Los estragos del agua en la carretera vieja Caracas-La Guaira

Daniel Hernández y Archivo Hemeroteca Nacional

La antigua vía que une la capital con el litoral central no se salvó de sufrir por la fuerza del agua que bajó de El Ávila en la madrugada del 15 de diciembre de 1999. Habitantes de los sectores que conforman toda la vialidad huyeron cerro arriba de la avalancha que se les venía, que destruyó casas y acabó con cientos de vidas

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Encerrado en su casa en la comunidad de El Paují, en la carretera vieja Caracas-La Guaira, Arquímedes Rondón escuchaba la lluvia caer con fuerza aquella tarde del miércoles 15, como lo había hecho todos los días anteriores desde principios de mes. Era diciembre de 1999. Se sobresaltaba cada vez que un trueno reventaba el cielo, oía los árboles caerse y a lo lejos las personas gritaban entre sollozos. Llovió por horas. Y cuando se fue la luz, casi a medianoche, todo fue peor.

Arquímedes estaba asustado por la casa donde creció y en donde seguía viviendo su familia, en el fondo de la quebrada de La Ceiba, a varias cuadras de su actual hogar. “Algo está pasando allá abajo”, se repetía. Empezó a orar para calmar la angustia y pidió que la tempestad disminuyera su intensidad. No pasó. Por el contrario, la tierra empezó a vibrar.

Carretera vieja Caracas-La Guaira

Sin pensarlo mucho, salió de su refugio a ver lo que pasaba en el exterior. Al acercarse a La Ceiba, vio cómo la gente salía de sus casas sin ropa ni zapatos y corría por el cerro hacia arriba, en un sálvese quien pueda. Con lágrimas en los ojos, preguntaba por su familia. Nadie le prestaba atención. “¡Corran, corran, salgan! ¡Esto va a explotar! ¡Es el fin del mundo!”, gritaban.

El túnel por donde bajaba el agua de la quebrada que venía de El Ávila se había tapado por la cantidad de líquido que contenía hasta que no aguantó la presión y se reventó. El agua avanzó con toda su potencia y se llevó las casas que había en el lugar. Las cuatro paredes donde se crió habían dejado de existir. La mayoría de su familia logró escapar cuando el agua comenzó a meterse por debajo de la puerta. A uno de sus sobrinos lo consiguieron muerto a los días en la parte baja de Ojo de Agua, en la orilla de una quebrada. “El agua se llevó todo, se llevó a muchas familias y muchos quedaron sin hogar”.

“Muchos aquí no se acuerdan, pero yo sí. Eso no se olvida nunca”

Carretera vieja Caracas-La Guaira

Isabel García vio todo desde la distancia, en su casa ubicada en la Línea de la Ceiba, una montaña más arriba del sector arrasado. Desde ahí sintió el estruendo de la montaña, la expectativa de una avalancha de agua que se acercaba, la gente gritando. Vio cómo el agua levantaba las casas y las estrellaba contra el puente, cómo no quedó ni rastro de las columnas de las construcciones en la zona, a los carros incrustados en el pantano, los árboles inmensos con las raíces al aire y unas piedras más grande que las viviendas. “Era un río de lodo, árboles, piedras. Todo venía junto y lo que se conseguía en el camino, se lo llevaba”.

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Blandín, de los más afectados, parece un pueblo fantasma, con restos de columnas y paredes destrozadas

80% del barrio La Ceiba, en la carretera vieja Caracas-La Guaira, fue borrado por la quebrada, reseñó El Universal días después de la tragedia. Haciendo un cálculo “por encimita”, Arquímedes explica que en el sitio había al menos 150 viviendas. “La mansa quebrada creció desproporcionadamente a las ocho de la noche pero antes de las doce volvió para acabar con todo a su paso”, contó un conductor de rutas troncales al diario.

Aunque se desconoce el número exacto de víctimas de ese sector, los vecinos explican que hubo fallecidos porque a algunos no les dio oportunidad de salir a tiempo y otros se negaron a abandonar sus casas. “Había un señor que no quería salir porque tenía sus bienes ahí. Tuvieron que amarrarle un mecate, tiraron de la cuerda y ya en el momento que lo estaban sacando, estalla la represa”, cuenta Rondón. Recuerda con gran pesar que, al caminar por la carretera en esa época, no era difícil encontrarse con personas sin un miembro, tirados en la vía y algunos cadáveres. “Nadie se encargaba de eso porque la gente estaba desesperada”.

“Nos enteramos que se estaban metiendo en las casas que quedaron enteras. Los que no fueron afectados por el agua, fueron afectados por el hampa”

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Arquímedes Rondón vio cómo el lodo se lo llevaba todo

Isabel sabe solo de dos: el papá de una amiga que confió en vano en la firmeza del hogar que él mismo había construido y no quiso dejarla; y de una vecina que, tratando de cruzar la quebrada, un árbol le arrancó a su bebé de los brazos. Según efectivos de la Guardia Nacional, el número de víctimas de La Ceiba pudo superar las 50 personas.

A muchos de los damnificados los llevaron al Poliedro de Caracas o a las iglesias en Catia, que fueron acondicionadas para atender a las víctimas. La familia de Arquímedes, que quedó sin nada, hasta sin documentos de identidad, se instaló por un tiempo en una casa alquilada en Los Magallanes de Catia, donde dormían en el suelo. Impactado por lo que había visto, el hombre pasó más de dos meses sin bajar a su zona. “Eso fue desastroso, muchas personas quedaron traumatizadas”.

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Isabel García, testigo de excepción

Isabel García habilitó la sala como centro de acopio para atender a los afectados por más de una semana. A su vivienda, ubicada en la línea de La Ceiba, una montaña más arriba de donde ocurrió la desgracia, no le pasó nada. Ella misma pasó días sin comer porque trataba de rendir los alimentos para los hombres, mujeres y niños. Eran más de 30.

La quebrada Blandín “arrasó con más de 600 casas”. Defensa Civil había localizado más de 12 cuerpos aquel día, mientras que la Guardia Nacional había encontrado 47

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Hoy está mansa, hasta que vuelva a enfurecer

La mujer cuenta que a la semana llegaron los militares, que lograron cruzar al otro lado de la quebrada, y le entregaron tan solo dos kilos de arroz, cuatro latas de sardinas y cuatro pañales desechables. Al día siguiente los fueron a buscar. “Nos dijeron que teníamos que salir de aquí porque El Ávila parecía que era un volcán, casi que salí por miedo. Nos llevaron a una escuela en Las Colinas”, donde los censaron y los tendrían por algunos días hasta precisar a cuál otros estados de Venezuela los enviarían. Por temor a que los hombres del refugio donde dormían le hicieran algo a sus hijas, una noche se escaparon de vuelta a su hogar.

Carretera vieja Caracas-La Guaira

El caos por la tragedia también se prestó para situaciones desagradables. “Nos enteramos que se estaban metiendo en las casas que quedaron enteras. A otras les abrieron huecos, les llevaron los enseres, todo lo que quedó bueno. Si bajábamos con mercado, te lo robaban. A los que no fueron afectados por el agua, fueron afectados por el hampa”, dice la mujer de 44 años. “Los que no nos quisimos ir y logramos recuperar nuestra casa, yo les llamo los sobrevivientes de La Ceiba”.

“Era horrible, yo creía que se iba a acabar el mundo (…) Hay un viaje de muertos”

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Las cicatrices aún permanecen

El disco que no se grabó

Luis Santiago Blanco tenía previsto viajar a Nueva York, Estados Unidos, a grabar un disco con Rubén Blades. Apenas dos meses tenía de haber asistido al programa de televisión Atrévete a soñar de Radio Caracas Televisión (RCTV), conducido por Nelson Bustamante, donde le cumplieron su sueño de cantar salsa junto a uno de los más grandes. Pero en los planes se atravesó un diciembre acompañado de lluvias inclementes.

El diario Últimas Noticias del 23 de diciembre de 1999 cuenta que el joven de 32 años vivía con su esposa y sus dos hijos en la calle Genoveva del barrio Blandín, uno de los primeros asentamientos de la carretera vieja Caracas-La Guaira. La embravecida tormenta no los dejaba dormir hasta que en la madrugada hizo que las quebradas de la zona salieran de su cauce. Ellos estaban en el segundo piso cuando el agua invadió el sector. Ya no había ni rastros de Blandín.

Carretera vieja Caracas-La Guaira
Por ahí vino el agua

A Zaida Parada, su esposa, el agua la batuqueó varias veces y la soltó en el baño de la casa. No logró ponerse en pie, debido al impacto emocional y los golpes, hasta que fueron a auxiliarla los socorristas. Nadie sabía dónde estaba Luis. Lo buscaron debajo de las piedras. Incluso fueron a La Guaira en busca de alguna pista. Nada. Bomberos y Defensa Civil encontraron su cadáver mientras removía los escombros. Su hija de seis años también había fallecido.

El Universal publicó el 17 de diciembre que la quebrada Blandín “arrasó con más de 600 casas”, en el sector homónimo. Entre integrantes de los scouts, Defensa Civil y la brigada motorizada de la Policía Metropolitana, habían localizado más de 12 cuerpos aquel día, mientras que la Guardia Nacional había encontrado 47. Por su parte, José Gregorio Delgado, ingeniero de riesgo de la Alcaldía de Caracas, se negó a confirmar la cantidad de tapiados, aunque dijo que la quebrada había destruido todas las viviendas. “Esto en el barrio Blandín, posiblemente el más afectado”.

La prensa de la época también reseñó la historia de Ingrid, una niña de 12 años, que perdió la casa en la que vivía con sus papás y tres hermanos en Blandín. El agua empezó a meterse en la vivienda en la madrugada y fueron moviéndose de habitación en habitación hasta que no tuvieron más remedio que salir huyendo sin nada, incluso zapatos. “Era horrible, yo creía que se iba a acabar el mundo (…) Hay un viaje de muertos”, contaba la pequeña mientras temblaba por el frío.

Arquímedes vio cómo la gente salía de sus casas sin ropa ni zapatos y corría por el cerro hacia arriba, en un sálvese quien pueda. “¡Corran, corran, salgan! ¡Esto va a explotar! ¡Es el fin del mundo!”

En La Ceiba hay recuerdos, y también pobreza

El desastre que se produjo actuó como un efecto dominó. Más abajo de la carretera vieja, en Plan de Manzano, ubicado en la parroquia Sucre, el agua también causó estragos. En los sectores de San Onofre, El Futuro, El Porvenir se derrumbaron numerosas viviendas, muchos incluso desaparecieron.

Uno de los funcionarios encargados de las tareas de rescate había informado al diario La Voz que la cifra de viviendas que colapsaron estaban cerca de las 1000. “No tenemos una cifra exacta, pero creemos que deben estar entre cinco y diez mil las personas damnificadas”, dijo la autoridad. En cifras extraoficiales, el número de muertos pudo haber alcanzado 300.

Lo que dejó el deslave

Entre los sectores de Blandín, La Ceiba y Plan de Manzano el saldo de damnificados fue de un millar, según El Universal del 17 de diciembre. Mientras que habría 2500 personas desaparecidas a lo largo de toda la carretera vieja Caracas-La Guaira. Las constantes lluvias habían dejado “pérdidas incalculables y obstrucción total del paso vehicular”.

El agua llegó hasta lo último

Orlando Uribe cuenta que nunca antes había sentido miedo en su vida. Pero el 15 de diciembre de 1999 cuando subió a la platabanda de su casa en el barrio El Limón, en lo más abajo de la carretera vieja, y vio el agua que venía de la montaña, se asustó. La lluvia llevaba más de tres días, pero esa madrugada fue la peor de todas, la noche en la que su calle se convirtió en un cauce. Cuenta que el agua alcanzó los dos metros de altura; lo sabe porque la ventana de su vivienda está al mismo nivel y por ella entró agua. Pero no venía sola: el agua traía lodo, tierra, piedras. La mezcla hizo que la carretera se tapara por completo. Recuerda con tristeza que una niña pequeña fue encontrada muerta en la entrada del Guamacho.

A José Luis Aurrecochea su familia lo creyó muerto

Para él, la quebrada que atraviesa el sector está mal ubicada. “Cuando llueve, el agua se viene por la carretera, está mal hecha”. Él mismo hizo un proyecto que entregó al concejo comunal de la zona para crear un embaulamiento en la quebrada principal para que el agua siga su curso. “Eso se quedó bajo mesa”.

A uno de sus sobrinos lo consiguieron muerto a los días en la parte baja de Ojo de Agua. “El agua se llevó todo, se llevó a muchas familias y muchos quedaron sin hogar”

Muchos han vuelto a construir, a pesar de advertencias

Para José Luis Aurrecochea lo que pasó aquel miércoles de diciembre en la carretera vieja fue un desastre, una desgracia. “40 y pico de horas lloviendo”, recuerda con alarma el señor de 70 años. Todo se inundó, varias casas de sus vecinos y hasta el colegio de la zona, de la que el agua sacó pupitres y escritorios. Por la desesperación, la gente corrió hacia la pasarela, al final del barrio, donde la altura les daba algo de ventaja.

Su familia hasta creyó que estaba muerto cuando por la televisión dijeron que El Limón, en la carretera vieja, había desaparecido. A su casa solo se le cayó un pedazo de la pared. Ninguno de los vecinos murió, muchos vendieron y se fueron por temor”. Él, sin embargo, se quedó a pesar del miedo de que la desgracia se repita. “¿Pa’ dónde cojo? Con la edad que tengo, ¿qué voy a hacer? Me encomiendo a Dios, él sabrá lo que hace”. Con más de 20 años viviendo en la zona, siente que es un recuerdo vivo de la tragedia. “Muchos aquí no se acuerdan, pero yo sí. Eso no se olvida nunca”.

Orlando Uribe propuso embaular la quebrada, pero no le hicieron caso

En El Limón quedaron incomunicados por varios días. La carretera había quedado obstruida y estaban en riesgo. En la época de la tragedia, el alcalde de Caracas de entonces, Antonio Ledezma, declaró en emergencia la carretera vieja Caracas-La Guaira hasta que la vialidad quedara totalmente reparada. Admitió que el tránsito no podría ser restablecido de forma rápida. Señaló que lo que ahí ocurrió era un problema de seguridad de Estado y que los afectados no solo eran los que vivían en los barrios que la conformaban. “Se trata de una vía alterna que es de interés de los venezolanos”.

Sabrina Jiménez confía en que Dios evitará que la tragedia se repita

A muchos vecinos los sacaron del sector, como a Sabrina Jiménez, aunque a su casa, por encontrarse en las partes más altas, solo le entró agua. Pero no se acostumbró y se regresó a su zona. La mujer, ahora de 72 años, explica que el agua que bajó de la montaña ese año se llevó casas, negocios, carros y gente. ¿Cuántos? Nadie sabe. “Se puso feo, tuvieron que desalojar. Más de la mitad tuvo que irse, pero al tiempo volvieron”. Como ella, que hoy en día sigue viviendo en El Limón, haciendo caso omiso al riesgo. “Tengo fe en Dios que no va a pasar nada de eso, no nos va a desfavorecer. Fueron tiempos malos que tuvimos y todo eso quedó en el pasado”.

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