Sociedad

Cotiza, donde nació la revolución de 2019

Una revuelta militar en el comando de la Guardia Nacional ubicado en Cotiza fue el detonante de un día de protestas en la barriada caraqueña. La falta de agua, gas y luz empujaron a los vecinos a tomar las calles, hasta para respaldar a los insurrectos. El descontento es masivo. El chavismo es minoría electoral hace un lustro, pero la comunidad solía resguardarse. Eso cambió. Ahora un grito colectivo exige que Nicolás Maduro se vaya

Fotografías: Daniel Hernández
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En Cotiza todavía se respira tensión. Los lugareños no han olvidado la razón que los motivó a salir a la calle y protestar el lunes 21 de enero de 2019. La indignación les corre por las venas, y aunque las llamas y las detonaciones se apagaron, el deseo de seguir manifestando su rabia sigue intacto.

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Entre escombros y basura los vecinos salen de sus casas, observan, recuerdan lo ocurrido y conversan. Otros con pala y escoba en mano recogen los restos de aquella batalla. “En 35 años que llevo viviendo aquí es la primera vez que algo así pasa. Me encantó que la guardia nacional se quiso alzar y los apoyamos. Hoy yo barro con gusto”, sentencia María Pacheco, habitante de la comunidad.

Cotiza-Cita4María es ama de casa. Apoyó la sublevación y salió con sus vecinos a manifestar. Lo hacía por el agua que no le llega desde hace más de tres meses, por los cortes de luz que constantemente padece, por el gas que ya no tiene, porque solo puede vivir del CLAP “y eso no alcanza”, y porque se aferra a la esperanza de que sus hijos regresen a casa, desde el exterior. “No tenemos nada. Quisiera que mañana la gente salga a la calle por la paz”, suelta en referencia a la movilización convocada para el 23 de enero.

San José de Cotiza es una zona popular caraqueña, ubicada en la parroquia San José, municipio Libertador. En ella yacen la escuela de medicina José María Vargas de la Universidad Central de Venezuela, el Hospital Dr. José María Vargas y el Instituto Oncológico Luis Razetti. En el sector la calma siempre está presente a pesar de los calvarios que cada uno de sus pobladores padecen.

Pacheco lo describe como un lugar muy tranquilo para vivir. Pero la mañana del lunes 21 de enero, Cotiza despertó entre tiros y consignas de “fuera Maduro”. María lo vio en vivo, no solo porque protestó sino porque su casa se ubica en medio de la zona de conflicto. “Mi casa recibió piedras, botellas y plomo”. Explica que la inseguridad, a diferencia de otras zonas de la ciudad, no es su dolor de cabeza. Por el contrario, los servicios son su mayor preocupación. “No hay transporte y aquí es muy poco lo que se consigue, hay que ir a comprar a la avenida. No hay luz ni teléfono desde ayer. Espero que salgamos pronto de este régimen porque ya es demasiado”, agrega con rabia. Cotiza-Cita3Jorge Hernández la apoya. “Delincuencia aquí no hay, vienen de otros lados a robarse los carros”, expresa despreocupado. El día a día en este lugar lo resume en tres malestares: el gas que antes llegaba cada dos semanas y ahora debe esperar por él hasta un mes o más; el CLAP que no les llega con regularidad y aunque sean dos familias en una misma casa solo les entregan una caja por “recortes de presupuesto”; y nunca tener agua.

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José Molina camina hasta la entrada del Waraira Repano. Una vez ahí no espera que un jeep lo suba hasta Los Venados o Galipán; tampoco pretende llegar hasta aquellas zonas a pie. El objetivo de su caminata no es comenzar los días con una rutina de ejercicio, él solo quiere recorrer unos pocos metros –hasta la parada de protección civil– para buscar agua. Esa es su rutina, su mayor dolor de cabeza. Transita por aquellas laderas al menos cuatro veces al día desde hace aproximadamente dos años, cuando en su casa abrir el grifo y ver salir agua dejó de ser algo normal. A veces la guardia le ofrece llenar sus tobos en el módulo, pero no es algo constante.

José vive ahí desde los tres años, cuando su familia llegó a Caracas desde Los Andes venezolanos. Hoy tiene 68. Para él, habitar en Cotiza nunca fue un problema; al igual que sus vecinos describe la zona como un espacio donde no es un peligro caminar por las noches, “puedes hacerlo, pero con cautela porque, como todo, no te puedes confiar”.

Por el gas también ha tenido que echar sus madrugonazos. Dice que cuando el camión tiene semanas sin aparecer en el barrio, él y sus vecinos se ponen de acuerdo para ir hasta los lados de Kennedy, en la parroquia Macarao, a llenar sus bombonas de gas. Admite que se encuentra cansado.

Cotiza-Cita2Molina no cree que la alzada militar del lunes haya sido real. Para él fue solo una pantalla del Gobierno para crear distracción. “Yo nunca había visto algo así. Yo viví el Caracazo y no fue así. Esto fue guardias contra guardias. No me cuadra. Es un montaje”. Asegura que Nicolás Maduro y su gabinete quieren crear focos de disturbios porque le conviene. Su teoría es que el oficialismo quiere quitar las garantías constitucionales y aplicar “un estado de excepción”.

Ávila adentro, José llena sus dos tobos de 20 litros de agua. No está solo. Varias personas hacen una fila con el mismo objetivo. Todos son residentes de los diferentes urbanismos de Cotiza.

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“Lo que quiere la gente es el agua, sencillamente”, agrega Luis Manuel Peña, un joven pelotero de ligas menores. Cuando no está viajando, reside en su hogar, uno de los pocos privilegiados en contar con líquido en el grifo. Peña se solidariza con su gente y se ofrece a ayudar a aquellos que no tienen. “Gracias a Dios en mi casa nunca falta, y si puedo les doy. Sino vengo hasta aquí y les ayudo a llenar sus tobos”, dice.

Aquella especie de cortafuegos colinda con la Cota Mil. Escondido entre algunos matorrales, las personas no solo llenan sus envases de agua, muchas veces, sobre todo los fines de semana, van y lavan la ropa o hasta llevan a los niños para que se bañen. “Esto pasa desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche. La protesta de ayer fue más por esto que por otra cosa”, insiste Juan Carlos Mijares, quien prefirió quedarse en su casa, en la calle 11 de agosto, resguardando a sus hijos durante los disturbios del lunes.

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Ildemaro Colmenares, a diferencia de quienes le acompañan, reside en un sector llamado Los Manguitos, barrio arriba, a muchos metros de la toma de agua. Hace el trayecto todos los días y el pasado lunes 21 de enero decidió salir a la calle a manifestar “por mis hijos y mis nietos”.

–¿Si se enciende la protesta volvería usted a salir?

–Por supuesto que sí. Yo no era así, pero ellos (el Gobierno) me hicieron ser así.

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Bajo la consigna “nos somos oposición, somo el pueblo” los habitantes de Cotiza manifestaron su descontento. Ese día, entre otros lemas, se escuchó un cántico lapidario: “no quiero bono, no quiero CLAP, lo que yo quiero es que se vaya Nicolás”.

Jorge Hernández lo recuerda. “¿Quién quiere estar con esta gente? Que se terminen de ir, aquí nadie los quiere”, exclama y ratifica que en el lugar son pocos los que están a favor del proceso. “Aquí todos somos adecos. Estamos en contra de ellos, inyectan bonos y cajas, pero, aun así, aquí nunca ganan”, espeta José Molina.

Cotiza-Cita1La parroquia San José pertenece al municipio Libertador, ese que el PSUV considera “bastión chavista”. Pero las últimas elecciones confirman el desapego de la zona. En 2012 cuando Henrique Capriles Radonski se enfrentó ante el fallecido Hugo Chávez, el líder opositor obtuvo 14.259 votos, mientras que el revolucionario solo contó con 11.442 en esa parroquia.

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En el año 2013, cuando Capriles volvió al ruedo para carear a Nicolás Maduro por la Presidencia, alcanzó 15.188 votos, mientras que el “hijo de Chávez” solo tuvo 10.609. Dos años más tarde, en 2015, Tomás Guanipa fue adjudicado como diputado a la Asamblea Nacional con un total de 15.695 votos. Los resultados de la “írrita” reelección de Maduro no son públicos.

Víctor Muñoz aclara que el 21 de enero el “pueblo se manifestó por la mala gestión del gobierno”. “Un pueblo que no habla no es escuchado. Estamos siendo destruidos, no hay alimentos ni medicinas. Hay que ponerles freno a todos”. Muñoz explica que lo acontecido la mañana del lunes no fue una guarimba sino una protesta en la que la Policía Nacional lanzó “bombas lacrimógenas y perdigones”.

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Gustavo Freitas vive en la comunidad Vereda Gómez, y llora al recordar por qué salió a protestar. Tiene 70 años y es discapacitado. No cuenta con un empleo y la pensión, su única fuente de ingreso, nunca la pagan a tiempo. “Queremos que bajen los precios, la pensión no alcanza para nada y la caja CLAP tampoco. Estamos cansados, yo no tengo nada. Soy pobre”, dice con lágrimas en los ojos.

En Cotiza volverán a salir. El deseo de no dejar la calle sigue latente. Esperan con ansias el 23 de enero, cuando la Asamblea Nacional ha llamado a una movilización y entre los puntos de concentración Cotiza está presente.

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