Opinión

Mis amigos trans

Isa Saturno, escritor y editor venezolano, comenzó su proceso de transición en octubre de 2018. Y desde marzo de este año comparte sus vivencias y reflexiones a través de UB. Aquí habla sobre la amistad y la importancia de sentirse entre iguales

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Bárbara Matehu @barbaramatehu, Cristian Hernández @fortunecris
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Voy a empezar hablando mal de Landon porque él no habla español. Mentira, sí habla un poquitou, pero igual sobre Landon no puedo hablar mal, porque es uno de los seres humanos más bellos que conozco y es mi primer amigo trans de carne y hueso.

Cuando comencé el tratamiento de reemplazo hormonal el 2 de octubre de 2018 mis amigos trans eran youtubers que explicaban cómo se sentían, mes a mes, con los cambios que les producía la testosterona. Hugo Martín, Jaime Raines y Ryan Jacobs Flores me acompañaron en espíritu a mi primera consulta, me explicaron lo que iba a sentir, estuvieron allí dándome ánimos y haciéndome entender que mi decisión era muy importante por lo que debía documentar el proceso al que me sometería. Esa relación digital fue fundamental para sentirme genuinamente acompañado durante los primeros pasos.

No fue hasta el octavo mes de mi transición cuando conocí a alguien como yo fuera de una pantalla. Y vaya que hoy lo agradezco y celebro.

Landon Welsh

Miami no es una ciudad particularmente queer por lo que hacer amigos trans o no binarios no es sencillo. Además Miami está, como toda metrópolis, dividida por vecindarios según nacionalidades y los espacios de encuentro son escasos o nulos. Así que cuando Chris (otro amigo trans hasta ese entonces también digital) me invitó a un potluck queer (una reunión donde todos aportan un plato) decidí darme la oportunidad de socializar con otros que no fueran mis amigos venezolanos de siempre. Allí conocí a Landon, un hombre transgénero de Chicago, guapo y encantador, carpintero y buena gente. Más noble que una arepa.

Con Landon he tenido conversaciones muy importantes para mí. Como la vez que le dije que yo no estaba transicionando para ser hombre, porque la verdad es que yo no quiero ser un hombre. Y me entendió. No solo me entendió sino que me explicó su versión de este proceso que, curiosamente, se parece mucho a la mía. Me hizo preguntas apropiadas y asertivas y sentí que por fin estaba dialogando con alguien que se parecía a mí, que podía hablar el mismo idioma que yo.

Landon también ha estado ahí cuando le pregunto cómo lidiar con los nuevos pelos en el culo y todo lo que pican; qué pasa cuando te sientes atraído hacia un hombre o cómo volver a tener ese swingde lesbiana que hemos perdido progresivamente.

Estar con Landon también es ver el futuro. Lleva más de tres años en terapia hormonal, ya pasó por la doble mastectomía y su transición social está avanzada, sus amigos y familiares lo reconocen como Landon y no Lauren*. Salir con él, hablar, reírnos, tomarnos un trago, mostrarle lo que es un pepito guaro de verdad, que me cuente cosas de Chicago… me hace sentir aliviado, porque me doy cuenta de que una vida como transgénero es posible.

Pero también tengo un amigo tan importante como Landon, uno venezolano.

Randy

Randy fue la primera persona que me trató usando los pronombres masculinos. Me escribió después de leer el primer artículo que publiqué aquí y desde ese momento no hemos dejado de hablar. Yo lo veo como un papá o un hermano mayor y también es una especie de luz en el camino, que me da ánimos sobre todo cuando pienso que nunca voy a verme como quiero verme.

Randy es el que siempre me dice que debo ser paciente, el que me llama príncipe o papaíto y me hace sentir un transgénero en Venezuela, un transgénero en casa.

Pero en casa no hay acceso a las medicinas, mucho menos a la testosterona. Los derechos de las personas trans están de último en una larga cadena de prioridades. Porque en un país mayormente homofóbico y transfóbico y bajo una dictadura que nos desprecia a todos por igual, ¿quién se sensibiliza por la comunidad trans?

Randy tiene acceso a su tratamiento de forma intermitente, se ha inyectado medicinas vencidas o impropias para hacer una transición. Y aun así es este tipo capaz de darme ánimos, saludarme enérgicamente, estar siempre esperanzado y positivo. Yo amo a Randy y quisiera que él pudiese tener los mismos derechos que yo, con todo mi corazón.

Las personas trans tenemos más riesgo de suicidio que las personas heterosexuales y las personas lesbianas, gays y bisexuales, pues sufrimos de unos niveles de estrés particulares que incluyen disforia; miedo a transicionar; discriminación; acoso verbal o físico; agresiones sexuales; falta de apoyo de la familia y amigos; prejuicio institucional que impide que tengamos leyes que nos protejan; enfermedades mentales; uso excesivo de alcohol y drogas; aislamiento y falta de vivienda. Por eso la creación de comunidades es tan importante, porque ayudan a tener un sentido de pertenencia y de autoconciencia y aceptación.

Randy y Landon son eso para mí: un recordatorio de lo posible, una oda a la vida y otra forma de valorar la amistad, una que me ayuda día a día a sobrevivir. Ojalá mi amistad también los haga sentir protegidos como me hacen sentir sus atenciones, ellos dos son unos santos. Mis santos personales.

*Para poner el “nombre muerto” de Landon tuve que pedirle permiso. Se le llama nombre muerto porque ya no se usa, ni se usará. Por eso algunas personas trans pueden no sentirse cómodas con preguntas tipo “¿Y cómo te llamabas antes?” o “¿Cuál es tu verdadero nombre?”. A modo de aprendizaje: no hagan este tipo de interrogantes a menos de que estén en un ambiente de confianza y tengan una motivación honesta.

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