Sexo para leer

Sexo para Leer: Hambrienta de sexo

Empecé a despertar, mi cuerpo desnudo recostado a su pecho, mientras su mano rodeaba mi cintura, aún me sentía húmeda y dilatada, él seguía dormido, pero su miembro todavía seguía ardiente. Había olvidado en dónde estaba, empecé a reconocer el lugar con extrañeza y recordé …

Ilustración: Joel Hernández
Publicidad

Todo empezó cuando me dirigía al centro comercial, necesitaba saciar mi sed, por lo que quería comprar unos jugueticos, no me canso nunca de hacer el amor, que me toquen, que me acaricien y que me hagan delirar en la cama. Después de explorar y visitar unas tiendas, decidí ir a cenar.

Estando en el restaurant siento una mirada fuerte de un hombre como a dos mesas de distancia, sin vacilar se me acercó y me dijo: “¿Me recuerdas? Soy Andrés­”. Era un antiguo amigo de la clase, en el que jamás habría puesto mis ojos. Quedé impresionada al notar que ese gran prospecto había estudiado conmigo y no lo había visto nunca.

“¿Puedo sentarme contigo?”, me preguntó, a lo que rápidamente y sin pensar respondí: “¡Claro, no hay problema!”. Parecía un hombre de negocios con un traje elegante negro y una linda corbata azul clara. Esperaba ver detrás de él a alguna dama que lo acompañara o algún familiar, pero no ocurrió.

Lo único que hacía era verlo mientras hablaba, mientras me mordía los labios por besarlo, respondiéndome con una mirada penetrante, me puse de todos colores y le correspondí con una sonrisa pícara. Era ingeniero y estaba soltero, por lo que me dio más motivos para compartir con él. Entre copas y risas, charlamos bastante de nuestras vidas y recordamos viejos tiempos; en un descuido mi copa se cayó y el vino se regó en su traje, no supe qué hacer, estaba muerta de pena, con la servilleta pasé a secar su pantalón muy sutilmente y sentí que él lo disfrutaba.

Aproveché la situación y me levanté muy sensual a secarle el vino, me vio de arriba hacia abajo, me incliné para hacerlo bien, sin percances, su reacción fue tocarme la cara, mirándome a los ojos y, sin pensarlo, me besó muy apasionadamente. Al terminar me dijo que iría al baño a limpiarse, yo también decidí ir a retocarme. Estando allí sentí que entró y cerró la puerta, entre nervios y deseos nos besamos, comenzó a subirme el vestido, por lo que metió sus manos entre mis piernas acariciándome, sentía sus dedos en mi piel, empezó a tocar mis pechos suavemente, mis pezones los sentía erguidos.

Noté su erección rápidamente, lo que despertó la fiera que hay en mí, empezamos a quitarnos la ropa velozmente hasta quedarnos desnudos con nuestros cuerpos vibrando, empecé a besarlo desde el cuello bajando poco a poco, rocé la punta de su pene con mi lengua, chupándolo mientras le tocaba sus nalgas, él loco de deseo me cargó, en posición de abrazo, y balanceando mis caderas de arriba hacia abajo me penetró con su voluptuoso miembro. Eso me volvió loca de pasión.

Llenos de gozo y sin preocupación alguna de que nos descubrieran, me bajó, me chupó cada uno de mis pezones y los mordisqueó delicadamente, lo que provocó que me retorciera de placer y un grito de excitación se me escapó: “¡Ayy!”. Me di media vuelta y me apoyé de la pared, él estimulándome con caricias en el clítoris y la otra mano en mi pecho, me penetró gloriosamente, mientras yo le exigía que no parara.

Culminando con el éxtasis de placer que nos invadió, terminamos exhaustos, me rodeó con sus brazos mientras me acariciaba delicadamente; nos vestimos, con risas nerviosas salimos de aquel restaurant y me llevó a su casa, donde acabamos la botella de vino…

Fue una noche esplendida. No podía creer lo que sucedió, haber sentido esto tan fuerte por alguien que pasó de ser insignificante a un galán de ensueño. Al despertar mientras lo acariciaba suavemente, noté sus ojos abrirse, mirándome me besó y me dijo: “Qué dulce despertar, cariño”. Con una sonrisa pícara y unos besos incitantes, volvió a nosotros aquella pasión intensa.

Publicidad
Publicidad