Espectáculos

Aquellos bailes que marcaron nuestras vidas

Desde el rock and roll hasta el bolero, pasando por la disco music y el twist, sin olvidar el cha cha chá, la salsa brava, el merengue y el reggaetón, todos se convirtieron en expresiones juveniles que definieron a varias generaciones

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Hasta la llegada del rock and roll, la música, los bailes y ritmos en Estados Unidos estaban delimitados por las diferencias raciales. Tanto, que incluso existían listas de éxitos radiales diferenciadas para cada comunidad y estilo.

Mientras los jóvenes blancos bailaban al son de las románticas composiciones de Frank Sinatra, Vic Damone, Tony Bennett y Perry Como, los chicos afroamericanos eran mucho más energéticos, al danzar al ritmo de las canciones de Fats Domino, Joe Turner y John Lee Hooker, englobados en lo que despectivamente se llamaba “race music”, o también rhytm and blues: bases rítmicas fuertes y letras directas, en las que no se andaba con tapujos cuando de aludir al sexo se trataba.

El rock and roll nació a principios de los años cincuenta en los Estados Unidos y el que estableció la palabra para definir el nuevo ritmo fue un disc jockey de Cleveland llamado Allan Freed. Todo ocurrió cuando el avispado locutor empezó a pinchar en su programa de radio algunos de los mejores “race records”, con tanto éxito que la emisora le concedió un nuevo espacio, que Fred llamó «Rock and Roll Party”.

La película “Rock Around the Clock” (1956) ayudó a satisfacer el apetito por este ritmo

“Sensual, atlético y estimulante”

Era imposible quedarse inmóvil escuchando el rock and roll: sus fuertes y acentuados golpes casi obligaban a los jóvenes a levantarse y a moverse, tanto si estaban en una sala de bailes, como en un cine o en sus propios dormitorios.

El baile del rock and roll poseía un atrevimiento y una energía sexual no vista hasta entonces. La importancia dejó de residir en los pies para trasladarse a los pasos en el aire. Los bailarines se movían de un modo provocador. Las chicas colocaban sus extremidades alrededor de las cinturas de sus parejas o se deslizaban entre sus piernas. Los bailarines danzaban, literalmente, por encima, por debajo y los alrededores de sus parejas y giraban utilizando sus cuerpos por completo: era sensual, atlético y estimulante.

Rock and roll democratizante

En su libro Un siglo de baile, Ian Driver destaca que “la industria del ocio, al darse cuenta de que el rock and roll era algo más que una moda pasajera -y una rebelión de la juventud-, que iba a permanecer, se propuso popularizarla aún más” y de esta manera se democratizó el baile, que trascendió las barreras raciales.

“Desde el principio -agrega-, películas como Rock Around the Clock, Don’t Not Rock the Rock y The Girl Can’t Help It, todas de 1956, ayudaron a satisfacer el apetito del rock and roll en Norteamérica y Europa; pero sin ninguna duda la mayor influencia en la difusión de su popularidad fue el programa televisivo de Dick Clark, American Bandstand.

Dick Clark popularizó los bailes juveniles de diferentes épocas en su programa American Bandstand

“El público no se encontraba aislado en el plató, sino que la cámara se movía por el estudio para filmar a los jóvenes que bailaban, y muchos de los que asistían regularmente se dieron a conocer en todo el país. Cuando las parejas bailaban la última canción, que siempre era lenta, los espectadores miraban si se había producido algún lío amoroso y se fijaban en sus favoritos para observar el vestuario y el peinado que llevaban. Bailar era el corazón del programa”.

Caracas se contagia de baile

Aquí en Venezuela la fiebre no se hizo esperar y los jóvenes de mediados de los años cincuenta, en una Caracas que ya perdía su toque aldeano para convertirse en moderna ciudad, alternaban este revolucionario baile con otros muy de moda para la época, como el chachachá, la guaracha y el bolero, que seguía -y aún sigue- vigente.

Programas como Ritmo y Juventud, que la recién inaugurada Venevisión transmitía los domingos por la tarde ya avanzada la década de los sesenta, era una copia tropicalizada del American Bandstand de Dick Clark, aunque bastante más discreta en lo que a malabarismos danzantes de sus participantes se trataba al ejecutar los bailes.

A través de este Ritmo y Juventud destacaban como animadores los hermanos Franklin y Winston Vallenilla, así como un prometedor talento emergente, recién llegado de su Maracaibo natal, llamado Gilberto Correa.

Gilberto Correa y los hermanos Franklin y Winston Vallenilla, dirigidos por José Antonio Ferrara, animaban “Ritmo y juventud” por Venevisión (Foto: Venevisión)

Let’s Twist Again

A partir del rock and roll, comenzaron a surgir, bajo su estilo e inspiración, otros bailes que, irradiados desde Estados Unidos, sacudieron a la juventud de todo el mundo. Uno de ellos fue el twist, muy popular, que emergió a comienzos de la década de 1960, en pleno auge de Ritmo y Juventud.

Fue difundido por Chubby Checker, un cantante negro de Filadelfia que grabó una versión de The Twist, de Hans Ballard, en 1960 y la presentó en una interpretación única en American Bandstand. El disco resultó una locura total y creó una nueva modalidad de baile.

En el twist no existían pasos preestablecidos y el movimiento básico era un enérgico giro de la cabeza y los pies. Fue uno de los primeros bailes que se podían bailar sin pareja, por eso pudo ser al mismo tiempo sensual y moralmente aceptable, lleno de vitalidad juvenil; o más tranquilo, en el caso de bailarines de más edad.

Bailar en la oscuridad del cine

Gracias a su gran popularidad en todo el mundo, por ser para público de todas las edades, al twist se le vio como un sustituto del rock and roll. Los beneficios comerciales fueron inmediatamente aprovechados por las salas de bailes y la industria de la moda. Este éxito se debió en gran medida a la publicidad. Ninguno de los bailes que lo reemplazaron a partir de 1965 pudo igualar su impacto.

En Venezuela la fiebre del twist era tan grande, que los jóvenes de mi generación acudían en cambote a las salas de cine a ver las películas de Chubby Checker, en funciones de matinée (11am) y vespertina (5 pm), únicamente para esperar las escenas musicales y levantarse a bailar en la oscura sala al compás del contagioso ritmo.

Inevitablemente el twist engendró numerosos bailes similares. El trabajo de los pies cesó y los movimientos de los brazos compensaron los de las caderas, que cada vez eran menores. En esta onda eran el surf, el big sea y el thunderbird.

Política, sexo e irreverencia

En cuanto a las bandas de rock que surgieron en la década de los setenta, no lograron producir un estilo de baile particular, pues la gente las seguía en función de las actitudes rebeldes que marcaban a la juventud de entonces, en las cuales se entrelazaban política, sexo e irreverencia.

Estos grupos no ofrecían sólo música para danzar. El sonido británico, que dirigió la época, reclamaba la expresión física, pero ésta podía ser única y personal, como los ídolos que la habían creado. Durante este tiempo, los bailarines dejaron de imitar estilos y creaban sus propias coreografías. En este ambiente dejaron de tener valor los rituales tradicionales de los bailes sociales. Se podía bailar durante el tiempo que uno deseara. No se bailaba con pasos específicos, cada uno improvisaba sus propios movimientos según su respuesta a la música.

Las discotecas caraqueñas -templos de la diversión como El Hipocampo, El Hipopótamo, El Farito, La Potiniére, La Jungla, La Morocota y Blow Up, entre muchos otros-, acogieron esta manera de bailar. Pero no lo hicieron de forma absoluta, pues la alternaban con otros bailes más románticos, como las baladas británicas de Lulú y Petula Clark y el candeloso sonido Motown, que encarnaban luminarias como Diana Ross y Las Supremas, Los 5 de Jackson y Los Four Tops. Estas estrellas expresaban a una nueva generación que le había dado renovado estilo a los estilos clásicos del baile del jazz afroamericano.

Glamorosa disco music

A mediados de la década de los setenta surge la música disco, que vuelve a rescatar a las discotecas como centros de diversión. Donna Summer fue la reina de este sonido. La música era rítmica y sensual, a menudo dotada de una orquestación exuberante y siempre muy animada.

Recibió la influencia de varios estilos musicales -jazz, rhythm and blues, soul, gospel y música latina-; de este modo, contaba siempre con algún elemento atractivo para el público y a medida que se difundió produjo grandes cambios en el negocio musical.

Hacia 1975, con el lanzamiento del clásico Love to Love You Baby, de la diva Donna Summer, la música disco estaba en su apogeo y reinaba en todo el mundo, desde el Estudio 54 de Nueva York hasta las discotecas Regine en París y la Whisky a Go Go en Londres, donde se podía bailar toda la noche y además se aceptaba prácticamente cualquier conducta, mientras estuviera basada en la diversión.

Donna Summer, exponente por excelencia de la glamorosa disco-music

Potente Gay Music

Hasta hubo una corriente de música disco gay, encabezada por Sylvester y The Village People. En este sentido hay que decir que la comunidad homosexual desempeñó un papel cada vez más importante en la música disco y su difusión corrió paralela a la del movimiento por los derechos del conglomerado LGBT.

La disco-music acabó por convertirse en la corriente principal en 1977, gracias a la película Fiebre del sábado por la noche, cuyo héroe, Tony Manero, encarnado por John Travolta, es un joven que trabaja de día en un taller de pintura, pero brilla por la noche en la disco de su barrio. Manero ve en su baile el pasaporte para huir de Brooklyn y al final de la película se dirige hacia las brillantes luces de Manhattan para alcanzar su sueño.

La banda sonora de este filme vendió más de 30 millones de copias, solamente en los Estados Unidos, con canciones de los Bee Gees, Kool and the Gang y K.C. and the Sunshine Band.

Tecno merengue y salsa erótica

Hacia 1980 se perdió interés por este género, que ya no producía ningún atractivo y emoción. En Venezuela la música disco cedió el paso a ritmos más tropicales, como la prescindible salsa erótica, un experimento muy comercial que desapareció casi tan abruptamente como llegó, para dar paso al merengue de Wilfrido Vargas, Las Chicas del Can, Sergio Vargas Bonny Cepeda y otros exponentes de este ritmo quisqueyano.

Estos pioneros le abrieron el camino a otras nuevas formas de baile tropical más estilizadas, como el tecnomerengue, pero sin el ingrediente poderoso de la salsa brava, que en los setenta impusieron desde Nueva York las Estrellas de Fania, Rubén Blades, Willie Colón, Héctor Lavoe, Celia Cruz, Cheo Feliciano, Larry Harlow y otros más.

La salsa erótica procedente de Puerto Rico tenía menos energía bailable que su antecesora y llegó en las voces de Gilberto Santa Rosa, Rey Ruiz, Jerry Rivera, Marc Anthony, nuestro Oscar de León y Olga Tañón, quienes luego siguieron con su repertorio salsero de siempre, al extinguirse la efímera moda a la cual se acogieron más como una forma de aprovecharla comercialmente, en términos de mercadeo, que como militantes de una expresión que sabían que no duraría demasiado, pues carecía de todo sustento creativo.

Llorando se fue…

La misma década de los 80 fue la de la lambada, un ritmo creado en Brasil, a partir de varias influencias culturales, y que tuvo como base el carimbó y la guitarrada, con influencias foráneas de la cumbia y el merengue. Aunque irradió rápidamente en todo el mundo con su danza de una acentuada sensualidad, también se marchó de la misma intempestiva manera en que llegó, luego de inundar las noches discotequeras con afiebrados súper éxitos como Llorando se fue y Bailando lambada, del grupo brasilero Kaoma.

Desde principios de los años 2000, aproximadamente, el reggaeton comenzó a invadir las pistas de baile. Una novedad musical del momento que venía acompañada de un nuevo estilo de baile: el perreo.

Indigesto reggaetón

El reggaetón se originó en Panamá y se volvió popular en Puerto Rico en la década de los 90. Se caracteriza por el predominio del Dem Bow, un tipo de ritmo presente en la música jamaicana. Además, incorpora elementos como el piano y el compás electrónicos.

Cuando irrumpió en la isla borincana, no pocos le auguraron una corta duración, pues “los temas y el baile son vulgares e influencias malas para los jóvenes puertorriqueños”, según lo afirmaban una y otra vez funcionarios gubernamentales de diferentes instancias.

Aunque es cierto que el perreo -la modalidad bailable de este ritmo- incluye una gran cantidad de contacto entre los traseros de los bailadores y que con frecuencia algunos de los temas de las canciones giran en torno a las drogas y el sexo. Las letras, que han venido suavizándose con los años, sin perder su esencia impugnadora, enfocan aspectos de la vida diaria sin miedo ni cortapisas.

Despacito se llega lejos

De Puerto Rico saltó al resto de Latinoamérica y Estados Unidos, hasta llegar a Europa, donde sus exponentes llevan varios años ocupando atención y difusión mediática relevante, gracias fundamentalmente a los servicios de streaming, que no han dejado de incluirlo en sus listas de reproducción.

En 2017, con la canción Despacito, de Justin Bieber, Luis Fonsi y Daddy Yankee, el reggaetón se convirtió en la corriente dominante del mercado pop de los Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Ahora sus canciones y álbumes figuran en posiciones altas en las listas de éxitos de Billboard. Sus tres luminarias más populares a nivel global son el colombiano J Balvin y los puertorriqueños Daddy Yankee y Bad Bunny.

En la Venezuela de hoy estos bailes también tienen su efecto, muchas veces como mecanismo de escape al estrés cotidiano que implica buscar cómo resolver las necesidades más acuciosas.

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