Venezuela

Venezolanos no pueden morir en el exterior

(ND: la versión original de esta historia fue modificada, por miedo a represalias contra las fuentes). Emigrados y familiares siguen unidos en largas vistas por video y acompañan la vida diaria en redes sociales. Pero el cierre económico del país los pone en otro planeta en caso de emergencia

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“Soy una madre desesperada”, comentó hace poco una mujer en Facebook. Su hija, una joven que cambió el Ávila y el clima tropical por calores y fríos extremos, murió repentina e inesperadamente. Había trocado el carrusel económico y la criminalidad desatada, por un camino nuevo y solitario.

El caso conmovió a muchos, abundaron los pésames y las ofertas de ayuda. Otros dudaron y pidieron referencias y detalles de la muerte. La desesperación llega cuando no hay fondos que compran un pasaje para atravesar el mundo o pagar servicios funerarios en dólares.

“Estar en forma: cuerpo, mente y espíritu en armonía”, se lee en un el muro de Facebook de Charlie García, graduada en la Universidad Central de Venezuela y meses después de establecerse en Canadá. Su familia, en un caso diferente al comentado antes, pidió colaboraciones hace poco para repatriar su cuerpo desde Canadá, aunque el consulado aportó parte de los gastos.

Hoy, en mi página de inicio de Facebook me recibe con el caso de una familia venezolana que tuvo un accidente poco después de llegar a Costa Rica.

“Hace un par de meses una familia que llegó a este país para darle mejor vida a sus tres hijas tuvo un accidente de tránsito”, dice la publicación. Cuenta que una de las tres hijas falleció y la madre debe sustentar al resto de la familia que quedó hospitalizada. Su petición de donaciones está dirigida a venezolanos en el exterior. A gente anónima, a quien sea.

Un amigo contó que hace poco murió un venezolano en Alicante y el grupo local de Facebook lo ayudó, otro refirió casos similares en Berlín y Dublín: “gente de familia humilde”.

Cencoex no tiene previsiones para estos sucesos –los de salud no funcionan así–, los involucrados reportan que los consulados están renuentes a ayudar. Y el dólar en el mercado negro ronda los 700 bolívares, por lo que un salario mínimo de 7.500 bolívares compra poco más de 10 dólares.

Y qué emigrante toma previsiones para afrontar su propia muerte. O, peor, como la asume la familia en un país donde ese salario mínimo debe comprar un kilo de tomates a 330 bolívares y una docena de huevos a 550.

Pero además, a la comunidad emigrante no necesariamente le va mucho mejor. Los ingresos pueden ser muy ajustados y las donaciones marchan más lento que los comentarios de solidaridad.

El problema para la familia en Venezuela es grande. En Madrid, por ejemplo, el presupuesto más bajo para una cremación asciende en julio a 1.500 euros (no sabemos si suman más renglones a la cuenta final) y repatriar un cadáver cuesta entre 4.000 y 5.000 euros.

La economía sigue siendo un problema. Pero el emigrante mejora en seguridad personal. “En esta época muere mucha gente en Madrid”, cuenta un representante funerario a las puertas de la morgue de la ciudad en la Universidad Complutense. A ese lugar llevan a todos los fallecidos en la Comunidad de Madrid, cuya muerte debe investigarse. “¿Cómo cuántas personas traen?”, insisto. “A veces hasta ocho o diez en un día. Pero hoy no ha llegado nadie”, respondió.

La falta de previsión para la muerte no es una rareza en ninguna entre grupos humanos, y tampoco es novedad atender accidentes o fallecimientos con una colecta de emergencia. Lo nuevo es que familia y amigos no puedan contribuir.

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