El “Excelentísimo” no le niega nada a nadie, como lo dictan las buenas costumbres. Despedía a la Fiscal de la República, Luisa Ortega Díaz, cuando accedió a una entrevista. “¿En qué le puedo ser útil?”, preguntó. El camino a su oficina, la dirección de protocolo de la Asamblea Nacional, duró poco más de dos minutos a pesar de que resolvió varios impases de logística que reclamaban la atención del hombre que más tomas de posesión de presidentes electos ha dirigido en Venezuela.
Van 8, recordó.
Víctor Mendoza Coronado llevaba 15 años sin pisar con sus pulidos zapatos el suelo de la Asamblea. Hoy, es dueño y señor de las llaves del Parlamento venezolano. Nadie se mueve en los jardines y salones sin que él lo planifique.
“Mi rostro es mi prestigio”
El también periodista enumera sus logros académicos y profesionales, recostado en su silla dentro de la oficina de la dirección. Considera que una gran parte de su reputación es su extenso currículo en el cosmos de la etiqueta. Es docente de la Universidad Central de Venezuela (UCV) donde lleva un diplomado de Ceremonial y Protocolo; da clases en la escuela de Publicidad y de Comercio Exterior en la Universidad Alejandro Humboldt; y es director de protocolo de la Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo. Ha dado más de 380 conferencias sobre su oficio. Además es calígrafo y taquígrafo.
Esa década y media de exilio laboró como docente, escritor y cultivó su hoja de vida en todo lo referente al protocolo. Es por esto que Mendoza estimó que si lo llamaron luego de 15 años, es porque de algo sirve. “Mi rostro es mi prestigio”, subrayó. Él y su equipo pretenden rescatar los valores que caracterizaban el Palacio construido en 1873 por Antonio Guzmán Blanco. Ya cada vez menos diputados han doblado sus chaquetas deportivas para descolgar el paltó. “Hay que tener mucha elegancia, mucha prestancia y prudencia”, decretó.
Vuelo por instrumento
A pesar de ser el hombre ideal para el trabajo, “hubo una ‘movedera’ de matas” luego del golpe de Estado de 2002 y él fue uno de los podados. El despido lo aceptó “muy humildemente”, a pesar de tener bajo la manga de su pulcro flux la experiencia que solo vienen con eventos imprevisibles -como el juicio político de Carlos Andrés Pérez que llevó a las ceremonias oficiales para investir de poder a otros tres presidentes en menos de 2 años.
Mendoza asegura que durante su ausencia el protocolo del Palacio Legislativo lo volaban por instrumento, sin norte. “En los últimos 15 años algunas ceremonias se llevaron como si fueran un carnaval”, lamentó. La grama perfectamente manicurada de su periodo como director fue pisoteada por gente que entraba y salía a su antojo mientras que se negaba la entrada a periodistas, apuntó. Sin embargo, se emocionó cuando se encontró con empleados que le vieron la espalda hace década y media años:
“A uno se le aguan los ojos porque hay gente con mucha mística de trabajo que aún sigue aquí aunque hayan tenido que pasar bajo perfil estos 15 años”.
La mística de la que habla Mendoza no es más que filosofía pura del trabajo y eso es lo que busca en sus subalternos. Esa doctrina también se ha convertido en su estilo de vida: “Protocolo es orden, majestad y respeto. Además tiene tres valores agregados que es darle gracias a Dios y a la familia; en segunda instancia, aprender a dar para recibir; y en tercera, aprender a celebrar”.
La colección
Cuando examinó por primera vez su antiguo espacio de trabajo, se encontró con plantas secas y clavos por todas partes. Lo que más le impactó fue la cantidad de cuadros de “personas ajenas al Palacio” –la cara de Chávez se asomaba por las columnas griegas hasta que Henry Ramos Allup mandó a desmontar las imágenes. Eso no se estila en ningún parlamento del mundo, comentó.
Mendoza peina su cabello -canoso en las sienes- con un pequeño peine negro y mucho cuidado. Pocos se atreven a cuestionar su maestría. Hace mucho tiempo que se inició en la materia -acumula 43 años de experiencia en la Asamblea.
Nunca pensó que sería funcionario de protocolo, pero las ceremonias de la gobernación de Lara lo flecharon cuando era joven. Luego dio con su vocación.
Hoy, el director guarda en su memoria fechas y nombres. Pero las anécdotas son las perlas de su corona.
Justo antes de la juramentación de Hugo Chávez como primer mandatario de la República, se designó a dedo a un nuevo presidente del extinto Congreso. 24 horas después de que Mendoza organizara los trámites para el nombramiento de la nueva cabeza de la AN, este fue reemplazado por el coronel Luis Alfonso Dávila. El único que conocía el nombre del “presidente entubado” era el director de protocolo y se lo llevará a la tumba: “Se dice el pecado, mas no el pecador”.
Como cualquier funcionario que acumula décadas de experiencias, Víctor Mendoza colecciona relatos, ostenta destreza en su arte y, sin pedirlo, recibe respeto. Diputados de lado y lado lo saludan como al anfitrión de la casa, le preguntan los pasos a seguir y le sonríen.
Ese día, la fiscal Ortega Díaz se negó a declarar ante las cámaras sobre su Memoria y Cuenta ante el Parlamento. El único periodista al que se dirigió fue Mendoza, quien se despidió con una reverencia desprendida y experta.