“Mi escudo y mi espada se rompieron. Ya no puedo más”. La familia de Raziel Jaure Mirabet, de 11 años de edad, dice que él era un guerrero al que vencieron las adversidades impuestas por la crisis de salud. El niño vivía con una enfermedad renal crónica y era dializado desde 2016. Una bacteria entró en su cuerpo a través de la misma máquina que purificaba su sangre. Y le ganó la batalla.
Su mamá, Yuderkis Mirabet, recuerda sus últimos días con mucha angustia. Raziel asistía 4 veces a la semana a dializarse en el Hospital de Niños. No había tenido mayores contratiempos hasta que el jueves 27 de abril, luego de que un primer grupo de pacientes había resultado infectado con bacterias, él presentó fiebre de 39,5ºC.
“El viernes en la mañana, cuando fuimos a la diálisis, le dije al médico que por favor le hicieran unos exámenes. Ya había otros niños diagnosticados con la bacteria, pero él no era uno de ellos y eso me asustaba”, cuenta la mujer.
Ese día no le tomaron las muestras, pero le dijeron que lo harían al día siguiente. “Ahora me pregunto si esas 24 horas podían haber salvado a mi hijo”, inquiere.
Al niño se le practicaron exámenes de sangre que revelaron hemoglobina baja, glóbulos blancos altos y plaquetas bajas. En ese momento, los médicos pensaron que se trataba de dengue.
Raziel sentía mucho dolor en las piernas y se quejaba. Al día siguiente, el domingo 30 de abril fue ingresado en la Emergencia del J. M. de los Ríos, y el lunes le practicaron el hemocultivo.
“Al principio me decía que iba a estar bien, pero el martes, antes de morir, ya no me reconocía. Él solo les pedía ayuda a los doctores. No tenía noción de nada”.
Ese martes 2 de mayo en la noche al infante le notaron una erupción que parecía lechina y al día siguiente en la madrugada falleció. “El resultado del hemocultivo que decía que sí tenía una bacteria nos lo dieron cuando ya el niño había muerto. Nos enteramos por redes sociales, cuando ya estábamos de vuelta en Tinaco, estado Trujillo, donde vivimos. Ahora quizás ni era dengue lo que tenía”, lamenta la madre.
Mirabet cuenta su historia frente a los medios de comunicación, sentada al lado de Judith Bront, madre de Samuel Becerra, de 12 años de edad, quien también era paciente del Hospital de Niños y murió a causa del brote infeccioso que afecta a la unidad de diálisis desde marzo. En menos de un mes han fallecido 3 niños en el Servicio de Nefrología, el 22 de mayo murió Dilfred Jiménez, de 16 años de edad.
Se presume que la causa de la propagación de la bacteria es la contaminación de los tanques del hospital. De acuerdo con un estudio realizado el año pasado por la Universidad Simón Bolívar, el agua presenta porcentajes altos de coliformes fecales, bacterias presentes en las heces.
Otros 13 pacientes, de los 24 que inicialmente eran atendidos en el lugar, siguen infectados. “Estamos aquí porque no queremos que otra mamá viva lo mismo que nosotras, no queremos que ningún otro niño pase por lo que pasaron nuestros hijos”, asevera Mirabet.
La inminencia de la muerte
Unas semanas antes de su muerte, Samuel corría por los pasillos del J. M. de los Ríos. “Era muy activo. Se fue diciendo ‘yo lo que tengo es un mareo, mami, no me va a pasar nada”, relata Bront.
El niño tenía ocho años siendo dializado, por lo que los procesos infecciosos no le eran ajenos del todo. Samuel pensó que sería otra infección más.
“Pero esta vez veíamos que no cedía la bacteria. En algún momento nos ofrecieron que cambiáramos el catéter porque ya estaba infectado, pero era someterlo a un riesgo para nada, porque si los tanques de agua estaban contaminados no hacíamos nada poniendo otro nuevo”. El catéter de Samuel era intracardíaco, por lo que ameritaba una operación para reemplazarlo.
“En las últimas dos semanas se notó el deterioro. No quería comer, le dolían mucho las piernas. Incluso pidió estar en una silla de ruedas porque no podía caminar”, dice la madre.
La mujer denuncia que la crisis y la intermitencia en el abastecimiento los obligó a aceptar que los niños recibieran antibióticos vencidos. “Nos hicieron firmar una autorización. El Servicio de Infectología nos aseguró que las medicinas, aunque estaban vencidas hacía un año, tenían 95% de efectividad”.
Sin embargo, la rotación de tratamientos pudo haber influido en la resistencia de las bacterias a los fármacos. Los niños pasaron de vancomicina a meropenem a colistin, según la disponibilidad esporádica de la farmacia del hospital.
La muerte de Samuel tuvo la velocidad que les faltó a las autoridades. “Se acostó a las 10 pm y se paró a media noche porque quería ir al baño. Se sentía mareado, era lo único que decía. A las 1:30 am ya había muerto”. Un shock séptico se llevó a Samuel el 11 de mayo.
Silencio oficial
El nuevo ministro de Salud, Luis López, dijo este lunes a Globovisión que desconoce las muertes de los tres niños infectados en el servicio de Nefrología del Hospital de Niños, aunque aseguró que iniciaría la recuperación de la institución.
Hasta el momento, las madres de los pacientes que murieron no han recibido ninguna llamada del ministerio, de la dirección del hospital o de la Defensoría del Pueblo, a pesar de que semanas antes habían denunciado la situación ante esas autoridades.
“Conversamos mucho con el director (Víctor Siegert) y no obtuvimos respuesta. Habíamos ido hace tres semanas al ministerio y nos recibieron. También la Defensoría había sido contactada, y después de las muertes de los niños, el Ministerio Público estuvo en el hospital. No hemos sabido nada de ellos”, señala Bront.
Katherine Martínez, presidente de la ONG Prepara Familia, quien trabaja desde hace ocho años con familias de niños hospitalizados en el J. M. de los Ríos, asegura que se están violando los derechos a la salud y la vida de los pacientes de ese centro de salud.
“¿Cuántos más tienen que fallecer para que el Ministerio de Salud y la dirección del hospital se tomen en serio esta crisis”, pregunta.
La ONG apoyará a las madres, junto a Cecodap, para introducir una demanda ante la Fiscalía con en el fin que se determinen las responsabilidades en las muertes de los tres niños, y pedirán medidas de protección para el resto de los niños del servicio.
Carlos Trapani, abogado de Cecodap, recordó que hay dos acciones legales en curso a las que la justicia venezolana no les ha dado respuesta: “En mayo de 2014 pedimos una medida de protección para todo el J. M. de los Ríos. Hoy está en un laberinto judicial y no tenemos respuesta. En enero introdujimos una para garantizar el abastecimiento de medicamentos pediátricos. Fue negada por tres tribunales y hoy está en la Sala de Casación”.
Los más de 100 casos documentados por Cecodap para respaldar las acciones no han sido suficientes para los jueces. Raziel, Samuel y Dilfred ahora engrosan el expediente.]]>