Opinión

Un millardito

La cosa va así. Comenzamos pidiéndole un millardito al Banco Central y terminamos regulando el precio de la Barbie. La Barbie, lo advirtió sabiamente el comandante, es un engendro alienante, que apuntala los antivalores del capitalismo, y que debería ser sustituida por figuras de nuestros próceres como Luisa Cáceres de Arismendi y Manuelita Sáenz. Pero mientras llega ese día, el presidente obrero comenta la última película de Spiderman y garantiza a cada familia venezolana una muñeca de plástico imperialista.

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Los niños y niñas podrán adquirir juguetes subsidiados, aunque todavía no consigan pañales. La Superintendencia tendrá que regular estas otras «necesidades» de los infantes. El Gobierno también asegura que todos podremos celebrar nuestras criollísimas navidades con un pino canadiense importado con dólar preferencial. Queda esperar que el Niño Jesús ponga debajo del arbolito norteamericano, unos paquetitos de harina y dos cajitas de acetaminofén para premiarnos porque somos buenos y hemos hecho todas nuestras colas sin protestar. La Asamblea Nacional se dispone a liquidar al IVIC, dejando toda la producción científica en manos de los milagrosos Espíritus de la Sabana. El PSUV abrió un teléfono y un correo electrónico para denunciar infiltrados. Sin embargo, aún no aclaran: ¿quién es el saboteador, el que roba o el que no deja robar? Tampoco han resuelto otras incógnitas: ¿ante qué organismo se denunciarán los actos de corrupción del futuro Cuerpo Nacional Anticorrupción? ¿Habrá que recurrir a algún gestor para tener la respuesta? ¿Este Cuerpo nació cadáver? Aunque no se ha dado mayores precisiones, se supone que los agentes anticorrupción realizarán sus labores con equipos inalámbricos para evitar todo lo que sea enchufado.

El récord Guinness de la hallaca también incluyó el papelón con limón más grande del mundo. Las ciudades y pueblos del país que sufren a diario cortes de agua, festejaron este tremendo papelón. El PSUV celebra unas elecciones que registran una participación tan histórica que prefieren reservarse el número para no matar de envidia a sus enemigos. Entretanto, Tibisay Lucena se postula nuevamente para continuar en su cargo y demuestra que, en el fondo, ella siempre ha creído en la reelección indefinida. En esta carrera, Tibisay se mete por la baranda y su triunfo luce irreversible. Por último, una duda: ¿qué pasó con los 22 millarditos que se llevaron de Cadivi? Ya nadie los menciona, así como tampoco recuerdan que toda esta historia comenzó pidiéndole un solo millardito al Banco Central.

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