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Juego de las Estrellas: fue bueno mientras hubo Polar

Hay cosas en Venezuela que no cambian. El Juego de Estrellas del beisbol criollo es un evento que tiene una capacidad particular para repetir y superar cada año sus propios errores. Por más que lo intentan, siguen organizando un espectáculo que genera muy poco atractivo entre el público y los contados peloteros que acceden a participar en él. La edición 2017 dejó pocas cosas que aplaudir y muchas pifias que contar.

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TEXTO: LEO MENDOZA

La iniciativa de juntarse con Empresas Polar para unir el Juego de Estrellas con el primer Juego de Celebridades fue, sin duda, el gran acierto de la jornada. El público compró la idea de ver a sus artistas preferidos junto a diferentes personalidades del deporte dentro de un diamante, y eso se vio en la muy buena entrada que tuvo el estadio Universitario. El plan no era malo. Con un ticket, que empezaba en BsF. 250, tenías derecho a quedarte para ambos juegos, tomando cervezas a BsF.550. Rompió el molde ver a Juan Arango y a José Manuel Rey bateando en vez de pateando; a más de una modelo perdida en los jardines buscando batazos y artistas en un terreno diferente a los escenarios.

Pero tan pronto se acabó el partido de softbol y Polar entregó las riendas del espectáculo a la Asociación Única de Peloteros, se notó el cambio y arrancó la ya recurrente improvisación. El partido empezó con retraso (pasadas las 8:00 pm) sin que se anunciara quiénes conformaban cada equipo, sus respectivos mánagers y los pitchers asignados para abrir el partido. Todo empezó mal, y siguió así.

El público tuvo que esperar que empezaran a batear cada uno de los equipos para enterarse a quiénes iban a ver durante el partido. Ahí mismo se le vieron las costuras a la selección de peloteros. En el equipo de las Estrellas Consagradas, el primer bateador fue Miguel Aparicio, joven de apenas 17 años que está en su temporada de debut con los Navegantes del Magallanes y solo suma tres turnos. Mientras, en el lineup titular de las Estrellas del Futuro se “coló”, inexplicablemente, Francisco Martínez, tercera base de ya 26 años y que no cuenta con un solo turno este año con los Leones del Caracas.

Nunca se supo el nombre de los lanzadores que iban entrando porque ni los anunciadores sabían, ni salieron en pantalla. Tampoco existía un roster con los números del uniforme para uno guiarse. ¡Ah! Hablando de uniforme. En el sexto inning entró a relevar un pitcher derecho, número 38, usando el pantalón de Caribes de Anzoátegui y no el mismo que el resto de sus compañeros.

El numeroso público que asistió desde temprano para el show con las celebridades se quedó en gran medida para el choque de estrellas, pero fue abandonando el recinto de Los Chaguaramos conforme fueron pasando los capítulos. Luego de finalizar el quinto inning y de rifarse unos, para nada despreciables, pasajes a Aruba por uno de los patrocinantes del evento, buena parte de la gente se paró de sus asientos y se marchó.

Los pocos que quedaron no entendieron muy bien el momento en que el partido se terminó tras caer el tercer out del séptimo inning. El propio equipo de las Estrellas Consagradas no sabía si volver al dugout o celebrar la victoria 9-4 en un evento que sigue manejándose con una improvisación imperdonable para una liga profesional.

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