolista, el cambio de su mentalidad, es la principal razón del repunte:
“Hemos retomado esa idea que Zamora tenía en los últimos años, ser un equipo ganador, con jugadores que tengan mentalidad de campeones. Logramos recuperar a los jugadores, que crean en sí mismos, que se pueden lograr los objetivos a pesar de la adversidad. Que deben luchar por sus sueños, por sus metas”, explicó al departamento de prensa del club.

Zamora está en la liguilla y a puertas de la final de la Copa Venezuela. La recuperación milagrosa tiene un mentor, uno que ha derrochado experiencia y sapiencia dentro y fuera del país. Alí Cañas vuelve a ocupar un espacio importante en el fútbol y en Barinas lo saben agradecer. ¡Salve, maestro Alí!]]>

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