Venezuela

Gil Laya: el Walt Disney de la era bachaquera

Todo lo que la televisión y el cine no se atreven a mostrar está en sus videos: el vendedor ilegal del Metro de Caracas que infunde pánico a los pasajeros (“Apoyen el talento, no apoyen la sinvergüenzura”), las colas en el abasto Bicentenario de Plaza Venezuela, el policía matraquero que pide para el refresco o el bachaquero cuya dieta consiste en arroz con mantequilla y mango con sal.

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ILUSTRACIONES DE GIL LAYA

El clímax de las animaciones de Gil Laya, un diseñador gráfico no graduado de apenas 21 años que se ha erigido como el Walt Disney de este período de la historia venezolana, hace recordar a los musicales de Bollywood: ocurre cuando autoridades municipales que no usan desodorante, mototaxistas con chalecos anaranjados y guarimberos con máscaras antigás rompen a bailar en espectaculares coreografías de géneros urbanos frente a los murales cinéticos de la avenida Libertador o en plena Plaza Altamira.

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Hasta el presidente Maduro y su homólogo estadounidense Donal Trump han hecho participaciones especiales en su canal de Youtube.

“Cuando elaboro una animación pienso en cómo hago para que un chamo de 14 años no se aburra y lo quite. Lo hago pensando en todas las personas que trabajan muy duro, así como yo, y hacen que este país aún siga funcionando. El pueblo necesita mucho, mucho amor en estos momentos”, responde en un cuestionario electrónico acerca de su principal motivación para dedicar su tiempo libre a videos cuya elaboración le toman hasta una semana por cada minuto en pantalla.

En su más reciente animación, Pelandito, el soltero sin hijos que en realidad se llama Gilberto Laya se representa a sí mismo como un chamo contemporáneo venezolano que no tiene real para invitar a su chama a comer sushi: “Con este poco e’ billetes parezco rico, pero en verdad no me alcanza ni pa’ un cachito”.

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En una breve entrevista audiovisual que ya le hizo El Estímulo el año pasado, y en la que confesó que su primera inspiración fue un vendedor atorrante de Mentos en el Metro, usted puede determinar cuánto se parece el verdadero Gilberto a su avatar con lentecitos de pasta fashion de color azul.

De manera similar al hotel Dos se Van, Tres Llegan y el refresco Tome Pin y Haga Pun, algunos de los principales patrocinantes de Condorito, Gil Laya cuenta con algunas marcas invitadas en sus productos, caso de los interiores Calvin Plein y el Anís Cartujo (“Pa’ gente de lujo”).

Además de sus criaturas recurrentes a los que presta su propia voz, como la sifrinita de clase media exterminada que le pide a su papá una Toyota Merú y croissants de chocolate y el Polibaruta con desagradable pelo facial que tiene que mantener a ocho muchachos, la popularidad de los videos de Gil Laya le ha permitido incorporar a artistas invitados que se han convertido en sus fans, como el cantante urbano José Koonze y la bailarina y modelo Magga Bracoviche, una víctima de la violencia de género

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“Los musicales tienen un orden geográfico, van de Plaza Venezuela hacia Palo Verde. Actualmente vamos por Altamira, pronto viene Charallave y otros sitios que me llaman la atención”, deja pistas dignas del Código Da Vinci el que reconoce como principales referencias visuales a El Chavo, Los Padrinos Mágicos y el videojuego Grand Theft Auto.

“En mis videos se debe sentir que realmente estamos en Caracas. El Bananero.com tiene un estilo de producción bastante elaborado, a pesar de que su trabajo lo hace una sola persona. Si él pudo, pues yo también. Radio Rochela llevaba lo criollo a la pantalla. Es muy importante que el venezolano se identifique con mi material. En la película La Máscara de Jim Carrey, que es mi favorita, hay una línea entre lo real y lo fantástico. Eso es lo que busco: lo mágico, lo absurdo, policías bailando, la locura, la vida y la muerte. Tú decides si realmente vivir o echarte a morir”.
—¿Qué chiste de sus propios videos le da más risa?

—Las mujeres me desbalancean la autoestima. No comprendo cómo piensan, me encantan y las amo, pero no entiendo como funciona su cerebro y jamás lo entenderé. No puedo vivir sin ellas, me generan una relación amor-odio con la que debo lidiar. En mis videos tengo un personaje femenino que siempre da problemas.

—¿Cómo empezó todo?

—Desde que tenía 10 años agarraba un celular con cámara y rayaba hojas de papel simulando una animación. Luego me puse en la computadora. Últimamente mis obras se dan a conocer por qué se están basando en una realidad social. El chispazo ocurre en la calle, en el bus, en el Metro y en mi mente.

—En Venezuela han metido presos a tuiteros y hasta a articulistas de opinión. Hay riesgos reales contra la libertad de expresión. ¿En algún momento se autocensura?

—El material que hago nunca señala a nadie. Cada quien con sus asuntos. Venezuela es de todos nosotros. Acusar o denunciar es algo que no va de la mano con este proyecto artístico. Siempre existirán miles de puntos de vista, pero el contenido se hace siempre pensando en entretener y conmover al espectador, sin ánimos de ofender a ninguno. Es una obra de arte.

—¿Se siente la voz de los chamos que están pelando bola por la hiperinflación?

—La mayoría de los que hacemos producciones audiovisuales en Venezuela estamos teniendo más pérdida que ganancia. La inflación nos afecta a todos, empezando por el que vende cigarros. Pero lo que se debe tener muy claro es que siempre se debe ser feliz, se tenga poco o mucho. El dinero va y viene. Todo es mental, no dejaré de ser feliz por la ausencia de un billete a mis 21 años de edad.

—Los videos de Gil Laya se ven muy producidos. ¿Cuánto tiempo de su vida invierte en ellos?

—Puedo producir un minuto en una semana, todo depende de lo pesado del guión, de los efectos visuales y de lo complicado de los bailes. Suponiendo que me dedicara sólo a eso, me tomaría un minuto por cada tres días. Pero también debo buscar el pan de cada día, trabajar bastante, querer a la familia, compartir con los amigos, anotar ideas y pensar en el próximo video. Es una buena pregunta. Creo que en realidad no hago más nada aparte de esto. Esta actividad me mantiene bastante ocupado y hasta ahora no me he aburrido. Fui jardinero, sé cortar arbustos y dejar un jardín impecable, pero ya no me dedico a eso.

—¿Cuál considera su video más logrado?

—Personalmente es Baja en 5. Es un video que no aburre al público a pesar de sus cinco minutos de duración. Es un estilo que me gustaría repetir. Contó con animaciones 3D, rotoscopias, y una producción de seis meses. Pero Mentos en el Metro es el que le tocó la puerta a gran parte de la juventud venezolana, con sus 2 millones de visitas en Facebook en cinco días.

—¿Cómo define lo que se vive hoy en Venezuela?

—Tenemos un país lleno de gente hermosa y trabajadora. Estoy seguro que cada uno tiene un niño por dentro deseoso de muchos abrazos. Somos niños cubiertos de un caparazón áspero y filoso para no lastimarnos unos con otros. Ese caparazón de púas lo usamos en la calle y nos lo quitamos al llegar a la casa. Que estemos pasando un momento complicado no significa que todo se perdió. Es solo una prueba para saber qué tan fuertes somos.

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—¿Hacía muchas imitaciones de voces en el colegio?

—Imitaba voces desde pequeño cuando veía televisión. Siempre me gustaba hablar como las comiquitas. En el colegio no tenía muchos amigos, los puedo contar con la mano, pero sí me ha gustado siempre imitar voces de personajes.

—Después de los videos, ¿qué viene?

—Lo más seguro es que venga una serie cargada de mucha diversión y colaboraciones de otros artistas. Para 2018 está planificado el estreno de una película animada que se está comenzando a hacer con el apoyo de un gran director del cine venezolano.

—Le tengo que preguntar: ¿cómo hace para que las coreografías de policías y mototaxistas le queden tan espectaculares?

—Son una de las partes más delicadas de mis videos. Cada fotografía y cada segundo están hechos para estimular visualmente al espectador. Cada línea y cada paso son seleccionados por mí después de un largo análisis de videos musicales, luego son tratados detalladamente cuadro por cuadro. Utilizo una técnica llamada rotoscopia que incorpora movimientos humanos en un dibujo animado.

—¿Ha pensado en irse?

— El dinero es sumamente importante para vivir tranquilo. Pero por estos momentos no sería satisfactorio para mí hacer un video fuera de Venezuela. En un futuro es muy probable que sí, pero por ahora no. Nada como mi Ávila al despertar, eso ningún país me lo va a dar.

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