Aún se duda sobre si fue una broma o una provocación, pero lo cierto es que desde que el francés Marcel Duchamp apareció para influenciar la evolución del movimiento pop en el siglo XX, las nociones de lo que tradicionalmente se consideraba arte cambiaron.
“No es bonito, no me dice nada ni tienen ningún valor”, se escucha por los pasillos de la Tate; o “No entiendo que esta cosa se considera arte”, resuena en el Pompidou; incluso “eso podría hacerlo yo”, dicen algunos visitantes en ciertas salas del MoMA o el Reina Sofía. Y Duchamp es el responsable.
Inventó nuevas reglas, jugó con la imagen y parodió lo representado. ¿Destronó a Picasso? Depende del ojo que lo mire, pero lo cierto es que gracias a la dimensión lingüística de su trabajo cimentó el arte conceptual. Por paradójico que suene lo logró con un urinario. O mejor dicho con La Fuente (Fountain), en 1917. En Theobjective.com los detalles de esta historia, para que el lector llegue a sus propias conclusiones.