Opinión

El culebrón peruano

El pasado viernes el Jurado Nacional de Elecciones confirmó que ya se revisaron todas las actas que habían sido puestas en duda por Fujimori, además de realizar un reconteo de votos. No encontraron pruebas de fraude. Sin embargo, el momento de oficializar la elección ha llegado, el 28 de julio el nuevo presidente debe tomar posesión

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Este domingo 18 de julio se han cumplido seis semanas desde que se realizó la segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Perú. Pese a que en general ya se considera al maestro Pedro Castillo, cuyas ideas parecen de una izquierda trasnochada, como el virtual presidente electo, la candidata Keiko Fujimori se niega a aceptarlo. Y hasta ahora no hay ninguna prueba de fraude.

Se da por hecho que Castillo sea proclamado oficialmente, y esto deberá suceder en los próximos días. De acuerdo con la Constitución de este país, la toma de posesión debe ocurrir el 28 de julio. El maestro, según reseñan diversos medios internacionales, se prepara para gobernar y todo apunta a que Fujimori no dará su brazo a torcer. Aunque no haya ninguna prueba seguirá con la tesis del fraude, con lo cual debilitará al nuevo gobierno, que representa un cambio drástico en la vida política e institucional de Perú.

El maestro, un desconocido de la vida política hasta hace semanas, está enfocado en formar su gabinete e intenta bajarle la intensidad a su discurso en campaña, que fue de una izquierda nacionalista. Ahora trata de que no espante a los mercados y al empresariado privado.

La legisladora e hija del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), quien paga prisión por violaciones a derechos humanos y abusos de poder en su mandato, lanza protestas de calle y sigue con su tesis del fraude, pese a que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) no ha encontrado pruebas de alguno.

El pasado viernes el JNE confirmó que ya se revisaron todas las actas que habían sido puestas en duda por Fujimori, además de realizar un reconteo de votos. La candidata impugnó actas que equivalen a unos 200.000 votos, con lo cual podría haber volteado un resultado muy cerrado, ya que según las autoridades Castillo habría ganado la elección por 44.058 votos.

Sin embargo, al consultar a una veterana periodista europea en Lima, ésta me dice: “con Keiko Fujimori cualquier cosa puede pasar”. La legisladora, sobre la que pesan señalamientos de corrupción y que podría ser apresada en breve, parece jugarse el todo por el todo en esta elección.

En 2016, en las elecciones presidenciales en las que Keiko Fujimori se enfrentó en segunda vuelta al economista liberal Pedro Pablo Kuczynski (PPK), la diferencia fue prácticamente similar a la que obtuvo ahora Castillo.

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Hace cinco años la hija del expresidente reconoció rápidamente su derrota. Sin embargo, durante los años siguientes se dedicó, según analistas, a dinamitar al gobierno de PPK, quien renunció en 2018; y en 2020, el del vicepresidente Martín Vizcarra de PPK, quien asumió la jefatura de Estado para concluir el período y resultó destituido. Fujimori orquestó desde el Congreso una suerte de venganza.

Dado que las decisiones del JNE no se pueden apelar, la hipótesis que manejan periodistas en Lima es que Fujimori acudirá a los tribunales. Esta ha logrado tener influencia en el sistema de justicia por sus posiciones en el Congreso y las diversas tramas de corrupción que se continúan investigando y la implican.

Castillo, en tanto, ha empleado las últimas semanas en construir una suerte de base de gobernabilidad para su mandato, que se pronostica será polémico, dado que se combinan su inexperiencia política junto a sus ofertas de campaña. Una de ellas es la de voltear el presupuesto nacional para destinar más recursos a la educación o de lanzar una asamblea constituyente, a lo que se suma un discurso anticapitalista que repitió durante su proceso de candidatura.

Asumiendo por la vía de los hechos un rol de presidente electo, paulatinamente Castillo ha ido nombrado a quienes serían sus colaboradores en el futuro gobierno. La medida más audaz del izquierdista ha sido pedirle a Julio Velarde que siga en la presidencia del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), cargo que ocupa desde 2006. Velarde es una figura emblemática de las políticas liberales que se han aplicado en Perú en los últimos tres gobiernos.

La mayor incertidumbre en este momento, tal como lo comentó el analista Mariano de Alba, recae sobre quién dirigirá y qué orientación tendrá la política exterior del nuevo gobierno peruano. “En los últimos días Castillo evitó criticar al régimen de Cuba y reprochó lo que calificó como el bloqueo inhumano e inmoral de Estados Unidos hacia la isla”, precisa este analista en Twitter.

Castillo, entretanto, convocó a gremios de trabajadores y a organizaciones civiles, y especialmente a actores políticos regionales fuera de Lima, para conformar el Frente Nacional por la Democracia y la Gobernabilidad.

Sencillamente busca base de apoyo político, ya que se enfrenta por un lado a una campaña de desprestigio orquestada por Fujimori, al tiempo que tiene una presencia pequeña en el legislativo, que será centro de decisiones para algunos de los polémicos planes que quiere llevar adelante. Siendo uno de ellos la convocatoria a una asamblea constituyente.

Castillo acudió a las elecciones con el respaldo del partido Perú Libre, una agrupación en realidad dirigida por Vicente Cerrón, médico neurólogo de formación marxista-leninista. Este partido obtuvo 37 escaños, siendo la primera minoría en un parlamento de 130 diputados.

Otros ocho legisladores de las agrupaciones Juntos por Perú y Partido Morado han anunciado que respaldan a Castillo. Sin embargo, con esas 45 adhesiones, está lejos de tener al menos la mitad más uno, equivalente a 66 diputados y que le daría luz verde para avanzar sin negociar con otros grupos legislativos. El espacio del Congreso, una vez que comience el nuevo gobierno pasará a ser el terreno de las disputas, posiblemente siendo Keiko Fujimori una protagonista tras bambalinas.

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