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Star Wars: The Force Awakens: si me copio bien y si no también

La nueva entrega de la multimillonaria saga  que creó George Lucas no trae nada nuevo bajo el sol. Lo mejor del filme se convierte en su Espada de Damocles: funciona cuando nos recuerda a las primeras entregas. Lo malo: deja en evidencia la flojera de los guionistas. Alerta: en el desarrollo de la crítica hay spoilers. 

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Me divertí como lo hacía de niño cuando le pasaba el dedo al molde de la torta que preparaba mi abuela en Navidad. No es difícil emocionar a quien acompañó a la Guerra de las Galaxias en sus peores momentos. Si me calé a Jar Jar “Ronaldinho” Binks y los brincos de sapo de Yoda gracias a la pantalla verde, era imposible decirle no a la visión de J. J. Abrams. La apuesta del director funciona, aunque deja un montón de huecos en el camino.

Lo primero que aplaudo de Abrams es el regreso a lo básico. Atrás quedan las impresentables precuelas de George Lucas, que intentaron explicar por qué sucedió la Guerra de las Galaxias. La historia se divide en tres actos. El primero nos presenta a los nuevos personajes. El segundo sirve para introducir a los ya conocidos y el tercero, que cierra, devela una crisis de creatividad alarmante.

Star Wars parte con ventaja, como el apostador que conoce de antemano la carta repartida por el croupier. El Main Theme de John Williams, con la explicación del contexto de la trama, en esas letras que van desapareciendo en el horizonte, es capaz de abrirle las piernas hasta a una monja. Después de allí, no queda más que atiborrarse de cotufas (palomitas de maíz si nos leen fuera de esta galaxia llamada Venezuela).

Abrams además, vaya usted a saber si a propósito o no, con The Force Awakens le devuelve el prestigio al hombre que rescató la historia de un inicio muy infantil: Irvin Kershner. Fue él quien dirigió The Empire Strikes Back (1980), y quien dotó a esta segunda entrega (la mejor para la mayoría de los críticos) de esa tragedia shakespereana y edípica que se retoma en 2015.

Y como todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, el nuevo director se pierde en muchos pasajes tratando de ajustar los gustos de nuevas y viejas generaciones. Aquí todo huele a remake. Veamos:

–         El destino de los buenos está en manos del mejor piloto de la resistencia: Oscar Isaac (que intenta heredar el carisma y sentido del humor de Han Solo).

–         Como en su momento con R2-D2, un mensaje clave está guardado en un droide, ahora llamado BB-8.

–         La base de los malos es la misma, solo que más grande. Si antes se llamaba Death Star ahora la nombran Starkiller. Y para colmo, a los ingenieros que la construyeron se les olvidó lo que había pasado bajo el mando de Darth Vader. La debilidad es la misma de hace 35 años. Lo advierten los sexólogos: más grande no significa mejor.

–         Rey=Luke. Hasta hay un plano exacto que nos lo recuerda. Es la imagen del héroe caminando por el desierto. Para continuar con las semejanzas, el planeta Jakku luce igualitico a Tatooine.

–         Un momento límite se realiza entre padre e hijo, como ya sucediera con Vader y Luke

Y así podríamos seguir en una lista infinita que nos llevaría hasta la copia de la cantina de Mos Eisley, aunque el reggae de 2015 suple al jazz de antaño. En este lugar conoceremos a la versión femenina de Yoda, con la voz de Lupita Nyong’o.

Si he utilizado la palabra remake durante este intento de critica es porque creo fervientemente que la película funciona mejor como una adaptación para nuevas audiencias, que como un paso adelante de la saga. Supongo que mucho tendrá que ver Disney en esta exigencia. Es obvio que a partir de esta entrega, el universo de Abrams se expande, sobre todo tras la muerte de un personaje clave. A este asesinato, por cierto, le faltó una mejor dirección, no obstante, lo más grave de la escena es que deja dudas sobre la capacidad de Adam Driver (Kylo Ren) para llevar en sus espaldas el peso del nuevo villano.

No descarto que Kylo Ren se convierta en un personaje interesante con el paso del tiempo. El problema pasa por el guión. Por más buen actor que seas, no puedes dotarle fuerza a un “nuevo” Darth Vader si se pasa del poder absoluto a la fragilidad a la velocidad del Millenium Falcon. Y he allí otro enorme fallo en The Force Awakens: el desarrollo de los protagonistas.

Abrams usa a los personajes para justificar la trama, desnaturalizándolos o, en lenguaje cinematográfico, haciéndolos inverosímiles. No hay matices. Felicidad, tristeza, cobardía, valor, todo sucede en segundos, sin ningún tipo de reflexión. Incluso los momentos claves son absurdos, como el hecho de que un hombre que se dedica a la limpieza termine manejando con enorme solvencia un sable que solo conocen los Jedi. O que una mujer que se dedica a conseguir chatarra para cambiarla por comida, ponga en jaque a un guerrero que recibió las mejores enseñanzas de maestros que pertenecen a los dos lados, entre ellos Luke Skywalker.

La catarata de películas que puede generar Star Wars vendrán y debemos vivir con ello, pero para que dejemos de sonrojarnos, es necesario que sepulten a toda la guardia vieja. Da pena ver a Harrison Ford repartiendo ostias, por más que le guardemos cariño, ni hablar de la Princesa Leia, ahora convertida en general. Afortunadamente Daisy Ridley (Rey) es una chica que promete.  Recuerda a Fury (Charlize Theron) de Mad Max y en su accionar se observa la influencia de Alice (Resident Evil). Es el arquetipo de heroína independiente.

La palabra final sobre si este es un filme prescindible, como le pasó a Gus Van Sant con el remake de Psycho, o de obligatorio repaso, como la propia Mad Max: Fury Road de George Miller, solo lo dirán los años y las secuelas que ordene Disney. Que la fuerza los acompañe.

PD: Si quieren ver las coincidencias entre esta entrega y las pasadas, aquí hay una lista de 63.

El Huffington Post realizó un conteo de todos los huecos argumentales de esta nueva entrega, llega a la extraordinaria cifra de 40 .

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