Cinemanía

Y así Todd Phillips mató al Joker: ni Lady Gaga pudo salvarlo

La esperada segunda parte de “Joker” dividirá opiniones. Pero no precisamente por su denso contenido. La secuela de uno de los éxitos más resonantes de los últimos 20 años destroza su propio pedestal con un ejercicio de neurótica alegría malsana

“Joker: Folie à Deux”
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Bienvenidos al mundo del Joker. O al menos, el Joker tal y como Todd Phillips lo imagina. La invitación de “Joker: Folie à Deux” (2024) comienza con un fragmento animado que deja claro que esta será una película sobre el tortuoso mundo interior de su personaje. Un perdedor convertido en asesino que, por unos preciados instantes, casi hizo implosionar a Gotham.

Un perdedor que se convirtió en centro muscular de una ciudad a punto de volar por los aires y que encarnó la cara oculta de una urbe despiadada y ruin. Pero Todd Phillips, en una decisión arriesgada — y eso hay que reconocerlo — decide dilapidar esa sensación de triunfo oscuro y lóbrego en favor de la parte más lastimada y vulnerable de su personaje.

Lo que da como resultado que “Joker: Folie à Deux” pase buena parte de sus primeros minutos contándonos qué tan desgraciada y miserable es la vida de Arthur Fleck (Joaquín Phoenix), en la cárcel.

Cualquier triunfo que haya podido cosechar este hombre destruido quedó en el olvido, de modo que la historia vuelve a la casilla cero. “Joker: Folie à Deux”  tiene una más que evidente intención de pulverizar los pies de barro de su Guasón, para convertirlo en una criatura en busca de la evasión.

Y evasión es lo que logra, a medida que se acerca el juicio en su contra por asesinato.

Todd Phillips, que ya había explorado en la densidad del antihéroe a través de la música y el cuerpo convertido en refugio, lleva la fórmula al siguiente nivel. Lo que condiciona, además, la percepción del mal retorcido y mundano de la anterior película. En esta, Arthur solo es un trastornado que tuvo su máximo esplendor gracias a su locura. Y el director no permite que ese detalle se olvide en ningún momento de esta azarosa y a menudo tediosa historia.

Ni la música evita el desastre

De hecho, para la segunda mitad de la película, queda claro que Arthur es una víctima de las circunstancias. Y que su escapatoria es el mundo que logra imaginar, y siempre será la única puerta hacia ese poder que necesita alcanzar. Por supuesto, todo se hace más complicado cuando Lee (Lady Gaga) entra en la ecuación y la odisea musical de Arthur la use como objeto del deseo

Eso, mientras la realidad a su alrededor se vuelve más miserable y definitivamente más violenta en su llaneza. Arthur tiene dos opciones: ser declarado demente o todo lo cuerdo que puede ser para recibir condena. De modo que la película no duda en dejar claro hacia dónde se encamina su enrevesado punto de vista. Arthur tiene opciones simples, destructoras y todas la conducen a la oscuridad.

En semejante premisa, los números musicales tienen un doble sentido. Por un lado, mostrar la naturaleza de la locura de Arthur y por el otro, ejercer un contrapeso de contraste radiante. Ya sea porque Phillips carece de la sensibilidad de un Damien Chazelle o porque la estructura general de la película es torpe, la combinación falla en muchas ocasiones.

“Joker: Folie à Deux”

Un punto que también podría ser el elemento más complicado es que como musical — y lo es, no hay medias tintas en esto — “Joker: Folie à Deux” debería encontrar en la música una manera de hacer avanzar la acción o de al menos realzar escenas concretas. Pero no solo no es la norma, sino que la puesta en escena — preciosista y con referencias al Hollywood clásico — no parece tener mucho objetivo más allá, y como se subraya hasta el aburrimiento, de que Arthur está fuera del alcance de cualquier esperanza.

Machacona, con problemas de ritmo y la sensación constante que el juicio terminará en un exabrupto “Joker: Folie à Deux”, avanza en medio de la incapacidad del guion para unir todas sus piezas.

De vez en cuando permite intuir qué era lo que Todd Phillips quería lograr y se echa de menos ese experimento retorcido que se adivina al fondo: mostrar a un hombre que se considera a sí mismo más allá del bien y del mal, que mira al mundo desde el sufrimiento, emocional y moral. Pero a pesar de sus intentos, la cinta se queda a la mitad, en un anuncio de algo que no se cuenta nunca y que termina de la peor manera posible.

Para el final, Todd Phillips cambia de ritmo, sentido y la orientación de su premisa buscando sorprender, aunque ya es evidente la conclusión. Así que la verdadera sorpresa es la torpeza con la que se ejecuta.

“Joker: Folie à Deux” no es totalmente fallida y en buena parte de su primera media hora, tiene algunas sugerencias de una trama muy profunda. Pero ya sea porque el argumento no soporta el dramatismo del contexto o que no hay nada que mostrar, el cierre de la historia de Arthur Fleck decepciona. Lo que es más curioso: Phillips parece haberse esforzado en destruir toda la gloria sucia y perversa de su primera película. Lo que deja a “Joker: Folie à Deux” como una salida facilona y sin mayor atractivo.

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