Con este ejemplo, Francisco lamentó la parálisis de muchos jóvenes de los que dijo «confunden felicidad con un sofá».
«Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá -como los que hay ahora modernos con masaje incluido- que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora», lamentó.
Francisco continuó con esta metáfora para denunciar entonces lo que llamó «la sofá-felicidad», que hace que «poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros -quizás los más vivos, pero no los más buenos- deciden el futuro por nosotros».
Por ello, Francisco quiso sacudir las consciencias de los chicos y chicas y les dijo: «No vinimos a este mundo a vegetar, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca, al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella».
Es verdad, les dijo el papa, «que la droga hace daño», pero, advirtió, «hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad».
«Hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a andar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes», les aconsejó.
Para el pontífice, el tiempo que hoy estamos viviendo, «no necesita jóvenes-sofá, sino jóvenes con zapatos» y solo acepta «jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para los suplentes».
Y les invitó a que defiendan su dignidad y no dejen que sean los otros los que decidan su futuro».
Francisco también se refirió a que a veces no se entiende lo que pasa en el mundo «porque solo las vemos a través de una pantalla del celular o de la computadora».
Y valoró la necesidad de tener contacto con la vida y no «mediatizadas por las pantallas», para sentir, así «la invitación a involucrarnos».
Ante las guerras y las situaciones dramáticas del mundo, Francisco les animó a «no querer vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia o vencer el terror con más terror».
Aseguró que los jóvenes pueden enseñar a los adultos «a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros».