Venezuela

Balas no es poesía

Ya ve usted, los poetas revolucionarios quieren poesía. Paradójico, hablan de poesía cuando la facción que ellos representan les importa cada vez menos las palabras. Ya ni siquiera ella son instrumentos de destrucción; las desprecian tanto que éstas han dejado hasta de ser dueñas del poder hipnótico y manipulador que les confirió su comandante galáctico.

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Foto: Juan Barreto / AFP

La palabra ya no es nada. Y aquellos, qué insólito, los poetas revolucionarios, pidiendo poesía, poesía para su Constituyente.
La libertad del silencio igualmente ha quedado pisoteada. La gente no calla para respirar y llenarse por dentro con la experiencia de un gran poema, no, nuestra gente calla por temor. O calla porque no tiene fuerza, de tanta hambre. O calla en la muerte. Ese silencio, señores, no es el de la poesía, sino el del horror. Mire usted, ayer un joven de diecisiete años ha callado para siempre. Otro más.
Su trampa jurídica llamada Constituyente no es más que un montón de palabras vacías que buscan convalidar a los tiranos. Ya alcanzaron el colmo del descaro, abusaron hasta el extremo de la palabra, la agotaron y ahora entienden que de nada les sirve, ni siquiera para mentir. Así que lo hicieron, acudieron a su «argumento» irrefutable y último, al me importa-un-coño-no-joda: acudieron a las balas.
Ayer, varios de los que ciegamente soportan a la dictadura sacaron a relucir sus pistolas, uno de ellos mostrando incluso la cara.
¿Estos son los que amarán a la poesía de la Constituyente?
¿Estos asesinos son los hombres para los que Calzadilla hará versos valientes y hermosos y soberanos?
Y sí, lo sabemos, ya saldrán a mostrar los videos donde los GNB huyen de los escuderos. Ya dirán que los muchachos son violentos y terroristas.
Yo les recordaré, señores, que a esa gente no le ha quedado más remedio que defenderse y devolver el mal que les lanzaron. ¿O es que esperaban que esos muchachos se dejaran masacrar leyendo la poesía revolucionaria por la que aboga Calzadilla?
Sus reacciones son la respuesta a la violencia desatada sobre ellos, al odio y la ira de quien mató las palabras, de aquellos que también pretenden matar la verdadera poesía en pro del poder.
Y no me venga ahora usted a echar en cara que la protesta no es pacífica. ¿No ve usted a los miles que salen a marchar? ¿No ve usted a toda esa gente desarmada que viene allá? Son miles, son muchos, son más. Y no llevan fusiles ni metrallas. Su única amenaza es ser, precisamente, una mayoría que rechaza a la facción. Su única amenaza es que, aunque van juntos, cada uno apela por su libertad, por un país mejor en democracia.
No me venga usted hablar de los pobres GNB.
Por favor. ¿No ha visto usted las filas de ballenas? ¿No ha visto usted el ejército de motos? ¿No ha visto usted la cantidad de bombas lacrimógenas? ¿No ha visto usted los trajes y los cascos de los policías y los guardias? ¿No ha visto usted a los colectivos ejerciendo lo que es verdadera violencia?
Allí no hay palabras, tampoco poesía.
Allí lo que hay son guardias nacionales y PNB con armas y con odio, que es la peor arma de todas.
Después de ochenta días en la calle, la facción revolucionaria no quiere entender que ya nadie quiere su falsa y dañina revolución. Acuden a las balas, esos son sus argumentos bonitos, esas son sus palabras revolucionarias, esa es su poesía de muchos, su inmenso amor al pueblo, que de ellos abomina. No, queridos poetas, balas no es poesía.
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