Venezuela

Catia no te hace más venezolano (en torno a la trampa de la pobritud)

Haber sido más pobre no te da más derecho a ser más venezolano, o a creer que otros no son venezolanos. No hay distintos niveles de venezolanidad. Todos somos venezolanos. Usted, que me rechaza por sifrino o escuálido es tan venezolano como yo soy venezolano.

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 Así como todos estos años nos han querido inocular al zambo y al indígena como los venezolanos más venezolanos, así como nos han querido vender la falsa idea del traidor a la patria a cualquiera que no guste de la revolución, así también existe la idea potente pero realmente ridícula del venezolano que es más venezolano que el resto por causa de su pobritud.

Me explico. Se trata de una narrativa, de una mitología que pretende presentar como persona venezolana de primera a aquella que ha venido del «barrio» o de una gran zona popular. Si es de Catia o del 23, mejor. Es como si se nos quisieran decir: «Si alguien es muy venezolano, si alguien sabe lo que es la pobreza y lo que es el pueblo, ése soy yo, porque yo he vivido ahí, porque yo vengo de allí y por lo tanto yo tengo más razón y derechos que tú.»

En serio, lo he visto, lo he leído, y además me he dado cuenta que tal idea en muchas ocasiones es aceptada o asumida sin observaciones por parte de persona alguna. Como si tal cosa fuese una verdad suprema, como si hubiera que darla por sentado.

¡Por favor! Me dan ganas acá de escribir una gran frase que rescató hace poco en su muro de Facebook la poeta y narradora —venezolana— Enza García Arreaza. En verdad, me sabe a cul… (disculpen que deje la frase incompleta, no quiero que este portal salga mal parado por mi «palabrota») si usted nació o vivió en Catia, Sarría o el 23. Usted no es más venezolano que yo por eso, ni tampoco usted es más luchador por la libertad y la democracia por tan mentando origen. No entiendo, sinceramente no entiendo por qué debemos enfrascarnos a discutir si yo fui más pobre que usted y si pelé más bolas que usted para sentirme más venezolano. Y sepa, mi padre fue un señor que no terminó sus estudios de primaria, pero mi padre trabajo muchísimo (duro y no vio fortuna de la noche a la mañana, como unos cuantos) y me facilitó una buena vida. Yo nunca tuve carencias; ahora sí las tengo, ahora sí soy un lamentable pendejo sin dinero, pero cuando joven… fui un hijito de papá.

Un hijito de papá, sí, ¿y qué?

El amor, la preocupación por todos, entiéndase bien, por TODOS los ciudadanos del país (y no sólo por los pobres), no reside en una zona geográfica, no está en Catia ni en el 23.

Dígame, ¿haber sido un joven acomodado que no nació en Catia me hace menos venezolano?  ¿Eso me inhabilita para hablar o de preocuparme por mi país y por la pobreza?

¿Le choca lo que digo?

Pues lo sigo diciendo: yo no soy menos venezolano porque no fui pobre (repito, ahora sí lo soy) y porque no nací en Catia. Y no tengo nada en contra de los que nacieron en Catia. Si usted está leyendo esto correctamente entenderá lo que quiero decir. Lo que quiero decir, y me sobre explico, es que un venezolano de Catia es tan venezolano como un venezolano de Los Palos Grandes o de Puerto Cabello. Con sus defectos y sus virtudes. Porque usted no deja de ser venezolano porque habla con la mandíbula torcida como si su lengua natural fuese el inglés o porque escucha reguetón de Puerto Rico y habla tan mal como un reguetonero. Porque es así, yo podría decir que aquel que escucha todo el día un horrendo reguetón salido de Miami es tan poco venezolano como quien encaja cien palabras en inglés en su conversación.

Haber sido más pobre no te da más derecho a ser más venezolano, o a creer que otros no son venezolanos. No hay distintos niveles de venezolanidad. Todos somos venezolanos. Usted, que me rechaza por sifrino o escuálido es tan venezolano como yo soy venezolano.

Pero fíjese: los heraldos de la revolución han convertido esa estupidez en lo contrario, quiero decir, en abolengo. Resulta que ahora esa pobritud de origen se ha convertido en un linaje, en un privilegio. Resulta que ahora somos feudales, y a nuestro clasismo venezolano, los muy inteligentes revolucionarios han agregado un clasismo más. He visto a quienes se basan en su origen de sangre y de apellido para pisotear al otro, pero en estos tiempos también he sido testigo de los que se basan en esa pobritud para pisotearnos. Esa pobritud de origen, debo decir, la he visto esgrimida incluso por quienes adversan a la revolución. Así que vaya a todos por igual.

Muchos de los que hoy ponen en práctica el desprecio basado en la pobritud de origen, serán o ya son, los ricos del mañana. Bien sabemos que la revolución es invento perverso y conveniente. También estamos al tanto que se habla de los pobres como estandartes de la dignidad. Se me hace que mucho que alguna vez fue pobre y ahora es rico a fuerza de macolla, ha olvidado aquello de la dignidad.

Y que quede claro: humildad y dignidad no tienen que ver con la pobreza, sino con la condición humana. El odio y el amor tampoco tienen que ver con la pobreza. Usted es venezolano y yo también, y usted debería ser un buen ser humano y yo también. Eso se nos olvida, lamentablemente.

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