Hacer comedia en un país en el que un avestruz zanquea como si nada en las calles de El Hatillo o en el que le hackean la cuenta de Twitter a Yordano para decir que está muerto, cuando en realidad está más vivo que el intergaláctico es una osadía. En Venezuela, el juicio en ausencia de la Fiscal General para declarar su insania mental o el sobrevuelo de un helicóptero pilotado por un efectivo de la policía científica con pinta de Rambo puede ser una cortina de humo, un chiste o la más pura realidad. El absurdo campea a sus anchas, pero todavía hay humoristas, como Ricardo Del Bufalo, que se abren campo en la comedia con más éxito que Katherine Harrington queriendo entrar en el Ministerio Público en el maletero de un carro.
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