Venezuela

Yo no soy pueblo ni tampoco vivo en una Patria

 Yo no soy pueblo porque no soy un niño desvalido que necesita ayuda. Yo no soy pueblo porque yo no creo que el Estado deba resolver todos mis problemas.

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FOTO: AP

Ningún pobrecito indígena que era bueno, ningún europeo maluco que nos vino a quitar nuestra inocencia. Ningún hijo glorioso de Bolívar. Ningún imperialismo que nos aliena ni ningún neo-liberalismo que nos hunde a nosotros los buenos y los mejores. No somos buenos ni somos mejores que nadie, no somos una raza privilegiada ni un pueblo noble.

¡Ya basta de pajas condescendientes!

Esa palabra que tanto usa el poderoso, que tanto usa el Estado socialista, la revolución, es una trampa que me vuelve dependiente, que me impone dominación.

La palabra pueblo me dice: «Ven, muchachito, tú eres un inválido, tú eres un incapaz, tú no sabes qué hacer con tu vida. Ven, deja todo en mis manos».

Yo no soy pueblo porque no soy un menor de edad que debe ser educado y protegido.

Yo no soy pueblo porque pienso que poner mi destino en manos de otros que dicen llamarse Estado es darle el poder a esos otros de mandar sobre mi vida a fuerza de caridad, lástima y mendrugos. Y yo no quiero mendigar lástima ni sobras.

Yo no soy pueblo porque no quiero estar de acuerdo con todo lo que el Estado haga y diga. Y tampoco soy pueblo porque no quiero sobre mí la violencia, la furia y el odio cuando no esté de acuerdo con todo lo que el Estado haga o diga. Porque es así, la subestimación lleva al castigo. Quien subestima se vuelve violento, porque la violencia es su amor correctivo, es su manera de educarte cuando eres terco para aprender.

Quien se deja imponer la etiqueta de pueblo está entregando su libertad. Y también su prosperidad, y su propiedad, y su seguridad. Y su independencia, la verdadera, la del individuo.

Yo no quiero ideas románticas sensibleras, yo no quiero amor de telenovela, yo no quiero políticos llorando por nosotros sobre una tarima y bajo la lluvia (¡oh sí, qué romántico!). Yo no quiero el show del amor ni ninguna de esas cursilerías que atañen al pueblo y que nos han lanzado a este abismo de oscuridades. Gente a la que le gusta que le llamen pueblo se ha creído todas las mentiras del populismo. La cursilería populista nos trajo hasta acá.

Yo no soy pueblo, porque yo no soy masa, yo me valgo por mí mismo, y creo en mi libertad. En la mía como persona diferente y distintiva, no en esa colectiva y falsa que me dice qué pensar y qué hacer.

Yo quiero un país serio, de gente seria que no espera mendrugos ni se deja golpear como un animalito desdichado y agradecido por el violento de turno.

Yo soy ciudadano y quiero vivir en un país… o por lo menos eso pretendo.

Nada de Patria, nada de pueblo, nada de comandantes eternos.

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