Venezuela

Y el despedido fue... ¡Calderón Berti!

Es una carta que alguien de la talla moral de Humberto Calderón Berti no se merece. Porque si Calderón ha sido un hombre eficiente, trabajador y descollante en todo lo que ha emprendido, la parte de su ser que más brilla es su estatura moral

EFE
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No es el fondo, es la forma. Todos los funcionarios de un gobierno están sujetos a libre remoción de sus cargos. Lo saben y lo asumen una vez que los nombran. Pero la forma de removerlos –y por supuesto, dependiendo de quién sea el funcionario- puede dejar en la opinión pública reconcomios, levantar dudas y complicar más las circunstancias. Estas tres cosas se dieron con el despido descortés, inesperado y precipitado de un prohombre como Humberto Calderón Berti.

Ha pasado otras veces en nuestra historia. Me vienen a la mente aquellos hechos que protagonizó en cadena nacional Hugo Chávez en abril de 2002, cuando despidió a siete miembros de la plana mayor de PDVSA, sonando un pito y decretando “offside” cada vez que anunciaba un nombre. Humillantes, inmerecidos, desacertados. El principio del fin de nuestra industria petrolera, hasta aquel momento una de las principales del mundo. Nada que ver con la PDVSA quebrada y desvalijada que tenemos hoy. Y aquellos despidos que resuenan en nuestras memorias por la forma, fueron más desafortunados por el fondo. Ojalá que no pase lo mismo con el despido de Humberto Calderón Berti.

¿Qué pasó allí? Como ha pasado en la historia reciente de Venezuela con tantas cosas, tal vez nunca lo sepamos. Pero el hecho en sí me dejó petrificada. La carta es… violenta. Sí, es violenta. Es prepotente, es poco clara, es una carta hasta ¿novata?… Nada lo que es Juan Guaidó, lo que me hace suponer que no la redactó él, aunque tengo que reclamarle que la haya firmado. Y me siento con la potestad de reclamarle porque lo reconozco como mi presidente y porque lo he apoyado públicamente, lo que seguiré haciendo. Nadie es infalible y creo que Juan Guaidó falló al prestarse a esa torpeza.

Es una carta que alguien de la talla moral de Humberto Calderón Berti no se merece. Porque si Calderón ha sido un hombre eficiente, trabajador y descollante en todo lo que ha emprendido, la parte de su ser que más brilla es su estatura moral. Si hay algo que no es digno de imitar, es la conducta de patán de Hugo Chávez.

Es una de las cosas que queremos cambiar, ¿cierto?… No sé cuáles serán las “modificaciones en la política exterior” que quiere hacer el equipo de Guaidó, pero no puedo pensar en un representante más idóneo que Humberto Calderón Berti. ¿O será que quieren a un “sigüí” que no cuestione órdenes? Caramba, si yo fuera presidente de la república, tendría en mi gabinete personas que me cuestionen para no terminar creyéndome lo que no soy. Los jaladores son un serio problema. También lo son las lealtades automáticas hacia ciertos “líderes”, porque esos “líderes” (en países del tercer mundo) representan más problemas que soluciones.

Yo entiendo que Guaidó no puede revelar todas sus estrategias ni todas sus acciones, porque pertenecen a las tácticas trazadas para el cese de la usurpación. Pero hay cosas que sí puede –y en este caso DEBE- revelar, por la altura del funcionario despedido. Y si se equivocó, reconocerlo. Muchas veces se gana más respeto reconociendo errores, lo más humano que existe, que ahondar en la soberbia de una equivocación. Los venezolanos conocemos de primera mano lo caros que nos resultan los mandatarios soberbios.

Otro asunto que no me encaja dentro de la carta es la mención a Julio Borges. Yo no creo que Julio esté en esa jugada. Me imagino que eso también tendrá que aclararse.

Mientras tanto, me preocupa que asuntos como éste nos desvíen del propósito real del interinato de Guaidó. En el exterior deben estar tan sorprendidos como yo por el despido de Calderón Berti, uno de los venezolanos más conocidos en el mundo. Y aquí en Venezuela y los venezolanos en el exterior, atónitos, esperamos una honesta explicación sobre qué fue lo que realmente pasó. Nos la merecemos, caramba.

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