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"Qué buena broma, Bromelia”, un drama femenino, es el primer estreno del año del cine nacional

Además de la directora y la protagonista de la poco convencional historia, la mayoría del elenco artístico y técnico está integrado por mujeres. Aborda temas como el quiebre de los paradigmas del matrimonio, la familia, la maternidad, la inclusión y la sensibilidad animal

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Bromelia

El primer estreno del cine nacional se titula “Qué buena broma, Bromelia” y llegará a las pantallas de Venezuela el jueves 3 de febrero. Se trata de una película en clave de drama y de largo aliento femenino, no solamente porque tanto la directora como la protagonista son mujeres, sino también la mayoría del elenco principal y del equipo artístico y técnico. La historia, no podía ser de otra manera, está igualmente teñida de inquietudes y obsesiones que forman parte de su universo.

Dirigida por la realizadora Efterpi Charalambidis y estelarizada por Irabé Seguías, este filme de ficción nos muestra a Bromelia, una mujer que ha pasado sus cuarenta y se dedica a confeccionar trajes de novia en su tienda familiar. Ella se siente sola por ser la única de sus tres hermanas que no se ha casado.

Con una madre ansiosa para que su hija vaya al altar, la llegada de un vendedor a la tienda trae consigo la esperanza de lograr el tan añorado propósito. Sin embargo, las cosas no resultan como Bromelia había soñado y el diagnóstico de su embarazo con un niño con síndrome de Down desafía su valor y determinación.

Amor, desamor e inclusión

“Qué buena broma, Bromelia” nos adentra en el tema del amor y el desamor al mismo tiempo, con otros bloques temáticos importantes en la historia como la relación madre-hija, la aceptación e inclusión de personas con condiciones especiales y el amor y respeto a los animales”, comenta la directora, quien también es autora del guion.

Con la actriz Irabé Seguías como Bromelia, el elenco estelar lo conforman Rolando Padilla, como el encantador Pedro y la primera actriz María Cristina Lozada, quien interpreta a la conservadora madre de Bromelia. Los acompañan Henry Soto, Juliana Cuervos, Sandra Yajure y Jariana Armas, además de un despliegue de participaciones especiales.

El talento infantil también caracteriza a la película. Cabe destacar el debut cinematográfico del actor Matthias Mejias, quien nos deleita con su personaje de Benito, el niño con síndrome de Down que cambia la vida de Bromelia. Igualmente, el espíritu animalista de la trama trae a la pantalla a Arya, una perrita callejera que que fue especialmente entrenada para interpretar a Petunia.

La banda sonora estuvo a cargo del reconocido guitarrista Aquiles Báez, quien le otorga variaciones a la trama con su música de ternura, humor y añoranza, a través de matices tropicales y venezolanos, a los que se añaden balada, jazz, swing y otros, además de acompañar la coral de niños y jóvenes especiales que participa en el filme.

Para todo público

Efterpi Charalambidis, realizadora de diversos documentales, cortometrajes y del largometraje «Libertador Morales, El Justiciero», su ópera prima, esta vez trae una historia con la que muchos se podrán identificar. Se propone con ella enviar un mensaje que genere reflexión sobre asuntos como el quiebre de los paradigmas sociales sobre el matrimonio, la familia, la maternidad, la inclusión y la sensibilidad animal. Todo ello en un filme dirigido a todo público.

Efterpis Paralambidis, directora y guionista de la historia

Su cortometraje “El Chancecito” (2003) la proyectó como autora cinematográfica de relieve, al obtener reconocimientos, dentro y fuera de Venezuela, como directora y guionista. Su ópera prima, “Libertador Morales, El Justiciero” fue la selección oficial por Venezuela al Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2010 y la emitió HBO Latinoamérica y Cine Latino.

-¿Qué te motivó a escribir y dirigir esta historia?

-El tema surge por un interés particular como mujer que, al igual que otras que podemos estar en los 40, o más allá de los 40, te planteas una especie de recuento de tu vida y empiezas a calibrar si te sientes realizada o no, y de acuerdo con qué y con quién. Bromelia pasa por ese tránsito entre la soledad que ella siente y la expectativa que internamente quiere cumplir también para la familia o para el entorno: conseguir a alguien, casarse, tener un hijo. Ahí surge un romance, una posibilidad de estar con alguien. Y más adelante queda embarazada de un niño con síndrome de Down y eso la llevar a enfrentar distintos momentos decisivos.

Otro de los temas que toco en la película tiene que ver también con nuestra relación con los animales sin hogar o que necesitan adopción. Hay como una triada de temas que yo quería tocar y por eso surge esta historia. Son varias inquietudes mías. Siento que son temas que todavía tenemos que discutirlos, debatirlos, realidades que enfrentar y que tienen vigencia.

Llegar a la gente sin recovecos

-¿Cómo fue el desafío de abarcar esas inquietudes en una película familiar, para todo tipo de público?

-Cuando estaba escribiendo el guión, no necesariamente me había propuesto que fuera para todo público. Ciertamente no se me planteaba, por la naturaleza de la historia, irme hacia algo un poco más sombrío, aunque estas realidades uno las puede abordar de distinta manera, desde un principio mucho más dramático e incluso trágico. Pero desde que empecé a escribir sabía que estaba manejando un tono dramático, y quizás hasta melodramático, en el buen sentido de la palabra, pero no trágico. Cuando digo dramático, hay muchos niveles y tonalidades para el drama. Quería algo que llegara más a la gente en general, a un público que pudiera percibir de una manera más directa la historia, sin ningún recoveco, sino de una forma muy directa.

-También hay una visión rupturista en la tipología de los personajes…

-Irabé hace el papel de Bromelia y cuando estaba escribiendo el guion no necesariamente lo hice pensando en ella. Cuando empieza uno a escribir, ciertamente los duendes comienzan a intervenir y allí se resumen las experiencias
propias y las de amigas, las experiencias de mi hermana, de mi familia, sus historias, que las he vivido de cerca o me las han contado. Obviamente, una de ellas fue Irabé, porque es una gran amiga.

A Irabé la conozco desde mi segundo cortometraje “El chancecito”, que ella protagonizó en 2004 . Desde allí se inició una muy bonita amistad. Muchas cosas que hablamos como mujeres, como amigas, también están en la película. Ella pasó por mi mente cuando ya estaba pensando en el proyecto para conseguir financiamiento. Mientras más leía y releía mi guion la veía a ella. Y no le dije nada hasta que maduré bastante bien la decisión.

María Cristina Lozada, Irabé Seguías y Rolando Padilla

Que lo juzguen las mujeres

-¿Es una película femenina o feminista?

-Esa pregunta la esperaba. Si vamos a la presencia y la cantidad de mujeres que están dentro de la película, no solamente frente a cámara, sino también detrás de cámara, te puedo decir que es feminista. Comenzando por un elenco que es mayormente femenino, el elenco principal sobre todo, pasando por el equipo técnico, principalmente en las jefaturas de área, empezando por la directora y guionista, que soy yo; las directoras de fotografía, de arte, de casting y la montajista.

Todo ello está matizado por algunas intervenciones masculinas, como por ejemplo la de Aquiles Báez, que entiende muy bien el sentimiento femenino e impulsa las cuerdas de su guitarra para tocar la fibra femenina, así como también por mi productor ejecutivo, que es Carlos Merchán, un amigo de toda la vida, gran colega y compañero. Por no hablar de otras mujeres más que están dentro de la ficha técnica de la película.

-¿Entonces no hay rasgos de feminismo?

-Si vamos a hablar de feminismo en cuanto al tema, si lo vemos desde el punto de vista de la reivindicación de la mujer en ciertas áreas de la vida, creo que sí lo toco, pero eso lo juzgarán las mujeres que están mucho más activas dentro de los movimientos feministas.

Aunque dentro de un esquema clásico de la mujer que vive en el seno de una familia tradicional, en la que quiere ser la que se va a casar, tener una pareja de por vida y esas cosas, dentro de ese esquema yo tengo un personaje que no está totalmente conforme consigo misma y que tiene que buscar su propia su propio camino de autodeterminación para saber exactamente qué es lo que quiere, que no es necesariamente bajo el paradigma que le establece su familia o el entorno. Entonces hay un rompimiento ahí, algo que ella tiene que enfrentar y la película te dirá si lo supera o no.

Yo lo que podría decir es que es una película femenina. Y que las feministas me digan si es feminista o no. Lo que te puedo decir es que la pensé más como mujer que como activista femenina.

La institución familiar bajo la lupa

-¿Refleja cabalmente el matriarcado en este filme?

-Abordo el matriarcado que viene de una madre tradicional, que quiere tener a sus hijas casadas. Dentro de ese esquema matrilineal, el destino de Bromelia tiene que ser casarse y tener hijos. Dentro de ese esquema, ella ya está pasadita de edad. Ese es prácticamente el predicamento del personaje. El cuadro familiar es importantísimo, esta es una película que a veces es más sobre esa relación madre-hija y la relación con tus hermanas: estos son tus linderos y estos son los límites y tienes que regirte por esas normas.

Me pasó también con “Libertador Morales, El Justiciero”, que está rodada en la calle y es un mototaxista y todo lo que tú quieras, pero el cuadro familiar es la base de todo lo que le está pasando, tiene que ver con esos aspectos no resueltos de su familia. En mis películas siempre tengo muy presente eso. Me interesa muchísimo la institución familiar.

-¿La película se rodó el tiempo de pandemia?

-No, lo que se hizo en tiempo de pandemia fue la terminación de la película, la parte final de la posproducción; es decir, la mezcla sonora, la colorización final, el conformado, las pruebas de copias, todo eso. Rodamos en el año 2018 y el plan era estrenar en 2020 y surgió la pandemia, por lo que todos los procesos se empezaron a hacer más lentos y se retrasaron.

Además, había que esperar una mejor situación para fijar nuestro estreno en las salas de cines, que estuvieron cerradas por mucho tiempo. Luego entró todo el esquema 7+7, entramos como en una especie de cola para aguardar cuándo por fin íbamos a estrenar, hasta que nos dieron esta fecha del próximo 3 de febrero. Creo que este es el momento, siento que es así.

Generar reflexión, llegar al alma

-¿Qué esperas de tu película en cuanto a efecto en el público?

-Una espera llegar al alma, a la emoción desde un punto de vista más sentimental, por decirlo así. Quiero generar reflexión. Son temas que a mí me tocan y creo que van a tocar la mente de muchas personas, sentir que la gente pueda comentar y hablar de los temas que se plantean allí.

-¿Piensan llevarla a algún festival internacional?

-Hemos postulado a varios festivales internación ales, pero estamos todavía a la espera de respuestas. Aún no ha llegado el tiempo de las respuestas. Será a partir de febrero cuando empezaremos a obtenerlas por parte de los festivales.

-¿Ya tienes pensado tu próximo proyecto como directora?

-Tengo escrito un guión, aunque hay que reescribirlo, porque lo hice antes de la pandemia y creo que hay que replantearse ciertas cosas. Los modelos de producción han variado y para conservar un poco la historia quisiera reescribirla. Pero sí tiene que ver con lo que estábamos hablando del cuadro de la institución familiar. Tiene mucho que ver con esa relación madre-hijo, con esa triada entre la madre, la hija y su hijo, esa relación entre los tres. Me interesa mucho eso y por eso trabajo esa historia. Tengo un argumento escrito para otra película también, pero yo no sé cuál va primero, si esta o aquella, porque ahí viene lo pragmático, hasta dónde te alcanza la cobija y cuál puedes producir realmente.

“Soy hija del teatro”

Una larga trayectoria en teatro, cine y radio, así como en la docencia cultural tiene la actriz Irabé Seguías. Ha actuado en cortometrajes que le han valido premios a la interpretación y “Qué buena broma, Bromelia” es su primer largometraje en rol protagónico.

-Trabajé en un cortometraje llamado “El chancecito”, que se rodó en Caracas en 2004 y dirigió Efterpis Charalambides Ahí fue cuando la conocí. Luego protagonicé un largometraje llamado “La uva”, de Alexandra Henao. La verdad tuve muchísima suerte, pues fui favorecida con varios premios por esos dos trabajos, tanto a nivel nacional como internacional.

Con “La uva” gané como mejor actriz en el Festival de Salvador de Bahía, en Brasil, además del premio municipal David Suárez, aquí en Caracas, así como también en el Caracas Short Festival. Ese año me fue muy bien con “La uva”, pues gané tres o cuatro premios más por mi trabajo allí. Con “El chancecito” obtuve el premio de la Anac. Además he trabajado en cine con Alejandro Bellame en el largometraje “El rumor de las piedras”, un cameo cortico. Hice “Er relajo der loro”, de John Petrizzelli, donde tuve un papel muy divertido llamado Leticia, una doméstica colombiana.

Irabé, previamente al cine, había construido una apreciable carrera en las tablas. “Soy hija del Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla, en la época de Carlos Giménez, hace más de 30 años. Cuando cumplí mi ciclo de estudios y en el elenco de Rajatabla en varias obras con Carlos Giménez, una vez que el maestro murió me tocó dejar la casa y estuve con muchas otras compañías de teatro profesional en el país. Trabajé con muchos otros directores, entre ellos Rodolfo Santana y Gustavo Ott, por solo mencionar a dos de ellos.

-¿Qué obras de esa etapa recuerdas especialmente?

-Con Rajatable hice «Pearl Jam», de Henrik Ibsen , un montaje de cuatro horas de duración en tres actos que era un desborde extraordinario. Fue un pasaje interesantísimo de mi formación, en un ambiente que era una explosión de experiencias, de posibilidades, trabajando muy cerca del maestro Giménez. Actué en “El campo”, de la escritora argentina Griselda Gambaro, en una coproducción con el Teatro Nacional de Repertorio, que en ese momento lo llevaba María Cristina Lozada y la Fundación Rajatabla. Fue un extraordinario montaje.

Con Rajatable también hice “Oficina Número 1”, de Miguel Otero Silva, en 1992, el último montaje que dirigió Carlos Giménez. Y entre montaje y montaje, hice performances y ejercicios teatrales dirigidos por Aníbal Grunn, Cosme Cortázar, Teresa Selma y el mismo maestro Giménez. Trabajé también muchísimo con Gustavo Ott, estrenando lo que escribía entonces, obras como “Tres esqueletos y medio”, “Pavlov, cinco segundos antes del crimen” y “Señorita y Madame”.

Por actriz me hice locutora y conduje dos o tres programas de radio durante 12 años y también me hice educadora. Primero fui monitora dentro del proyecto de Niños Actores de Venezuela, una iniciativa de Carlos Giménez que resultó una hermosísima experiencia. Luego sentí la necesidad de buscar una herramienta pedagógica más solida y formal y me inscribí en la Universidad, donde me recibí de licenciada en educación. Más recientemente, obtuve la licenciatura en teatro de la Universidad de las Artes. Mi vida, como la vida de Bromelia, no ha estado en orden y eso es maravilloso.

25 kilos menos para hacer Bromelia

-Después de ese amplio recorrido, llegas a Bromelia, un personaje muy particular. ¿Qué retos enfrentaste para interpretarlo?

-Bromelia para mí ha sido un regalo, porque se me cumplió un sueño, literalmente. Cualquier actor desea un personaje con la dimensión y el peso dentro de una película como el de Bromelia, porque desde la propia historia de ella, va sucediendo todo lo demás. Retos tuve muchos, siempre he sido gorda y para hacer Bromelia tuve que perder 25 kilos. Quiero resaltar esto, porque fue algo que asumí cabalmente.

-¿Cómo fue eso?

-Ella llegó a mi casa un 28 de diciembre con un libro y yo pensé que era un regalo. Cuando lo abrí, era el guion y me dijo si yo quería ser su Bromelia. Imagínate lo que significó ese voto de confianza, de fe. Mi pérdida de peso fue un recorrido largo. No tenía la posibilidad de hacer la “pequeña trampa” de la cirugía bariátrica, porque a pesar de que es buenísima, yo no tenía económicamente la posibilidad de acceder a ella. Entonces me tocó hacer ejercicios con una dieta, también en un momento bastante difícil. Pero lo hice con disciplina, con reducción de cantidades de alimentos, sin comer grasas ni azúcar y cosas así.

La actriz trabajó para bajar de peso y cumplir con el personaje

A través de un año fui perdiendo peso, pero cada vez que caminaba, cada vez que subía una cuesta, iba repasando mi lectura, mi texto, adentrándome en el personaje. Y eso me ayudó muchísimo, porque cuando llegaron los ensayos tenía bastante avanzado el tema de la psicología del personaje. Me encantó trabajar con Rolando Padilla, que es un galán soñado, un hombre generoso que me apoyó muchísimo y, al que le debo su abrazo sincero, su llaneza. En cuanto a María Cristina Lozada, decirle mamá a alguien después de haber perdido a mi madre, me tocó emocionalmente muchísimo. Cuando nos conocimos hicimos “click”. Por lo demás, no creo que haya alguna persona en el elenco con la que yo no haya hecho conexión desde un primer momento.

Apasionante universo del síndrome de Down

-¿Qué aspectos de Bromelia te tocaron más emocionalmente?

-La maternidad, que es uno de los temas más contundentes del guion, no solamente por el hecho de lo que se plantea allí, sino también por la vinculación con mi memoria emotiva personal. Yo no tuve hijos en el momento en que quizás debía tenerlos y ese era el caso de Bromelia. Fue una lucha bastante fuerte, que me sensibilizó especialmente. También atrajo mi sensibilidad aprender a adentrarme en el mundo de los niños con síndrome de Down, algo durísimo de trabajar a nivel emocional.

Matthias Mejías el niño con síndrome de Down que actúa en el filme

-¿Cómo fue ese proceso?

-Bastante consciente y rigurosamente llevado, con asesoría profesional. En este caso tuvimos una coach, Juliana Cuervos, actriz también en la película. Ella está vinculada a este mundo de Down, pues era docente en una asociación civil llamada Apoye, con la que estamos muy agradecidos. Entrevistamos a muchas parejas con niños con síndrome de Down, de cuyos testimonios surgieron muchas historias, hasta llegar Matthías Mejias, el niño que interpretó a mi hijo.

Junto a los padres de Matthias hicimos un trabajo de juegos, de enfrentarnos a cada escena en la cual actuaba el niño. Consensuadamente con ellos, se fue manejando una situación de juego de roles. Fui haciendo vínculos con el niño a través del juego. Le decía: “Ella es tu mamá Wendy, yo soy tu mamá Bromelia”. Nos abrazábamos y a partir de allí comenzamos a establecer vínculos de confianza, a conocernos, a que el niño pudiera acatar mis órdenes, a ponerme atención, a confiar en mí. Y eso fue un largo período de unos dos meses antes de que comenzara el rodaje.

En el cine venezolano ha habido algunos directores que han presentado el tema Down. Esta es nuestra contribución. Cuando se hizo la película el niño tenía cuatro años. Un niño de cuatro años y además con síndrome de Down, requiere de muchísima atención y responsabilidad en el manejo de cómo emocionalmente lo vas involucrando en la historia, porque para él lo que está sucediendo es verdad.

Ilusiones y expectativas

-¿Es el mejor personaje que has interpretado?

-Uno se enamora de todos sus hijos, pero siento que es el de mayor compromiso, el personaje más profundo.

-¿Algún proyecto de cine por hacer?

-Hay algo que quizás se pueda dar en algún momento. Desde hace varios años John Petrizzelli tiene un guion de una película llamada “La espada” y conversó conmigo para que trabajase allí, pero todavía hay que terminar de definirlo.

-¿Nunca te llamó la atención la televisión?

-He hecho algunas cositas en telenovelas, pequeñísimas participaciones. La televisión es chévere. No es lo que más me gusta en la vida, pero es muy divertida. Trabajé mucho en comerciales en los años noventa: de bancos, de dentífricos, de jabones, de tiendas de ropa, me divertí mucho. En televisión hice un programa llamado “Camino a la fama”, un reality show de Televen.

Trabajé con “Bienvenidos”, en su época de Televen, donde Miguelángel Landa, con Elizabeth Baralt como productora, contribuyeron a desmontar el prejuicio que a veces desde el teatro uno tiene con la televisión. Había allí mucha disciplina: llegábamos a la misma hora. A las 7 de la mañana todo el mundo estaba desayunando, éramos como una familia. Nos cambiábamos y hacíamos la rutina, luego el almuerzo, todos juntos y a la hora. Nadie echaba broma mientras se estaba grabando la escena del otro, todo el mundo estaba conectado. Esa disciplina me hizo respetar el trabajo en televisión.

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