Venezuela

Regreso a clases semipresencial: ¿el experimento es posible en Venezuela?

Este 16 de septiembre comienza el nuevo año para los alumnos de preescolar y primaria, mientras que los de bachillerato deben esperar a octubre. Se da por hecho que las clases serán a distancia, quizás repitiendo el mismo esquema -y ojalá no los mismos errores- de los últimos meses tras el inicio del confinamiento. ¿Volverán los estudiantes al salón de clases en algún momento? ¿Alguien está pensando en eso, proyectando ese futuro o todo se limitará a improvisar cuando eso ocurra? Hay cosas que se pueden y deben hacer ya: y por suerte sí hay gente con propuestas

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AFP
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¿Abrir las escuelas? ¿Cuándo? ¿Cómo lograrlo sin que se conviertan en focos de propagación? ¿Cuáles son los riesgos? ¿Cómo convencer de que puede ser un regreso a clases seguro? Las mismas preguntas buscan respuestas en todos los países y algunos las han encontrado. Ninguna es una respuesta definitiva, pero todas tienen claro que si los niños no vuelven pronto se arriesga el desarrollo de sus países. Y en tanto esta idea se mantiene más fuerte que la pandemia de la covid-19, la creación de protocolos de bioseguridad escolar ha sido y es posible.

Claro que el reto de Venezuela no es el mismo que el de otros países. Sobre todo en aquellos en los cuales el regreso a clases es apenas eso: volver al salón de clases.

Nos resulta extraño que en España, dada la autonomía de cada comunidad, la discusión actual sea la ausencia de un estándar nacional que cohesione las medidas de los posibles grupos burbujas en cada región. No podemos compararnos con Alemania, donde el reto es mantener la seguridad del retorno escalonado. Nos es impensable lo que ocurre en Finlandia, donde el distanciamiento físico de dos metros es posible porque sus salones están concebidos para un máximo de diecisiete estudiantes. La inversión de pupitres en Italia nos parece un sueño, ni hablar de los 250 protocolos de bioprotección diarios en las escuelas de Francia. La única medida obligatoria de ventanas abiertas en Países Bajos nos es aterradora y el exitoso modelo uruguayo que inició en las zonas rurales nos resulta casi imposible.

Para nosotros, el desafío del retorno a las aulas implica superar el mayor problema educativo que se agudiza con la presencia del virus: el deterioro en la infraestructura de las casi 24.408 escuelas públicas, que son el 85% de nuestros colegios.

Pero seguir manteniendo a estos alumnos en casa, siguiendo programas de televisión o haciendo tareas que los maestros envían por WhatsApp, tampoco garantiza el aprendizaje de los contenidos y mucho menos de conocimientos tan necesarios para la vida como sociabilidad, tolerancia y convivencia, que encuentran su mejor momento de aprendizaje en la infancia y en el colegio.

En casa, también, más de 6.400.000 estudiantes no encuentran lo que en la escuela sí: una comida al día que, en ocasiones, es la única.

Los Ángeles, California. Pantallas protectoras, tapabocas, distancia: todo lo que se pueda
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Kindergarten Chiquilandia, Medellín, Colombia. Desde el 1 de septiembre reabrieron de forma gradual y bajo un modelo que combina asistencia presencial y clases en línea

Nuestra vuelta al cole, además, ha de considerar el resultado de la consulta realizada por la Federación Unitaria del Magisterio de Venezuela: 89% de 13.692 docentes públicos encuestados no está dispuesto a iniciar el año escolar 2020-2021 en cualquier modalidad en tanto perdure la pandemia y no reciban un aumento salarial. Y aspiran a un sueldo base de 600 dólares. Otras exigencias se suman, como la cancelación de las deudas pendientes por parte del Ministerio de Educación y la discusión para el nuevo contrato colectivo.

Nuestra crisis educativa es compleja como también lo es la emergencia educativa del mundo derivada de la pandemia. Lo ha dicho la ONU: son casi 1.500 millones de niños afectados por el cierre de las escuelas en el mundo y 463 millones de niños no pudieron seguir clases a distancia. La Unesco, además, alertó que solo 433 millones volverán a la escuela este año.

De manera que cada país, con sus deficiencias y problemas de gobernanzas, padece del mismo trastorno en la historia de la educación, incluso los desarrollados. Entonces, todos buscan la manera de curarse. En Venezuela tenemos la obligación de hacer lo mismo, porque nuestros salones, pese a todas las limitaciones, siguen siendo lugares en donde se dibujan vidas con mejores posibilidades.

Es complejo. También es posible. Y no tiene que ser el mes que viene.

Salud e información, la urgencia

Durante el encuentro «Vuelta a clases segura» organizado por Reporte Ya, Lila Vega, pediatra y coordinadora de la Red de Madres, Padres y Representantes, enfatizó:

“Para poder abrir las escuelas, la primera condición es: información confiable de lo que está pasando epidemiológicamente en tu comunidad. Para eso son clave las autoridades del Ministerio de Salud. Esto pasa por exigirle al Ministerio de Educación que le exija al Ministerio de Salud que digan las cosas con claridad. Mientras haya un crecimiento exponencial, no podemos abrir las escuelas. Solo podemos empezar a abrirlas cuando haya una tendencia clara de que ya estamos controlando ese crecimiento”.

Con 3.000 pruebas PCR diarias no es posible evaluar la tendencia epidemiológica de Venezuela. Según la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, el país requiere al menos 8.000 PCR diarias con resultados en un máximo de 72 horas.

“¿Pero sabes dónde sí se refleja el panorama? En el número de consultas en las emergencias por síntomas respiratorios. Otro indicador indirecto es el número de fallecidos por temas respiratorios. Hay maneras de conocer la realidad, aunque el Ministerio de Salud no nos de toda la información”, sugirió Vega.

Esto sin descuidar la advertencia de José Antonio Villamizar, secretario ejecutivo de la Unidad Democrática del Sector Educativo: “Si bien es cierto que la prioridad es proteger la salud de los niños, también tenemos que cuidar la salud de los docentes, personal administrativo, obrero, los que dan alimentos”.

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El profesor Edward Nieuwenhuis de la Roosevelt College University, da una clase en una plaza en el centro histórico de Middelburg, al suroeste de Holanda.
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Oldham, Inglaterra
En Salem, una villa de Palestina, se adaptan al espacio y a los pocos recursos para mantener la distancia

Las consideraciones de Vega y Villamizar sirven para trazar el inicio de un plan de retorno seguro a las aulas que no depende exclusivamente del Ministerio de Salud y del Ministerio de Educación. En esta nueva realidad, es necesario que cada escuela con sus maestros, personal administrativo, obreros, comunidad de padres y vecinos evalúen y ejecuten las prácticas para hacer posible el retorno a partir de sus realidades, de su momento epidemiológico, de modelos en otros países que puedan ajustarse y teniendo claro que ya no será la modalidad de la escuela de marzo ni un retorno seguro, sino un retorno lo más seguro posible.

Una vez logrado cualquier plan, habrá que crear los protocolos sanitarios adicionales que sean necesarios según el comportamiento del virus y el comportamiento ciudadano. Los países más exitosos en la gestión del coronavirus lo son por trazarse todos los escenarios posibles y elaborar protocolos para cada uno.

De manera que en nuestros protocolos adicionales incluso conviene revisar qué se hará cuando 20% de las escuelas del país sean centros electorales el 6 de diciembre. Quizás algo de lo que se haga en ese momento en materia de bioseguridad pueda mantenerse como parte del protocolo escolar en esas y en otras escuelas.

“La complejidad de esto es que no es una respuesta binaria entre estar a favor o en contra de abrir la escuela, es más bien, en qué condiciones, bajo qué condiciones, bajo qué estándares de prevención y seguridad. Entiendo todo lo que cuesta, pero si no contribuimos, quedamos en un punto de inmovilidad donde no logramos avanzar de forma propositiva”, explica Henry Renna, coordinador del Clúster de Educación Venezuela de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, OCHA.

Para emitir cualquier respuesta es necesario viralizar información médica corroborable y actualizada. Vega explicó el estudio más reciente del comportamiento de la covid-19 en los niños publicado por The British Medical Journal:

“Es importante que tengamos claro que la enfermedad en los niños es distinta a en los adultos. 1% a 2% de los pacientes son niños y tienen poca gravedad. La mortalidad es muy baja. Eso no quiere decir que no exista, pero afortunadamente es muy baja. A diferencia de la influenza, que es la gripe estacional, en la que los niños son los motores del contagio, esto no así para la covid-19. Hay pocos eventos en los que se ha podido demostrar que ha sido el niño quien ha enfermado a la familia. Con frecuencia es la familia la que ha infectado al niño. Es decir, el motor de la transmisión no parecen ser los niños”.

El mismo hallazgo fue arrojado por los hospitales Vall d’Hebron, cuyo estudio está centrado en el riesgo de transmisión de niños a adultos, y Sant Joan de Déu –ambos de Barcelona-, cuyo estudio «Kids Corona», analiza el riesgo de transmisión de niño a niño.

Los resultados animan la ejecución de planes para la reapertura de las escuelas no solo en Gran Bretaña y España. Además, confirman lo anunciado por la OMS: los colegios no son el centro principal de transmisión de covid-19. De manera que el riesgo de contagio es bajo –o podría serlo- si se aplican las medidas de bioprotección adecuadas.

¿Pero cuáles serían?

“Venezuela es tan diversa que la decisión no puede ser única, está en juego la vida de la gente. Es un proceso de construcción contextualizado, cuyas decisiones no deben ser políticas, sino que deben estar basadas en evidencia”, advierte Renna.

Una de las evidencias es que la covid-19 no se comporta igual en cada región, así que una misma medida no aplicaría para todo el país.

“Epidemiológicamente, todavía estamos en una fase expansiva de la pandemia, pero sería trágico que si en noviembre tenemos condiciones para abrir las escuelas, porque ya estamos en una fase de control de descenso, nadie haya pensado en cómo podemos regresar. Tenemos que pensar: si las condiciones están dadas, cómo las vamos a abrir”, insistió Vega.

Por ahora, la única ecuación inequívoca es: mientras más contagios, menos clases en las escuelas. Pero hay que multiplicar las ideas para cuando sean menos contagios y más clases.

Pedagogía, la prioridad

Actualmente, Clúster de Educación Venezuela, Unicef, tres gremios del sector privado (Avec, Cavep y Andiep), las veinticuatro zonas educativas y representantes de la sociedad civil participan en mesas de trabajo con el Ministerio de Educación. Aunque hasta la fecha no se ha producido ninguna propuesta, Renna opina:

“Veo con buen ojo que el primer paso haya sido el diálogo y la consulta no solamente cuantitativa de una encuesta. Se está discutiendo cuáles son las nuevas competencias necesarias, cuál es la nueva forma de concebir el currículo y las prácticas pedagógicas. Los procesos de sanitización y de habilitación, es una discusión que vendría en las próximas semanas o en los próximos días”.

Por ahora, tres debates están sobre el escritorio ministerial. El primero, la contextualización curricular en un proceso de educación a distancia y en un contexto de emergencia, una necesidad en la que concuerdan todos los sectores educativos. Esto es: cómo lograr lineamientos estandarizados que aseguren la pertinencia local de los contenidos.

El segundo debate es la conjugación de los saberes esenciales con la transversalización socio-emocional del currículo, es decir, cómo lograr que lo académico, lo afectivo, lo cognitivo y lo conductual del proceso enseñanza-aprendizaje se logre de manera armónica aun cuando en casa no existan las mejores condiciones ni las herramientas para lograrlo. El tercer debate gira en torno a la autonomía del estudiante en el proceso de aprendizaje a distancia mediado por los padres y guiado por los maestros.

Debates y decisiones que serán mucho más acertados considerando la investigación «Impacto del Coronavirus en Venezuela», desarrollada por la Federación Venezolana de Maestros, la Fundación para el Desarrollo Integral del Docente, la UCV y la Fundación Hanns Seidel: de los maestros encuestados, tan solo 10% reporta tener una conexión estable, 94% no tiene buen servicio de electricidad ni capacitación digital y 67% no dispone de recursos materiales para el trabajo en casa.

Explica Renna: “No se sabe si va a ser un retorno a las aulas, no se sabe si va a ser 100% a distancia, pero sí habrá apertura del sistema educativo del año escolar correspondiente. El proceso de educación a distancia no va a ser solo virtual, sino una modalidad multiplataforma que va a involucrar lo televisivo, lo virtual, lo impreso y en este nuevo ciclo, con mucha fuerza, la plataforma radiofónica”.

Dicho de otro modo, al menos en lo pedagógico, se adelantan propuestas innovadoras propias de nuestras realidades para nuestras realidades, porque Venezuela no puede depender de una sola vía para alcanzar los objetivos de enseñanza-aprendizaje del programa ministerial «Cada Familia, Una Escuela«.

Falta entonces que estas decisiones sean pedagógicas-sanitarias. Así, mayores serán las probabilidades de protección y aprendizaje cuando los colegios vuelvan a recibir a los estudiantes.

Voluntad articulada y nuevos protocolos, la necesidad

Es verdad, falta mucho para abrir las escuelas, pero también es mucho lo que se puede ir adelantando.

En Nueva Esparta, la Unidad Educativa “Mariano Picón Salas” avanza en lo que será su protocolo de grupos burbuja, concebido y adaptado a partir de los modelos españoles recogidos por el Centro de Habilidades Siglo XXI. El plan lo Santiago Perera, asesor del colegio margariteño:

“Vamos a dividir los salones de clases en mitades, estamos hablando de máximo doce niños por cada salón, y esos niños van a tener contacto solamente con un profesor en las actividades pedagógicas y en los recreos. El salón es solamente para este grupo. Luego, hay un proceso de higienización para que pueda entrar otro grupo. La garantía de éxito del grupo burbuja es la desinfección, porque si tú tienes un niño en la mañana que se sienta en el pupitre y en la tarde se sienta otro, y no ha habido un proceso de desinfección, es lo mismo a que estuvieran juntos. La idea de hacer la burbuja es que si hay algún tipo de contaminación, ese grupo quede completamente en cuarentena hasta que se identifique qué pasó, pero no tendrías que suspender a niños de otros grupos”.

La propuesta no requiere inversiones en remodelación de infraestructura, sino de organización y reorganización de los espacios escolares y de procedimientos, contemplando acciones como el ingreso en distintos horarios para que los grupos no coincidan al llegar y al salir, así como los horarios de clases para que no asistan diariamente. De allí que sea uno de los modelos aplicables en escuelas venezolanas, tanto públicas como privadas.

Sin embargo, Perera advierte la mayor desventaja del modelo en su contexto: necesitan más docentes. “Si los grupos van a rotar, no puedes tener al maestro desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde en el colegio”. Mientras dan respuesta a esta necesidad, Perera aclara lo que ha de ser la protección de la burbuja en casa:

“La familia, la escuela y la sociedad tienen que hacer un acuerdo: tenemos que aprender a convivir con la pandemia. Vamos a tomar la mayor cantidad de medidas, pero el problema de covid no es solo de la escuela, es una pandemia. Así que cada uno con la responsabilidad que nos toque, es decir, el niño, cuando llegue a la casa, debe desinfectarse y tomar las medidas básicas que pueda tomar una familia”.

Resulta evidente que para este nuevo año escolar y desde ya, la participación de los padres será indispensable ahora que Venezuela atraviesa el mayor déficit de docentes. Transferir las responsabilidades a los maestros y a los gremios de educación para que los ministerios cumplan con las garantías de bioprotección solo mantiene vivo el problema que se busca erradicar.

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Además de cómo solventar la ausencia de agua, cómo adquirir jabón, papel, gel alcoholado, equipos de protección personal y de limpieza, y cómo mantener el distanciamiento físico, conviene ir pensando en esa primera semana de vuelta al colegio. Vega esbozó algunas situaciones para motivar a la acción:

“Quién entra primero, con quiénes empezamos, quiénes harán una pesquisa activa de casos sospechosos. Esto último no es algo que tiene que ser necesariamente hecho por médicos, eso lo pueden hacer padres voluntarios que, además, van a guardar el secreto de privacidad de ese niño, cómo minimizar el contacto con superficies… Hay mucho apoyo que dar”.

Otros aspectos no menos relevantes se pueden ir visualizando: nuevo protocolo de limpieza a lo largo del día, del uso del baño, distribución de los recreos y de los espacios destinados para ello, y funcionamiento de las cantinas. Hay que tener claro que cualquier plan de bioprotección escolar será un compromiso familiar: al niño se le cuidará en el salón, pero también en casa y esto pasa porque cada miembro de la familia también se cuide.

Como indicó Vega, es momento de poner en la balanza el perjuicio que causaría no ir a la escuela con el beneficio potencial que pueda traer el asistir: “El niño estaría pagando el precio más alto en educación por el costo más bajito en salud”. Han pasado seis meses de niños sin mayor escolaridad.

Así que el experimento en Venezuela es posible -al igual que en otros países- si se logran tener las condiciones epidemiológicas mínimas mientras se crea, se produce y se distribuye la vacuna para la demanda mundial. No podemos esperar ese momento para apenas iniciar los planes para que los niños se encuentren con sus maestros, sus amigos y con nuevos saberes. La desigualdad no espera, como tampoco espera la catástrofe general advertida por la ONU si no damos prioridad a la reapertura de los colegios. En Venezuela, la catástrofe ya ha ocurrido dos veces con la pérdida de dos generaciones y así, con la pérdida de décadas de progreso.

Es nuestra responsabilidad ciudadana exigir y crear las mejores condiciones posibles, sea replanteando el grupo burbuja español, el retorno escalonado alemán o las pruebas rurales uruguayas. El mundo está probando y aprendiendo a encontrar el balance entre los riesgos para la salud y los riesgos para la educación, y aquí debemos intentar lo mismo por esos doce primeros años de escolaridad que son imprescindibles para superar la pobreza. Estamos urgidos.

No intentarlo es vulnerar el derecho a la educación y, por encima de todo, seguir retrocediendo mientras el mundo va hacia adelante tratando de alcanzar las metas del desarrollo sostenible aun en plena pandemia.

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