El Estímulo

Atentado en contra de los valores deportivos

El fútbol es deporte, lo mismo que el béisbol. Cada uno con sus particularidades, pero ambos con valores que aún en estos tiempos deben ser defendidos, más cuando desde potentes altavoces dicen ir ganando la batalla entre lo que es y lo que debería ser. Como deportes que son, quienes trabajamos en ellos estamos obligados a la defensa de sus valores antes que convertirnos en vividores de la más maravillosa actividad humana.

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(Rafael Cadenas)

Dante Panzeri, periodista argentino, escribió en su libro “Burguesía y gangsterismo en el deporte”, publicado en 1974, pensando en el valor de la actividad deportiva, lo siguiente:

La concepción de las tantas manifestaciones atléticas que se conocen en la vida antigua y moderna de la humanidad no ha sufrido mudanzas de principios éticos, aún cuando son múltiples las transmutaciones de forman que hayan experimentado. Primitiva y actualmente su idea, su razón de ser, su sentido filosófico es el mismo: `hacer más bueno’ al individuo cómo célula y `más bueno’ al contingente en proyección ensayista de obligaciones, responsabilidades y participaciones mayores en la vida de la sociedad”.

Esa reflexión de Panzeri es de los más acertado de su dilatada y admirable carrera periodística. La validez de su obra ha ido en aumento con el paso del tiempo, quien sabe si porque sus “verdugos” perdieron la batalla o porque nosotros, como sociedad. nos estemos pervirtiendo cada vez más. Su ensañamiento contra la ordinariez y la ignorancia militante merece ser tenido en cuenta a la hora de defender al deporte de tanta miseria que lo afecta.

En su pensamiento existe una conmovedora defensa por la formación del deportista. Quizá por ello uno de los temas que más me ha llamado la atención, en diferentes encuentros con encargados de la formación de talentos deportivos, es la importancia que le dan a la educación escolar de sus dirigidos, y como, en muchos casos, si estos no cumplen con las exigencias académicas, quedan fuera de la práctica deportiva. Estudiar matemáticas no traerá como consecuencia que el futbolista ejecute mejores centros, pero sí reforzará su crecimiento como ciudadano.

En esas instituciones (FC Barcelona y algunas universidades norteamericanas, sólo por colocar un par de ejemplos) comprenden que solamente un número muy reducido de jóvenes logran hacer vida a partir de la práctica deportiva, por lo que se enfocan en cumplir con uno de los mayores principios del deporte: formar ciudadanos útiles. Es el caso de Andrés Iniesta, quien aún hoy, siendo uno de los futbolistas más importantes del mundo, sigue cursando estudios superiores.

En Argentina se reconoce el caso emblemático de Carlos Salvador Bilardo y Raúl Madero, ambos futbolistas del notable Estudiantes de La Plata multicampeón de finales de la década de los 60, quienes jugaban y estudiaban medicina al mismo tiempo. O el mismo Radamel Falcao García, delantero colombiano que mientras hacía goles con River Plate estudiaba periodismo deportivo en Buenos Aires.

En nuestro país existen también algunos ejemplos de deportistas que por voluntad propia y/o exigencias del entorno compaginaron la práctica deportiva con sus estudios. Casos como los de Giovanni Savarese, Daniel de Oliveira, Carl Herrera, Alejandro Moreno y Felipe Núñez sirven para refrendar lo expuesto.

Pero vivimos en una sociedad banal; nos han querido hacer creer que no hay tiempo para la reflexión y mucho menos para contemplar alternativas, y esto se hace más notable aún en el deporte, territorio fértil para todas las miserias de nuestra especie. Es así como en el fútbol exigimos resultados sin siquiera preocuparnos por la formación de esos atletas, o celebramos esos mismos desenlaces sencillamente por acomodarnos, no sea que parezcamos antipatriotas o, peor aún, enemigos del negocio. Cualquier crítica debe ser aplacada bajo el puño fuerte de la imbecilidad.

La más reciente muestra de estupidez nos la entregó el béisbol, pasatiempo nacional y cuna de muchos mercaderes.

La semana anterior, el diario Líder realizó una reseña sobre los jóvenes que hacen vida la Academia de Beisbol Dacar. Con la intención de cumplir el sueño de llegar a la Grandes Ligas, los chicos se dedican al entrenamiento hasta el punto de que «muchos de los chamos pertenecientes a la academia, han tenido que dejar sus estudios para dedicarse única y exclusivamente a la pelota«.

En el reportaje, un niño de 14 años, integrante de la «Academia» –permítame el uso de las comillas, pero jamás en la antigua Grecia se imaginaron la asociación del concepto «Academia» a semejante barbaridad contraria a los valores culturales y educativos propios de quienes la edificaron-, expresa que no está estudiando pero que se dedica a «seguir mejorando mis cualidades en el juego».

Está todo mal, estimado lector. Primero que no puede hablarse de mejoría en ningún aspecto de la vida si en el camino se desconoce al estudio como parte primordial. El cerebro, y prometo no aburrirlo con largas explicaciones, es un músculo que hace las veces de centro de operaciones. De él nacen todas las decisiones, y aunque algunos convenientemente lo olviden, el deporte es una constante toma de decisiones. ¿Cómo carajo va a decidir un chico si es mejor aguantarse en tercera, jugar con su arquero o intentar un lanzamiento de tres puntos, si su cerebro no ha sido entrenado en el complejo arte de resolver?

El ser humano no es un autómata, mucho menos un robot al que se le puede exigir el correcto cumplimiento de pautas conductuales sin tener en cuenta sus emociones, el contexto y mil cosas más que sólo se reconocen desde la comprensión de las teorías de la complejidad. Es entonces imposible concluir que estrellas del nivel de Omar Vizquel, Salomón Rondón, Carl Herrera han llegado a la élite como consecuencia de la ignorancia. El mismo Herrera puede dar fe de la importancia que jugó su etapa universitaria en la consolidación de su carrera.

Está claro que el deportista debe entrenar para mejorar y corregir, pero es necesario que se comprenda de una vez por todas que ningún deporte se practica únicamente con el cuerpo sino que cada acción nace del cerebro. La evolución jamás será completa si se rechaza la práctica intelectual.

Cuando uno visita el Centro de Formación Oriol Tort, mejor conocido como La Masía -la academia formativa del FC Barcelona- hay muchas cosas que observar: los nombres de los futbolistas más conocidos que por allí han pasado; las instalaciones del comedor y hasta la sala de juegos. Pero lo que me quedó grabado en fuego fue la reflexión que fomentan en los chicos que hacen vida allí, y es que permanentemente les recuerdan que solo un puñado de ellos lograrán vivir del fútbol profesional, por lo que más que regodearse por su llegada a esa meca del deporte, el chico debe preocuparse cómo será su adiós a ese magnífico lugar. La invitación es, por supuesto, a que se preparen para la vida y no sólo para el deporte.

En estos tiempos de tanta confusión y manoseo a lo que realmente es la actividad deportiva, siento necesario retornar a Panzeri, para encontrar en sus palabras la fuerza necesaria para combatir las atrocidades que algunos, en nombre del deporte, son capaces de cometer. El deporte, practicado por cualquiera, debería ser justamente lo que promovió el ya fallecido periodista:

Juego limpio. Cultivo del honor. No importa si por profesionalismo o amateurismo. Pueden ser deporte los dos. Pueden no ser deporte ninguna de las dos disciplinas mencionadas, si se apartan del juego limpio y honorable. Específicamente: toda actividad física o atlética de carácter competitivo. O aquello que procura una performance con fines recreativos, y/o espectaculares, que sin atentar contra la salud de los protagonistas en forma intrínseca de sus fines (boxeo, automovilismo) propenda al mejoramiento físico, moral, intelectual y aun patrimonial de quienes lo practiquen”.

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