Desde los primeros años de la República de Colombia y los albores de la República de Venezuela en 1830, se formaron varios movimientos políticos: los partidarios de Bolívar, los partidarios de Santander, los monárquicos, los republicanos, los separatistas, los paecistas, tendencias que se expresaban en los nacientes congresos de la república. Bien narra Ramón Díaz Sánchez en su obra “Guzmán – Elipse de un ambición de poder”, cómo ya separada Venezuela de Colombia la grande, no tardaron en aparecer quienes se daban en llamar liberales y por consiguiente su contraparte, la de los conservadores. El resto del Siglo XIX venezolano, discurrió entre ambos partidos y las facciones que de ambos derivaron, para terminar el siglo con la dominación del gran partido liberal amarillo, hasta la llegada de Juan Vicente Gómez al poder.
Tal vez la peor de las consecuencias de la tiranía de Gómez, fue haber perseguido y acabado con los partidos políticos, y junto con ellos la eliminación del único canal de expresión social y política de los venezolanos. No solo acabó con los partidos políticos como la principal institución del sistema democrático, sino que persiguió a todo aquel que quiso expresarse de manera libre. Los políticos venezolanos, que durante el Siglo XIX tuvieron un intenso debate político, a través de cientos de periódicos, expresando de manera libre sus críticas y apoyos a los gobiernos de turno, tuvieron que guardar silencio para luego desaparecer, y la censura implacable llegó a los medios y a la libre expresión del pensamiento.
Fue luego de la muerte del dictador, 27 años luego de asumir el poder, que pudieron reaparecer los partidos políticos a través de nuevas organizaciones más modernas, influidas por las nuevas corrientes del pensamiento político europeo de corte socialista.
Surgieron con fuerza las nuevas organizaciones y la sociedad respondió a la necesidad de participar políticamente en la vida nacional y en la lucha por hacer valer su derecho de elegir a sus gobernantes, y no dejarlo en manos de terceros. Fue prácticamente imparable el activismo y el debate político que cundió en todo el país, y si bien hubo una ruptura violenta del hilo constitucional en 1945, los venezolanos pudieron elegir en 1947, mediante el voto universal directo y secreto, por primera vez en la historia de Venezuela a sus gobernantes y legisladores. Por eso decía Mariano Picón Salas que Venezuela entró con retraso en el Siglo XX, las partidos aparecieron tarde y la cultura política del venezolano se vio muy afectada por años de medio y opresión.
La democracia requiere de los partidos como canal organizado de expresión social, a partir de una ideología o un pensamiento político, y es el principal mecanismo de participación social de la gente. Por eso las dictaduras, lo que buscan es coartarlos o eliminarlos, perseguir y encarcelar a sus líderes.
La dictadura de Marcos Pérez Jiménez hizo lo mismo con los partidos políticos, los eliminó y los hostigó, toleró por una época a quienes le hicieron el juego a la dictadura creyendo que podrían lograr el éxito electoral con la venia del Dictador que graciosamente les cedería el poder, la realidad del autoritarismo terminó de hacerse patente, para terminar proscribiéndolos también.
Ese es el objetivo de los regímenes totalitarios: acabar con los partidos y huir de la voluntad popular, escapar del mandato implacable del voto de la gente, el instrumento sagrado del ciudadano que vive en una sociedad libre.
La manifestación de voluntad de cada ciudadano para validar los partidos políticos, es la expresión de la protesta popular, es la expresión de la rebelión democrática frente al acoso al sistema de libertades.
Los venezolanos han demostrado su deseo de retornar a la democracia de manera cívica, es el respaldo a una conducta coherente en política, a la lucha de quienes como Leopoldo López, Daniel Ceballos, Yon Goicoechea y muchos otros luchan por nuestra libertad. Cada manifestación de voluntad validando los partidos, en un contundente rechazo a un régimen autoritario que no le importa la gente sino el poder.