Cultura

Rogue One: sin Darth Vader esto sería aburridísimo

Si algo hemos aprendido con Star Wars es a dejar que las películas envejezcan para conocer su verdadero valor. No debemos olvidar que a la respetadísima revista The New Yorker no le gustó la primera entrega de George Lucas, hoy rebautizada como Episodio IV: A New Hope. Entonces, ¿es tan buena Rogue One como la taquilla está diciendo? No, pero sí que mejora un poco el pasado copypaste de J.J. Abrams: The Force Awakens. 

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En el primer capítulo de la temporada número 20 de South Park, los adultos, para calmar el estrés, toman «las uvas del recuerdo». Las frutas se encargan de adormecerlos pronunciando mensajes como «¿te acuerdas de Chewbacca?»; «¿te acuerdas de The Six Million Dollar Man (El Hombre Increíble)»;  «¿Te acuerdas cuando MTV colocaba música?». Se trata, obviamente, de una burla a la nostalgia en la que vivimos los mayores de 30 años y que le hemos contagiado a nuestros hijos. Algo de eso hay en el último documental de Carlos Andrés Pérez que rueda en Venezuela, pero esa es otra historia.

South Park ha sido crítica con las nuevas versiones de clásicos como Star Trek y Star Wars y los cambios que se hacen para productos especiales, añadiendo escenas y personajes. Lo vimos, por ejemplo, cuando buscan a George Lucas para que no altere la versión para DVD y para que no venda la franquicia a Walt Disney. Después de ellos, el trabajo de J.J. Abrams es quién ha llevado más palos en la serie. De hecho, el capítulo de las uvas se condimenta con la petición a Abrams para que realice un «nuevo» himno nacional porque la gente estaba aburrida del tradicional; una burla a la carrera del director que revivió a Star Trek y la famosa Guerra de Las Galaxias.

Toda esta larga introducción viene a lugar luego de ver Rogue One, la nueva entrega de la franquicia, ahora bajo el poder de Estudios Disney. Confieso que mis expectativas eran muy bajas después de la gran decepción que sufrí al ver The Force Awakens, un plagio burdo sin ningún atisbo de creatividad, que apunta directamente al nostálgico corazón de quienes crecieron con la trilogía o de aquellos que por rebote (por las referencias en series como Bing Bang Theory, Stranger Things, The Simpsons, Family Guy y la propia South Park) buscan formar parte de algo que no vivieron. Al finalizar la cinta que ¿protagoniza? Diego Luna, las sensaciones son tibias, nada para tirar cohetes para el techo.

No la tenía fácil Gareth Edwards si tomamos en cuenta lo que significa inmiscuirse en una obra de tanto abolengo. De Edwards nos enamoramos hace muchísimo tiempo gracias a una hermosísima e incomprendida película llamada Monsters (2010). Fue su debut en la pantalla grande y al parecer impresionó a tantos que le dieron el chance de sacar del agua al mítico Godzilla, De modo pues que le tengo cariño al director porque se encargó de ponerle piel y huesos a los muñequitos con los que jugaba de niño (en el patio de mi casa, Godzilla pisoteaba a los soldaditos verdes que vemos en Toy Story y que vendían en la quincalla de al lado). Sin embargo, ese cariño no impide que reseñemos los problemas Spielbergianos de ritmo y de cierres que persiguen a este realizador de 41 años.

Como en Monsters y Godzilla, la precuela de Star Wars, la primera de una trilogía con argumentos fuera del universo tradicional, empieza lento, lentísimo, al punto de que si no has dormido bien puedes cabecear. Tarda en arrancar y es normal porque la sustancia es muy básica. ¿Cómo pudo La Resistencia conocer el secreto para acabar con La Estrella de la Muerte? Con una simple escena se hubiera saldado este tema en cualquiera de los filmes anteriores. Sin embargo, tan corta premisa funciona para que Chris Weitz y Tony Gilroz desarrollen un guión interesantón e introduzcan la base de una nueva saga que seguramente romperá muchos récords de dinero.

Si bien la trama es coherente, Rogue One muestra graves problemas de desarrollo en personajes interpretados por actores de respetada trayectoria como Forest Withaker (Saw Gerera) y Mads Mikkelsen (Galen Erso). Eso ya lo vimos en Godzilla con Bryan Craston (Joe Brody), Juliette Binoche (Sandra Brody) y Ken Watanabe (Dr. Ishiro Serizawa). Coincidencia o no, el caso es que la presencia del ganador del Oscar por The Last King of Scotland es casi anecdótica aunque su look de homeless está muy bien logrado, mientras que el magnífico Hannibal Lecter danés cuenta con los diálogos más embarazos de la cinta. Ambos actores son opacados, y de qué manera, por la dupla que conforman el magnífico experto en artes marciales Donnie Yen (Chirrut Ímwe) y Wen Jiang (Baze Malbus). ¿Alguien más vio una relación homoerótica aquí ? «No me preocupo porque te tengo a ti», dice uno al otro. ¿Mi mente es muy cochambrosa?

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Luego tenemos a Diego Luna. Nos cuesta muchísimo verlo en un filme de acción porque se nos quedó grabado su Tenoch Iturbide de Y tu Mamá También. Y uno siente que en algún momento se le saldrá un «no manches güey». Pero ante la falta de personajes que asuman el nudo dramático (de nuevo creo que es por la ausencia de un conflicto serio), funciona su relación con Felicity Jones (muy correcta en su papel de Jyn Erso), aunque no en el sentido sexual y para que vean que tengo mi corazoncito tradicional, creo que sí, a Rogue One le faltan las gotitas de romance que toda cinta de aventuras debe agregar, al menos que ese romance haya sido el de Chirrut-Baze. Por otra parte, no se puede obviar el magnífico trabajo de Riz Ahmed (Bodhi Rook). He aquí un ejemplo de cómo un actor en pocas tomas y minutos puede transmitir tanto. Aprovecho para hacerle publicidad al británico, que se la come en The Night Of.

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Ahora bien, si tomamos a Star Wars como el epítome de la lucha entre el bien y el mal, Rogue One adolece de un villano que establezca la tensión necesaria hasta el The End. Ben Mendelsohn (Orson Krennic) está muy bien, lamentablemente no es sino hasta el último cuarto de hora que destila todo su arte. Eso no es culpa de él sino del guión. Y en esa búsqueda de malvados que enriquezcan la historia, nos llega el pecado capital de la obra: la recreación de Peter Cushen (Gobernador Tarkin) mediante CGI. Es realmente bochornoso y recuerda a cintas como BeoWolf o Polar Express. Sonrojante por decir lo mínimo para ser la herencia de un filme que rompió esquemas en 1977, presentando efectos que al sol de hoy aún nos deslumbran.

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Es en la salvación de Rogue One donde encontramos su debilidad: Darth Vader. Todo es endeble hasta ese último tramo, en el que nos emocionamos y deleitamos con una preciosa batalla que rememora el desembarco de las tropas aliadas en Normandía para liberar Europa Occidental. Como en Monsters y Godzilla, Edwards muestra su gran talento para desarrollar una confrontación épica, desplegar planos secuencias complicados, que van de maquetas a humanos, de recreaciones digitales a construcciones a escala. Sin embargo, hay que hacer énfasis en ello: es solo cuando regresa un personaje de la vieja guardia y de tanto peso – como sucedió con Han Solo, Chewbacca, Leia y Luke en la pasada- que volvemos a emocionarnos como la primera vez. Lamentablemente para llegar a esta parte debemos pasar por un montón de subtramas y carácteres que no agregan nada a la sopa, y sabes que la cosa no está bien cuando no te impresionas aunque la estés viendo en 3-D, como le sucedió a este servidor.

ROGUE!

Habrá que esperar un año para saber si Rian Johnson, quien tiene en su historial la desigual Looper, puede dar con el clavo y no entregarnos una uva de nostalgia.

¿Se acuerdan de Chewbacca?

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