Venezuela

La sequía: el mejor aliado del zika

La vecina del sector Los Manguitos, Vivian Goenaga -37 años-, no ha podido bañarse, lavar su ropa ni cocinar con tranquilidad desde hace 30 días porque no le llega el agua. Una colección de tanques y pipotes de diferentes tamaños repletos del líquido cubren los pisos de cerámica de su residencia y las de los otros habitantes de la barriada.

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FOTOGRAFÍAS: ANDREA HERNÁNDEZ

Ella asegura que en esa zona de Las Minas del Municipio Baruta, al sureste de Caracas, la acumulación de agua representa un gran riesgo para su comunidad, pero, resalta, es necesaria. Ellos cargan el líquido desde residencias cercanas en contenedores de plástico hasta las suyas. Ya ni se molestan en abrir el grifo con la esperanza de que caiga una gota.

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En plena sequía, una de las más hostiles que ha vivido Venezuela en años, los recipientes donde almacenan le agua se convierten en un oasis para el virus del Zika en Los Manguitos. Darko Charris -40 años-, estima que había pocos casos en ese sitio. Sin embargo, cuando lo recorrió el 3 de febrero junto con los fumigadores de la Alcaldía de Baruta contó cuatro más, aparte de los que ya conocía.

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Solo en la familia Arguinzones, una de las 60 que habitan en ese sector, cuatro niños padecen el virus. Sus madres interrumpieron su reposo para que funcionarios de la Alcaldía de Baruta inspeccionaran su hogar y llenaran el espacio de un humo blanco que los hacía toser y lagrimear. Bajaron apurados los escalones con los muchachos y un cachorro en sus brazos.

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Criaderos de patas blancas

La médico rural, Claudia Vassan -27 años-, insiste en que si la gente no tiene agua, no les queda otra que recolectarla. “¿Cómo van a preparar sus alimentos? ¿Cómo van a llevar a cabo su higiene personal?”, se pregunta. Las fumigaciones y campañas de concientización ayudan, pero no atacan el problema desde la raíz. Son un pañito caliente.

Los vecinos abrieron sus puertas a los hombres que llevaron a cabo la aspersión del insecticida, Julio y Jonathan. Se turnaban las casas para inundar de blanco cada habitación. Sus residentes debían esperar una hora antes de volver a entrar.

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Para las fumigaciones focales, los funcionarios necesitan la ayuda de la comunidad. Alguien de confianza, un líder, que les pida a los vecinos que colaboren. En este caso, fue Chirras. Sin embargo, los médicos rurales que participan en las fumigaciones a veces se encuentran con rejas cerradas y nadie a la vista.

“Muchas veces prefieren hacer la cola para comprar Harina PAN. o detergente en lugar de recibir la aspersión del insecticida”, comenta la jefa de la división de epidemiología y programas de salud de la Alcaldía Metropolitana, Miriam Fuino. Casi la mitad son suspendidas porque no hay nadie que reciba al equipo de exterminadores.

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Uno de cuatro

Si bien Los Manguitos no es una de las zonas más afectadas, la doctora insiste en que no se denuncian todos los casos de zika. Uno de cuatro es notificado en el ambulatorio de Las Minas.

La mayoría de los enfermos han sido detectados mediante la vigilancia activa, una estrategia que consiste en hacerles seguimiento a las personas que ingresan con síntomas (fiebre, el sarpullido, conjuntivitis o dolores en las articulaciones).

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El rastreo consta en el registro de los datos de estos pacientes y llamadas para revisar si hay o no evolución en las manifestaciones del virus. Todos los días entrevistan por teléfono a más de 100 personas. De las tres parroquias que monitorea Fuino –Las Minas, El Cafetal y Nuestra Señora del Rosario–, la zona popular de Las Minas es la que más casos acumula (49%). “En 2016, tenemos bastantes e incrementan paulatinamente”, indica la doctora.

Los vecinos de Los Manguitos saben que deben tapar los contenedores donde almacenan el agua. Lo saben. El equipo de médicos que llevó a cabo la inspección de las residencias encontró tanques cubiertos y bateas secas. Pero con lo que más se topó fue con personas que pedían agua. “¿Usted trabaja con la Alcaldía? Bueno, dígales que llevamos 30 días sin agua”, ordenaban. “No puede ser. Yo tengo hasta las bromelias marchitas, chica”, lamentó una señora cuando entraron a fumigar su casa.

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