Opinión

A propósito de Márquez y Laprea: eutanasia, la muerte dulce

La eutanasia es un tema que genera un intenso debate ético, legal y social a nivel mundial. Y por supuesto, religioso. Esta es mi posición al respecto

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Eutanasia

En los últimos días dos venezolanos se sometieron a eutanasia. La primera, la arquitecta Yajaira Laprea, conocida por haber sido la diseñadora de las Paradas Inteligentes de El Nacional. Yajaira sufría de Esclerosis Lateral Amiotrófica, también conocida por sus siglas, ELA, una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta las neuronas motoras en el cerebro y la médula espinal.

Tal degeneración conduce a una debilidad muscular y a la pérdida total de la función motora. Quien la padece termina siendo totalmente dependiente de los demás, porque la ELA es progresiva: los síntomas tienden a empeorar con el tiempo.

A medida que avanza, los pacientes pierden la capacidad de moverse, hablar, comer y, finalmente, respirar sin asistencia. En una palabra, un infierno en vida. Y hasta el día de hoy, no hay cura. El 30 de septiembre, al día siguiente de su cumpleaños, y rodeada de su familia, Yajaira fue al hospital para que pusieran fin a su vida en Madrid, España, donde la legislación permite la eutanasia. Donó sus órganos “para quien pueda aprovecharlos” y su cerebro para la investigación médica. Si algún día se descubre el remedio para este mal, Yajaira habrá tenido que ver con ello.

En un mensaje a sus amigos, enviado por WhatsApp, Yajaira escribió: “Agradezco tener esta opción. Viví la vida como quise y quiero vivir la muerte como quiero. Lo hago convencida de que es lo mejor para mí…”.

Nueve días después, el 9 de octubre, en Medellín, Colombia, fue el conocido y querido cantante Rudy Márquez quien se sometió al mismo procedimiento.

Rudy sufría de un muy avanzado e irreversible cáncer de colon, que había hecho metástasis en otros órganos, como el hígado. En un sentido mensaje de despedida, Rudy manifestó, además de su agradecimiento hacia el público que siempre lo siguió y lo quiso, que “en el momento en el que debo despedirme de ustedes, quisiera decirles a todos, a la humanidad toda, que he amado tanto y he sido tan amado, que la felicidad que me embarga es simple y llanamente enorme. Vienen a mi mente cantidad de palabras que pudiera decir para ustedes (…) A todos les diría una frase: ‘Y en el final, el amor que tú tomas es igual al amor que tú entregas’. Ese es mi mensaje para todos ustedes”.

Eutanasia es una palabra que deriva del latín científicoeuthanasia, y este del griego εὐθανασία euthanasí, que significa “muerte dulce”. Es un tema que genera un intenso debate ético, legal y social a nivel mundial. Y por supuesto, religioso. La discusión sobre su conveniencia radica en varios factores, incluyendo los derechos individuales, la calidad de vida, el sufrimiento, y la dignidad humana. Al mismo tiempo, la aprobación de la eutanasia enfrenta numerosos obstáculos que varían según el contexto cultural, religioso y legal de cada país.

Uno de los argumentos más fuertes a favor de la eutanasia es el derecho del individuo a decidir sobre su propio cuerpo y vida, especialmente en situaciones de enfermedad terminal o dolor insoportable. La capacidad de optar por una muerte digna se ve como una extensión de los derechos humanos básicos. La medicina moderna puede alargar la vida, pero no siempre puede asegurar calidad de vida. En casos de enfermedades incurables y dolorosas, la eutanasia definitivamente es una opción para aliviar el sufrimiento de los pacientes. Pienso que todos debemos tener la capacidad de decidir cuándo y cómo morir.

He conocido muchos casos de mascotas queridas, (incluyendo mías) que, ante una enfermedad dolorosa y una muerte inminente, “las ponen a dormir para que no sufran”. Entonces me pregunto: ¿por qué no ponerse uno, o ayudar a un ser querido muy cercano, “a dormir” para siempre “para que no sufra”?

He encontrado varias respuestas para esta interrogante. La más común, en mi experiencia (y sacando los argumentos religiosos, que consideran la vida como sagrada, y la idea de terminarla deliberadamente es moralmente inaceptable) es que legalizar la eutanasia, sin regulaciones estrictas, las personas vulnerables podrían ser presionadas para optar por ella. ¿Y es que acaso ya no ha habido países donde han establecido marcos legales robustos justamente para evitar esto?

También se debería considerar que una enfermedad larga es una enorme carga financiera -y sobre todo en países donde la seguridad social es precaria o no existe- y que hay familias que han perdido todo su patrimonio pagando medicinas, terapias, cuidadores, hospitalizaciones y un largo etcétera de alguien que termina falleciendo de todas formas, meses o años después. El proceso de una enfermedad terminal es emocionalmente agotador, no solo para el paciente, sino también para sus familiares.

Otros temen que permitir la eutanasia pueda llevar a una expansión de su uso en situaciones menos justificadas, como en personas con enfermedades no terminales o discapacidades. ¿Y es que acaso alguien que está determinado a ponerle fin a la vida de otro, no lo va a hacer con o sin eutanasia?…

Yo quiero tener autonomía personal siempre. Siento que es una manera de mantener mi sentido de identidad. Creo en la eutanasia y en su conveniencia, que, a mi modo de ver, es meridianamente clara en términos de alivio del sufrimiento y una manera de no perder la dignidad.

Los obstáculos para su aprobación seguirán siendo significativos, porque desde muchas aristas reflejan preocupaciones profundas sobre la moralidad, la seguridad y la dignidad humana. El debate sobre la eutanasia es un reflejo de las diversas perspectivas sobre la vida y la muerte que existen en nuestra sociedad global.

Lo que es innegable es que la eutanasia tiene la capacidad de aliviar el sufrimiento intenso y prolongado que experimentan muchos pacientes terminales. Es el “dulce morir”, como bien la definieron los griegos. Cuando el dolor no puede ser controlado adecuadamente con los tratamientos paliativos disponibles, la eutanasia ofrece una opción para poner fin a dicho sufrimiento y para que los pacientes mantengan el control sobre sus vidas en situaciones donde sienten que han perdido todas las demás opciones.

La legislación debe ser sensible a las diversas perspectivas culturales y éticas sobre la vida y la muerte, respetando la pluralidad de valores en la sociedad. Su implementación requiere una legislación cuidadosa y bien pensada. La ley debe equilibrar la compasión y el respeto por los deseos individuales con la necesidad de proteger a los más vulnerables y mantener la integridad del sistema de salud y entiendo que eso lo contemplan los códigos de los países donde ya ha sido aprobada. Y en general, la conclusión de su aplicación es que, de que la eutanasia funciona, funciona…

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