En fin, con una mala cara detrás de un mostrador que, si no sabemos cómo manejar la situación que se presenta, puede dejarnos amargados en un día que habría sido perfecto, cosa difícil hoy día. Existen varias formas de contrarrestar estos atropellos del universo sin tener que rebajarnos a pegar cuatro gritos, ponernos como vieja cafetalera o quemar el ministerio en el que esperamos tres horas para que nos dijeran que nos faltaba una copia de la cédula.
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Mi favorita, sin embargo, es el acercamiento pasivo-agresivo, esa mezquindad escondida detrás de un “perdón, no me di cuenta”. Porque sacarles la piedra como ellos me la están sacando a mí sin demostrar que lo que quiero es darles un lepe, es un pequeño triunfo interior.
Aquí algunas sugerencias:
“Piérdete” cada 3 palabras
“Perdón, tenías una mosca en la cabeza”, “¿qué hora será? No vaya a ser que llegue tarde”, “¿me repites lo primero que dijiste?”.
Paga solo con monedas (si es que aparecen de nuevo)
Algún día. Puntos extra por usar las de menor denominación y más si están grasientas.
Quédate mirándolos como si no entendieras cualquier cosa que te dicen
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Pregunta por lo menos tres veces por los documentos que necesitas para un trámite. Sal del edificio, vuelve a entrar y pregunta de nuevo.
Es una buena inversión de tiempo, confíen.
Pon mal la clave al pasar la tarjeta
Hacerlo dos veces consecutivas como máximo. No bloquees la tarjeta, coño.
Pide que te dividan el monto en 2 o más tarjetas sin necesidad alguna
Agrega decimales al monto que “permite la tarjeta” y mira la cara que te ponen cuando les repites por tercera vez que estén pendientes de no equivocarse. Cuando te respondan feo, sonríe. A medida que vayan molestándose más, empieza a reírte “nerviosamente” mientras hablas.
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Si no para de ver el teléfono, tose como si la gripe se te pasara de un pulmón a otro
También, si dispones del tiempo, puedes quedárteles viendo hasta que por un milagro o consumo total de saldo volteen.
Remédalo como en el colegio
Este uno de mis favoritos, pero sugiero mesura en su uso. No cualquiera se traga un remedo después de los 10 años de edad y te pueden salir con una patada, literal.
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Pregunta lo más estúpido que puedas y continúa sus respuestas con “¿Por qué?”
“Pero, ¿por qué?”, “Ah, ok, ¿y si hago esto?”, “y, ¿por qué?”.
“Cierra la puerta cuando salgas”. Déjala abierta
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Pide que te muestren el artículo más incómodo de alcanzar, ese de la última repisa, sin tener la menor intención de comprarlo.
“Desde aquí se veía más fino”.
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“¿La copia de la cédula que me hace falta es de la mía o la tuya?”
Existe una probabilidad infinitesimal de que tomen esto como un chanceo. Responde acorde a tus preferencias y expectativas.
Despídete del mala-cara en cuestión con “gracias, gordo” o con el sobrenombre que le pusiste a quien no te responde los mensajes
La efectividad de la segunda opción está determinada por la relación “qué tan cursi es el sobrenombre – hace cuánto no tira a quien que se lo dices”.
No seas inmaduro, déjalo pasar y piensa en cualquier otra cosa cuando sigas con tu día
Altamente NO recomendada. Nadie tiene tiempo para ese nivel de crecimiento personal.
Ejecutadas correctamente, estas estrategias pueden hacerte sentir mejor contigo mismo después de salir victorioso de una situación absolutamente trivial y que a nadie más que a ti (y tal vez a tu víctima) le importa.
No se garantiza que la satisfacción alcanzada dure todo el día porque hay amargados a la vuelta de cada esquina.