Venezuela

La vitrina de la nueva Élite (la librería)

Cerca de la fuente de Plaza Venezuela, donde antes se exhibían textos universitarios, ahora hay una vitrina llena de manuales fotocopiados de palería y santería. Eso también nos habla del país en que nos hemos convertido. Al igual que nuestras paranoias ante lo sobrenatural 

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La intensidad lacerante de la actualidad venezolana hace que percibamos algunos recuerdos del pasado reciente, que sabemos totalmente auténticos, con la textura brumosa de un sueño o de una reencarnación anterior. Hubo un tiempo en la que Carla Angola salía en Globovisión y hacía publicidad de lentecitos. Hubo un día en el que Lorenzo Mendoza estuvo en Miraflores y le dijo a Nicolás Maduro en su bigote: “El venezolano no es envidioso, el venezolano aspira. El que envidia, no avanza”. Hubo una época en la que cerca de la Plaza Venezuela, en el centro moderno de Caracas, había un pequeño circuito de librerías especializadas, entre ellas la Élite.

Así como las largas colas en los supermercados y las panaderías, la vitrina principal de la nueva Élite (la librería) también dice mucho de lo que hoy es Venezuela. Allí, a donde hasta hace poco se dirigían estudiantes a buscar libros de Medicina, Sicología o Ingeniería, se muestran lo que a primera vista parecen fotocopias universitarias encuadernadas con espiral. En realidad se trata de manuales de santería y palería. Tienen un costo que oscila entre los 2.000 y los 10.000 bolívares (algunos incluyen un disco compacto). Pregunté en la tienda si alguno de los encargados era especialista en cultos de origen africano o si en ese lugar ahora funcionaba algún tipo de consultorio, pero me aseguraron que no. La vinculación con las fotocopias es de interés estrictamente comercial. “Los manuales los recopiló una persona que antes estuvo encargada del local y que ya falleció”, me explicaron.

La regla Phil Collins

La palería (también conocida como Reglas de Congo, y cuyas ramificaciones abarcan los subcultos de Mayombe, Brillumba o Kimbisa), menos conocida que la santería (Regla de Oshá o Ifá), ha adquirido una reputación particularmente siniestra. Cuando se produjo la profanación de las tumbas de Rómulo Gallegos e Isaías Medina Angarita en el Cementerio General del Sur, en un programa de radio tan escuchado como el de César Miguel Rondón se ventiló de manera más o menos abierta la existencia de un mercado negro de restos humanos para rituales de palería, al parecer tan cotizados como los cuernos de rinoceronte en la medicina tradicional de China.

Se ha terminado relacionando la palabra “palero” a una especie de tenebrosa religión de Estado impulsada por el castrocomunismo que ha jugado un factor clave en la preservación del statu quo chavista y la subyugación espiritual de la población venezolana desde 1998 (ergo, el striptease en cadena de TV de los restos de Bolívar). En mi círculo de amigos, la sola mención de que quería saber más sobre este culto despertaba miradas aterrorizadas: “¡Nooooo, nooooo, nooooo, no lo hagas!”, como gime el cantante Romeo en una de sus bachatas.

Pero si trabajo en medios de comunicación, mi responsabilidad es al menor intentar cumplir la regla Phil Collins: “We Always Need to Hear Both Sides of the Story”. Siempre tenemos que escuchar al menos dos lados de la historia.

Lo que dice un folleto

En Élite, compré el manual fotocopiado de palería que más se ajustaba a mi presupuesto: Rituales de Palo Mayombe, Volumen 1, de la autora Brenda Mauco, fechado en septiembre de 2010 (ya dentro de la librería, por cierto, conseguí a ridículo precio de remate una pequeña reliquia: uno de los libros de relatos de Julio Barreiro Rivas, alias Farandulo, ex decorador de discotecas y personaje mítico de San Antonio de los Altos que asegura que Hitler está enterrado en su Galicia natal).

Mi inversión de casi 3 palos se trata de una recopilación de rituales básicamente inofensivos (algunos se hacen con cotufas), cánticos y una muy breve introducción a la naturaleza y terminología de la palería. Solo en una parte del texto fotocopiado se hace mención de huesos (no se especifica si humanos) como componentes de la Nganga o Prenda, un caldero ritual consagrado descrito como “la herramienta central de adoración”.

En el resto del folleto se leen afirmaciones de naturaleza ética que podrían ser comunes a toda religión:

“Entre los paleros se prohíbe la homosexualidad”.

“El Palo no es magia negra, porque el palero puede elegir trabajar con espíritus de luz o espíritus de oscuridad”.

“La principal meta del Palo está orientada al desarrollo espiritual de la luz y el progreso de la gente”.

“Nunca haga mal a otras personas”.

“Tenga un comportamiento ejemplar en sociedad, no olvide que usted representa una religión milenaria”.

Eso sí, uno de los rituales lleva el título de Trabajo para separar o hacer pelear. En todo caso, los encabezados de los manuales que uno encuentra en la Élite sugieren que iniciarse en este culto puede ser tan complicado como estudiar Ingeniería Mecánica en la USB: Tratado de Mpungos; Rogación de Cabeza; Tratado de Brillumba; Responsables de un Munanzo Congo; Enseres necesarios en coronaciones; Firmas (Patipembas) para trabajos de amor, destrucción, quitamuertos y enderezar; Entrada a la Nfinda; Tratado de Gurunfinda; Los Chamalongos Mayomberos; El Espíritu Lucero; La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje. En una de las portadas se aclara: “La mayombería y palería es una Regla que amalgama todo: Palo Muerto, Ochá, Santo, Abakua, Iglesia, Espiritismo, Brujería, Bantú. Pero a su vez es cristiana, es de Dios, con un claro predominio de los Congos sobre los Lucumi”.

Un veterano que hace consultas de Mayombe en el centro de Caracas, y que me aseguró que es médico graduado (mantengo su nombre en reserva), no me confirmó la existencia de un mercado negro palero de restos humanos, aunque tampoco lo desmintió: “La mal llamada palería, o Mayombe, no es una religión, sino un proceso cultural. Mi punto de vista es filosófico y africanista. Esto no es brujería ni hechicería. Pero en Venezuela, por culpa de la influencia negativa de Cuba, se ha desvirtuado 100% la idea original de Mayombe. Se ha irrespetado el linaje. Ha terminado predominando la ambición de poder y el yoísmo de los que se hacen llamar ‘Tatas’, y por eso ha terminado adquiriendo un estigma diabólico.

En África jamás se ha rendido culto al diablo, empezando porque el diablo es un concepto cristiano. Mayombe quiere decir magistrado, es decir, intermediario. El protector de una tribu completa. La Nganga es un caldero para curar, no para matar. Es cierto que en África existe la tradición de dejar secar los restos de los muertos y molerlos. Pero en Mayombe hay otros elementos mucho más importantes: los árboles, la tierra, las aguas consagradas, las ofrendas de animales y sobre todo las piedras”.

En fin, siempre me ha parecido odioso discriminar a las religiones en superiores e inferiores. Se supone que en Venezuela hay libertad de cultos: para todos. En caso de que la versión sea cierta, la profanación de tumbas es un delito, pero tampoco podemos imponer a toda la población las creencias cristianas predominantes: los restos de los seres queridos se desaparecen bajo la tierra, así como nos desentendemos de la basura doméstica que dejamos en la esquina. Quizás deberíamos centrarnos más en los asuntos de los vivos.

Tan significativo y deprimente es que la antigua librería Élite esté llena de fotocopias de palería, en vez de textos científicos o literarios, como el hecho de que paranoicamente atribuyamos un poder exagerado a presuntas fuerzas sobrenaturales que se (nos) manejan en las sombras. Nos sirve de excusa paralizante para no dar la batalla donde hay que darla: puertas afuera, en la creación diaria de ciudadanía y derechos civiles. Por supuesto, eso es más serio que un cementerio.

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