Opinión

La guerra avisada

¿Cómo anticiparse a la próxima zancadilla, al próximo abuso? Las inhabilitaciones de María Corina Machado, Vicencio Scarano y Pablo Pérez no son más que pasos sucesivos de una guerra avisada. ¿Quiénes más engrosarán las listas de líderes de la oposición inhabilitados para ejercer cargos públicos? ¿Con qué nuevas astucias saldrán al escenario electoral los demás poderes del Estado en los meses venideros?

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Sabemos que, en la situación actual, destinada inevitablemente a empeorar, el oficialismo obtendría, tan sólo, el 20% de las curules en las elecciones parlamentarias. Sabemos, también, que, dada su naturaleza, el gobierno no está dispuesto a perder el poder. María Corina Machado denuncia a un Consejo Nacional Electoral que modifica los circuitos electorales a su antojo, que no entrega el Registro Electoral con las direcciones de los votantes, que no permite abrir las cajas de votación para contar todos los votos, que no acepta observadores electorales independientes, y llama, por ello, a rebelarnos. ¿Pero rebelarnos quiénes, cuándo, cómo? La rebelión no es una palabra mágica que puede dar resultados con sólo nombrarla, más cuando todos los venezolanos tenemos la mirada puesta en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.

Hay por demás un sentido de oportunidad en la rebelión y la protesta. Y el momento oportuno para la protesta debió haber sido a comienzos de año, cuando el gobierno revolucionario se dio el tupé de culminar el año 2014 con un golpe de estado procaz mediante la designación fraudulenta de las autoridades del Poder Ciudadano, los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y los rectores del Consejo Nacional Electoral. Al no haber llamado a la movilización de calles en ese momento, al no haber procurado la protesta y el estallido popular en contra de tamaña violación constitucional, la dirección política de la oposición y población venezolana, en general, aceptaron pasivamente los golpes de ilegalidad por venir. Toleramos y admitimos estar en franca desventaja.

El poder no es una quimera; es algo real que existe para romper las normas y aplastar a los adversarios. La oposición lo consintió al permitir que el gobierno se blindara con todos los poderes del Estado a su servicio. El artículo 333 de la constitución obliga a todo ciudadano a restablecer la efectiva vigencia de la constitución. Nadie sabe, sin embargo, cómo hacerlo. La revolución bolivariana, por el contrario, sí sabe lo que hace y se reconoce en una lucha sin escrúpulos por mantener el poder a cualquier precio. Es una guerra avisada.

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