Desenmascarar las estafas de lesa humanidad
Los organizadores del sainete de marras lo saben, ya que los une una visión del mundo que conllevó junto al fascismo europeo, a las mayores estafas de la historia humana, como lo fue la URSS, la tragedia maoísta en China, el genocidio rumano de Nicolau Ceaucescu y como lo es en la actualidad la farsa castrista en Cuba, la dictadura sandinista en Nicaragua y la que sufrimos acá en Venezuela, cuyo nombre más apropiado sería el Apocalipsis del Siglo XXI.
El harakiri de esta cáfila lumpen proletaria que pernoctó en el Parque Los Caobos y lo que queda de hoteles en Caracas, lo han asumido al venir a apoyar una dictadura, a justificarla, bajo la máxima de “las dictaduras de derecha hay que derribarlas”, entre tanto las de izquierda hay que mantenerla bajo el raído lema “no pasarán” de la Pasionaria española, así sea necesario inmolar a una nación.
Sus argumentos no superan los cantos del Quilapayun, del Inti Ilimani, Víctor Jara, Alfredo Zitarrosa, Mercedes Sosa, aderezados por Carlos Puebla, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, y otros más, quienes no tienen la culpa de la flojera intelectual de esta izquierda beoda que prostituye su música, y a la vez no le da la gana de reconocer la condición criminal de un estalinista Socialismo Real, que determinó la ruina a millones de seres humanos en los cinco continentes.
Fue tan patético el circo del desacreditado encuentro, que en esta oportunidad producto del demoledor informe de Michelle Bachelet, se desmarcaron de la convocatoria numerosas figuras emblemáticas de la izquierda latinoamericana y mundial, ante la gravedad y evidencia de los crímenes cometidos durante esta gestión de 20 años.
Por tanto, traer acá al nieto de Mandela y a otros turistas a raspar la olla del pueblo hambriento y a darle soporte a la tiranía, fue la demostración de la agonía de un régimen, que solo provoca la sorna y el ridículo internacional, cuando anuncia que ya Venezuela está preparada para la guerra contra el imperio, frente a un pueblo que muere de hambre y mengua en todo el territorio nacional.
Tenemos la premonición que jamás volverán a realizarse en nuestros predios, eventos vergonzantes como éste, que al igual que aquellos festivales mundiales de la juventud en Moscú, Berlín, La Habana del siglo pasado, o congresos contra la deuda externa, solo quedaron como propaganda de regímenes que asolaron las economías y dejaron en el estero a los habitantes del mundo entero, destruyendo las condiciones de vida y la psiquis de varias generaciones de seres humanos.