Opinión

Y además… ¡juegan rugby y hacen ron!

Durante la Guerra de la Independencia, la niña Panchita Ribas fue robada por un hombre a caballo. Una esclava que había sido su nodriza se las arregló para comprarle a la niña con las monedas que tenía para comprar su propia libertad, y la crió a como si fuera su hija en las selvas de Barlovento. Cuando la guerra terminó, Panchita regresó a su casa en los Valles de Aragua para encontrarse con que era la única sobreviviente de su familia.

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Foto Miguel Gutiérrez / EFE

Por esa misma época llegó a Venezuela Gustav Julius Vollmer, un alemán que vino a probar fortuna. Él y Panchita se casaron y comenzaron la reconstrucción de la devastada hacienda.

Este novelesco comienzo fue apenas el inicio de una odisea familiar. Doscientos años después, Alberto y Henrique Vollmer De Marcellus, descendientes de Panchita Ribas y Gustav Vollmer, haciendo honor a la reciedumbre de su sangre, dieron un vuelco a la compañía familiar que había comenzado el nuevo milenio sumida en una profunda crisis financiera.

En el año 2000, alrededor de cuatrocientas personas invadieron la propiedad. Alberto Vollmer no se amilanó y comenzó a negociar con los invasores. “Ustedes invadieron mis tierras, pero yo voy a invadir sus mentes”, les dijo. De esas negociaciones surgió la urbanización Camino Real, una iniciativa conjunta de Ron Santa Teresa, la comunidad organizada y el gobierno regional. Vollmer preparó a esas personas a vivir en comunidad, a ser solidarios y buenos vecinos.

Pero el hecho que les cambió la vida a todos ocurrió en 2003: un atraco a mano armada a Jimín Pérez, jefe de seguridad de Santa Teresa por parte de tres miembros de una de las bandas que azotaba a El Consejo. Uno de ellos fue capturado por la policía regional. Jimín supo que el plan era ajusticiarlo y se lo dijo a Alberto Vollmer. “Tráeme al chamo aunque tengas que sobornar a la policía”, le dijo Alberto. Y Jimín le “trajo al chamo”.

“Te voy a dar una oportunidad”, le dijo Alberto. “Escoge qué quieres, si volver a la policía sabiendo cómo vas a terminar, o trabajar aquí sin remuneración por tres meses para pagarme el daño que causaste”. Un par de días más tarde el chamo volvió a aceptar la propuesta, pero no vino solo: vino con toda la banda. Ahí nació el Proyecto Alcatraz.

Muy pronto, Alberto fue a buscar a los integrantes de otra banda, la “del Cementerio” y también los integró a Alcatraz. Alcatraz es un ave que vuela alto, que vuela lejos, que vuela libre. Alcatraz también es una cárcel de máxima seguridad en una isla frente a la Bahía de San Francisco en California. Ellos escogen si quieren ser aves o si quieren ser presos.

Con una filosofía basada en el rugby, el proyecto reinserta en la sociedad y ofrece una vida nueva y sana a sus rescatados. Ahora su influencia se siente hasta en la Cárcel de Tocorón, donde los reos están empezando a jugar rugby.

Hay otros proyectos en torno a la comunidad, casas blancas como en el Mediterráneo, iniciativas turísticas, café artesanal, una suerte de círculo virtuoso donde el todo es mayor que la suma de sus partes. Yo estuve ahí, lo vi, lo sentí, lloré, me conmoví, me repotencié… Ah, se me olvidaba decirles que en Santa Teresa, además de jugar rugby, también hacen ron…

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