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La suerte de Dilma Rousseff en manos de 65 diputados

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Tenso y dividido, Brasil inicia este lunes una semana en la que se decidirá si la presidenta Dilma Rousseff deberá enfrentar un juicio de destitución.

Una comisión especial de 65 diputados debería aprobar por mayoría simple desde las 20H00 GMT un informe no vinculante que propone proseguir el proceso de destitución de la mandataria izquierdista ante el Senado el cual tendrá la última palabra.

La mayoría de comisión debería ratificar la posición del relator, el diputado derechista Jovair Arantes, que recomendó la destitución de la mandataria por manipular las cuentas públicas.

La oposición acusa a Rousseff de haber intervenido en las cuentas públicas en 2014, año de su reelección, y a inicios de 2015.

Con una popularidad mínima y con el país en recesión, la exguerrillera izquierdista de 68 años, denuncia persistentemente una tentativa de «golpe de Estado» y rechaza estas acusaciones.

Sea cual sea el dictamen de la comisión, ésta será sometida al voto del plenario de la Cámara. Entre domingo y lunes se espera el fallo definitivo de los diputados en un proceso donde sólo el Senado tendrá la última palabra.

Este lunes, en Rio de Janeiro, el expresidente y antecesor de Rousseff, Luiz Inacio Lula da Silva, encabezará actos junto a partidarios del gobierno con el ánimo de movilizar a las bases y salvar el legado de los 13 años del Partido de los Trabajadores (PT) en el poder.

Lula al rescate 

Investigado por corrupción en el caso Petrobras que sacude a toda la clase política y profundiza la crisis, Lula (2003-2010) fue nombrado ministro de la Casa Civil a mediados de marzo por Rousseff con el objetivo de movilizar los apoyos necesarios para frenar el impeachment.

Pero su asunción fue bloqueada por la justicia que consideró que su nombramiento – que le otorga fueros – fue una artimaña para protegerle de la justicia ordinaria y del juez Sergio Moro que investiga la red de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.

El jueves, el fiscal general Rodrigo Janot recomendó anular la designación de Lula como ministro respaldando esta tesis.

La corte suprema debe pronunciarse al respecto esta semana. 

Todo esto, sin embargo, no impide que Lula, figura emblemática de la izquierda latinoamericana, multiplique los contactos políticos desde un hotel en Brasilia.

Por ahora está en el aire si Lula conseguirá entrar al gobierno, donde puede llegar a convertirse en el hombre fuerte que no sólo rescate a Rousseff sino que pavimente su propia carrera a las elecciones presidenciales de 2018, para las que figura como favorito junto a la ambientalista Marina Silva, según la última encuesta Datafolha.

De acuerdo al mismo sondeo, 61% de los brasileños apoyan hoy la destitución de Rousseff contra un 68% que lo hacía a mediados de marzo. 

En este escenario, el gobierno trata de sumar apoyo no sólo en votos contra la destitución sino también en simbolismos. Este lunes en Rio, en la primera concentración donde estará Lula, también participará el célebre compositor y escritor Chico Buarque.

 Suspenso hasta el fin 

Si en el plenario, los diputados aprueban una eventual moción de destitución por una mayoría de dos tercios (342 sobre el total de 513), el procedimiento seguirá hasta el Senado.

Y en caso de que éste lo vote afirmativamente, Rousseff sería entonces separada de su cargo y sustituida por el vicepresidente Michel Temer por un máximo de 180 días en espera de que la propia cámara alta emita su veredicto definitivo.

Si Rousseff es finalmente apartada de su cargo por el Senado, Temer gobernará hasta el fin del periodo en 2018.

Pero de momento ninguno de los dos bandos tiene garantizado lograr un número de votos suficiente, pues unos 120 diputados se muestran aún indecisos o se niegan a revelar sus intenciones, según informes de prensa.

Mientras, un número creciente de voces propone que para salir de esta grave crisis se convoquen nuevas elecciones, algo que según la Constitución solo podría ocurrir si tanto Rousseff como Temer pierden sus mandatos.

Pero por ahora nadie imagina una salida rápida a esta crisis que se agrava por la recesión en que está sumida la mayor economía de América Latina. El jueves, la mandataria llamó a «un gran pacto» para que Brasil salga de este trance.

Este domingo la explanada de los ministerios de Brasilia se llenó de vallas para separar, el próximo fin de semana, a adversarios y partidarios de la destitución de la presidenta en un ambiente de ánimos muy caldeados.

El gobierno prevé que unas 300.000 personas se concentren en la explanada entre el 15 y el 17 de abril.

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