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Cataluña entre protestas y huelga general contra la violencia policial

Unas 300.000 personas manifestaban este martes en Barcelona en el marco de una huelga general en esta región española contra la violencia policial ejercida para impedir el referéndum ilegal del pasado domingo 1 de octubre en Cataluña, según constataron periodistas de la AFP.

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FOTOS: AFP | JOSEP LAGO y LLUIS GENE

«¡Las calles serán siempre nuestras!», gritaban los asistentes en distintas marchas y concentraciones organizadas por toda la ciudad, ante la sede del Partido Popular (PP, conservador) en el poder en España o la Delegación del gobierno español en Cataluña.
Convocados a paralizar esta región de 7,5 millones de habitantes por sindicatos, partidos y asociaciones, los manifestantes -unos 300.000 según la policía municipal de la ciudad- marchaban en columnas, que de manera desordenada cortaban la circulación en diferentes puntos.
España vive una de sus peores crisis política de los últimos 40 años, desde que el ejecutivo independentista catalán decidió organizar este referéndum de autodeterminación a pesar de su prohibición.
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Enzarzado desde hace años en un conflicto creciente con el gobierno del conservador Mariano Rajoy, el ejecutivo catalán llevó a cabo el domingo una consulta sobre la independencia pese a la prohibición del Tribunal Constitucional.

En un intento de impedirlo, policías nacionales y guardias civiles intervinieron centros de votación y recurrieron a porras, patadas, empujones y balines de goma contra manifestantes decididos a votar este domingo.

Cientos de claveles rojos, dejados por los manifestantes, cubrían el martes las rejas de la Escuela Ramón Llull de Barcelona, que la policía rompió el domingo para entrar a requisar urnas antes de cargar contra un grupo de manifestantes. Cerca de la plaza de la Universidad, frente a la que se encuentra la universidad más antigua de la ciudad, ocupada desde hace semanas por estudiantes, se podía leer en una pancarta «Cerrado por revolución».

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«No queremos ser un país ocupado», gritaban jóvenes en catalán. «Adiós España», decían otros algo más lejos, haciendo peinetas (el gesto con una mano mostrando el dedo medio) a un helicóptero de la Policía nacional.
«El día 1 de octubre fuimos un país ocupado y no se han ido todavía», explicaba Antonia Maria Maura, profesora de primaria, de 56 años.
«Es la hora de la rebelión pacífica y de la creación de un país libre», declaraba Julia, de 14 años, nacida en Cataluña pero de familia andaluza.

El presidente catalán «Carles Puigdemont tiene que declarar la independencia porque toda Europa ha visto que España no es una democracia: votábamos pero nos pegaban», decía.
Su melliza, Paola, aseguraba que no era independentista. Pero ella quiso manifestarse por «la libertad de expresión y la no violencia». Mariano Rajoy, el jefe del gobierno, dijo «que iba a intervenir con serenidad y respetando las leyes, y resultó que los policías actuaron de esta manera violenta».
Los dirigentes independentistas aseguran haber ganado este referéndum con 90% de los votos, 2,02 millones de apoyos sobre un censo de 5,3 millones de electores, y ahora quieren declarar la independencia de manera unilateral.
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Escenas de tensión

En algunos lugares, se registraban escenas de fuerte tensión. La Delegación del gobierno español en Cataluña, que denunció una «manipulación  de las masas», estaba protegida por innumerables furgones de policía, varias filas de vallas metálicas y un espeso cordón de agentes.

Cientos de personas, incluidos bomberos en uniforme, protestaban allí en un silencio sepulcral alzando las manos abiertas sobre sus cabezas en señal de rendición.

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Las acciones de hostigamiento a los policías llegados de otros puntos de España fueron creciendo desde el domingo, y en la noche del lunes se organizaron varias manifestaciones frente a los hoteles donde se hospedaban y algunas comisarías.

«Estamos viendo cómo el gobierno de la Generalitat empuja cada día al pueblo catalán hacia el abismo y alienta la rebelión en las propias calles», afirmó en Madrid el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, tras reunirse con Rajoy.

El seguimiento de la huelga era desigual según los sectores.

El metro de Barcelona se encontraba con servicios mínimos. Las fábricas de automóviles de SEAT funcionaban con normalidad, según una portavoz de la empresa, y unas 50 carreteras habían sido cortadas por los manifestantes.

El FC Barcelona se sumó al paro: ni los equipos profesionales ni los juveniles (de todas las disciplinas) se entrenaban este martes.

El puerto de Barcelona -tercero de España- y el mercado mayorista de alimentación -uno de los mayores de Europa- estaban casi paralizados. El aeropuerto funcionaba «con normalidad», según un portavoz.

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La patronal catalana de PYMES Cecot anunció que el 90% de sus miembros hacía huelga: 70% por decisión patronal, 20% por acuerdo entre empleados y dirección, 10% por acción sindical.

Muchos de los monumentos e instalaciones turísticas de Barcelona, como el templo de la Sagrada Familia del arquitecto modernista Antoni Gaudí, tampoco abrieron sus puertas.

«Es una decepción porque sólo estamos aquí unos días, pero es difícil decir que mis vacaciones son más importantes que lo que está pasando», decía Karen Healey, una estadounidense de 53 años.

Este martes el transporte público de Cataluña también se unió a la huelga general convocado por sindicatos y asociaciones independentistas. Asimismo, las principales vías y autopistas de la región española se mantienen cerradas por vehículos y tractores. El servicio catalán de tráfico indicó que se habían visto afectadas al menos 52 carreteras.

Desde 2010, el independentismo gana terreno en Cataluña, alimentado por la crisis ecónomica y por la amputación del Estatuto de Autonomía de la región por el Tribunal Constitucional a instancias del Partido Popular (PP, conservador) de Rajoy.

Sin embargo, los sondeos muestran que los catalanes están divididos sobre la independencia: 41,1% a favor y 49,4% en contra, según la última encuesta del gobierno catalán publicada en julio.

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