-Chama, ya en dos años cumplo 30.
-Yo ya comencé a hacerme los rituales de belleza de Cleopatra.
-Ja, ja, ja, ¿en serio? ¿Cuáles?
-Me masajeo con distintos aceites, ayudan mucho a suavizar la piel; también me pongo miel.
-¿Y leche?
-La leche me gusta es en la cara.
Qué sucede si escuchas frases como estas: «Boté toda la leche», «me lo puedo comer entero yo sola», «con 14 minutos de huevo es suficiente», «tengo la cuchara llena», «quiero llevar bastante huevo», «lo mejor siempre es la puntica», «regálame ese Flaquito», «yo prefiero comerme el bollo», «yo puedo comer chorizo todo el día», «quiero más yuca», «mételo bien por detrás», «ahora estoy toda mojada», «no me entran los dedos», «¿me lo puedes empujar?», «yo tengo bastante queso».
¿Te ríes? ¿Dices o piensas un rotundo ¡así me decías anoche!? ¿Gritas a todo pulmón, ¡chinaaaazooo! ¿Abres mucho los ojos y buscas con desesperación la mirada de otra persona? ¿Al menos frunciste los labios? Si respondiste sí a alguna de estas preguntas (o a todas, seguro que a todas), eres más venezolano que tener efectivo pa’ los frescos de los guardias que sabes que te van a matraquear en la cola de la gasolina.
Todas estas frases tienen su contexto: estás comiendo cereal, pides un perro caliente para ti solo, le respondes a alguien que te pregunta en cuánto tiempo se termina de cocinar un huevo, tienes un utensilio de cocina repleto de algo, estás haciendo mercado y quieres gastar tu sueldo en proteína (aunque realmente solo te alcanza para medio cartón), empiezas a hablar de la barquilla Cornetto, le pides a alguien que te regale un chocolate Flaquito, te gustan las bolitas de harina o los panecillos, estás hablando de una parrilla, sigues hablando de la parrilla, te percatas de que todo esté bien dentro de la maletera del carro, te cayó un palo de agua, tienes el pelo enredado, le estás preguntando a alguien si te ayuda a mover tu carro que quedó accidentado, y, finalmente, le estás diciendo a alguien que pueden hacer pizzas porque tú ya tienes uno de los ingredientes: el queso.
Pero, ¿por qué las frases como estas siempre las terminamos descontextualizando? ¿Será algo que nos define y representa como venezolanos? ¡Efectivamente! ¿El venezolano, entonces, es irrespetuoso, confianzudo y adicto al sexo? No necesariamente.
Las culturas influyen en la manera de razonar, pensar y analizar de las personas. En este sentido, la cultura, modo de ver las cosas y sentir (¡upa!) de una comunidad se van a manifestar en el humor. Por ejemplo, los británicos tienen un humor tan negro que si estuviésemos en 1955, los chistes que hacen se materializarían y estuviesen luchando por sus derechos civiles. Los franceses, por su parte, solo hablan de la diferencia de clases sociales (si yo no fuese tan pobre, quizás sí me dieran risa) y del clima. Les causa gracia el hecho de que en Normandía nunca cese la lluvia, incluso creo que si una mujer francesa se acerca y dice abiertamente «Eres excitante, pensé en ti toda la noche y estoy bastante mojada… abajo… en mi ropa interior…o sea, chéri, estoy lubricando», posiblemente alguien le dé la vuelta a todo y termine haciendo un chiste como «seguro estás mojada porque vienes de Normandía, ¿entiendes? Porque allá llueve mucho, ja, ja, ja» o algo así de perdedores son (menos en el Mundial). Ajá, yo los entiendo, ¿cómo sacas un chinazo de un omelette du fromage?
Claro, en español sí porque es una tortilla de queso y recuerden que las tortillas llevan bastante huevo.
Evidentemente, las bromas no son las mismas en todos los países: en Italia no faltan los chistes religiosos ni el uso de recursos gestuales al momento de contarlos; en España predominan las bromas excesivamente groseras, vulgares y tan pero tan comunistas que los chistes vienen con mal olor (sinónimos, les dicen) y, definitivamente, en Inglaterra la reina es la Ironía, Isabel un carajo.
El sentido del humor es inherente a la zona geográfica, por eso no creo que un japonés se tome muy bien eso de bromear siempre con sus partes íntimas y es porque seguramente lo tiene bien pequeñito (el sentido del humor, digo) y hablar al respecto no forma parte de sus principios.
Por otro lado, para nosotros los venezolanos todo es un chinazo, el cual definimos como la frase que se descontextualiza para convertirla en un comentario jocoso y buscarle el doble sentido (una interpretación sexual). Ajá, entonces, nos preguntamos, ¿por qué en Venezuela (y realmente en casi toda Latinoamérica) prevalecen estas burlas con una connotación de tipo sexual y esto mismo no sucede tanto en Europa? Bueno, en general, el humor emerge de tabúes y prohibiciones; es decir, aunque no lo creamos y con esta manera de bromear parezca todo lo contrario, el sexo sigue siendo un tabú para los latinos. Además, el humor es algo imprevisto, inesperado, atrevido y con carácter subversivo. Los temas más divertidos para bromear siempre serán los que tenemos prohibidos.
En Latinoamérica no se habla de sexo explícitamente, incluso (quizás no tanto como antes) se le llega a dar un enfoque bastante negativo. En este sentido, no cogemos (¡upa!) chinazos por ser las personas con la mente más abierta del mundo; todo lo contrario, recogemos (¡upa otra vez!) chinazos porque en nuestra cultura hablar sobre sexo de forma directa parece ser mal visto, a menos de que se haga entre amigos; delante de un montón de personas parece ser mejor tragarse (¡upa!) las palabras.
Es importante destacar que las sociedades latinoamericanas no han dejado de ser machistas del todo; por ello, los hombres hablan todo el tiempo sobre el tamaño (o tamañito) de sus genitales; pero, chicos, recuerden que el humor en muchos casos actúa como un mecanismo de defensa, no se delaten. En referencia a esto, notamos que la mayoría de las bromas están relacionadas al órgano genital de los hombres y muy poco al de las mujeres; sin embargo, nunca digan delante de un venezolano: chúpate bien la cuchara. Además, chicas, siempre preparen ustedes su arepa, nunca le pidan a nadie que se la rellene.
¿Cuáles son los elementos lingüísticos en los que nos basamos para generar un chinazo? Los venezolanos y la mayoría de los latinoamericanos jugamos con ciertos recursos prosódicos (entonativos) como el «aaaayyyy, vaaaaaleeeee», y sobre todo, con recursos léxico-semánticos para el disfrute oportunista del doble sentido de las palabras como un juego de ambigüedad y polisemia. La polisemia es esencial para captar chinazos en Venezuela, este fenómeno refiere al hecho de que cada palabra tenga distintas acepciones y eso lo podemos notar en el diccionario venezolano, donde ¨huevo¨, por ejemplo, refiere al alimento habitual del ser humano y también al órgano genital de los hombres (en la escritura: güevo). Lo mismo sucede con salchicha, pepino, zanahoria, yuca, chorizo, morcilla, berenjena; ¨meter¨, además de definirse como la acción de insertar e introducir algo, se puede definir como la acción de insertar, introducir el órgano genital de los hombres. ¿Vieron lo divertido que es jugar con la lengua (¡upa!)?
Ajá, en concordancia a todo lo anterior, entendemos que el humor y la cultura mantienen una estrecha relación y, al mismo tiempo, bromeamos sobre lo prohibido. Pero, si yo soy de mente abierta y puedo hablar de sexo de forma bastante relajada, ¿por qué sigo teniendo el radar de chinazos activado (chinazodar) y me siguen dando risa? Bueno, las personas somos seres sociales, vivimos en comunidades, compartimos ideas, actitudes y comportamientos; dichas comunidades están siempre en constante cambio: los tabúes se rompen, se prohíben nuevas cosas, se vuelven normales otras. No obstante, estos cambios no se dan de manera fortuita e inmediata. La sociedad cambia en masa; una sola persona no puede alterar ni modificar la idiosincrasia de una comunidad entera y, al vivir en sociedad, esta persona adopta y mantiene ciertos patrones y ciertas maneras de ver las cosas.
¿Y cómo podríamos escaparnos de un chinazo en este país, si, debido a esta situación económica, dejamos de comer carne y lo que comemos es bastante plátano y yuca? Y la escasez hasta ha castrado a varios dueños de negocios, ya casi ninguno tiene huevos; si tienes un carro que sirva, te fuñiste, porque tienes que estar dando la cola; y con estas colas de gasolina, siempre te andan preguntando si ya te llenaron el tanque. El chinazo forma parte de nuestra cultura como venezolanos y no nos podemos avergonzar si estas cuestiones nos dan risa, porque como bien lo dijo Patrick Zabalbeascoa, los chistes no siempre hay que entenderlos, pero sí hay que sentirlos (¡upa!).