Investigación

Caracas ciudad de Dios y del Diablo

Aunque parezca retórica, las cifras de asesinatos en 2014 ascendieron a más de 24 mil. Como para abatir aún más al criollo, la Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela revela que uno de cada 10 hogares tiene al menos dos miembros de la familia que han sido víctimas de algún delito y 13% de la población está dispuesta a armarse

TEXTO: CARLOS PATIÑO
Publicidad

“Lucha y nunca sobrevivirás… Corre y nunca escaparás…”. (Ciudad de Dios, la película)

Víctimas fatales. Gente acribillada a tiros. Sangre en la calle. Masacre en las cárceles. Narcotráfico. Asesinato en refugios. Fiestas violentas. Secuestro express. Robo. Delincuencia juvenil. Armas de fuego. Plomo. Corrupción policial y judicial. Todo en vivo y directo.

A principios de la década pasada, el cine internacional aplaudiría una película latinoamericana: Ciudad de Dios —Brasil, 2002, basada en la novela de Paulo Lins. El film, dirigido por Fernando Meirelles, cuenta la guerra entre “Zé Pequeño” y “Mané Galinha”, dos jóvenes delincuentes enfrentados por las circunstancias. En paralelo, muestra la evolución y crecimiento de las “favelas” brasileñas, barrios pobres muy similares al del resto de América Latina. Sólo que más violentos.

Poco tiempo después ocurriría lo impensable: la película se convertiría en una mera anécdota de lo que vive Venezuela a diario.

Las calles de Caracas se tornaron más peligrosas que cualquier “favela”, al punto de ser señalada en 2013 como la tercera ciudad más violenta del mundo, de acuerdo con el informe publicado por la organización Seguridad, Justicia y Paz. La misma ONG mexicana ubicaría a Venezuela en 2014 como el segundo país más violento del orbe, sólo por detrás de Honduras. Justo la medalla de plata que nadie quiere.

El año de estreno de Ciudad de Dios, hubo 9.617 homicidios en Venezuela de los cuales 2.436 acaecidos Caracas. Un promedio de 38 por cada 100.000 habitantes —según datos del Centro por la Paz y los Derechos Humanos de la Universidad Central de Venezuela. Diez años después, en 2012, hubo 21.692 homicidios en el país —registra el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). En Caracas, la cifra se elevó a 4.498 asesinato, una tasa citadina de 119 homicidios por cada 100.000 habitantes; mayor al promedio del país.

Como dato ilustrativo, Caracas, con 5.978.000 habitantes, tuvo en el año 2012 los mencionados 4.498 homicidios, mientras que Nueva York, con 22.232.500 habitantes —casi 4 veces la población de Caracas— solo contó 414. Es decir, Caracas tuvo 10 veces más asesinatos.

Las cifras del 2014 son aún más espeluznantes. Demuestran que el problema en lugar de resolverse se ha agravado “luego de 21 planes de seguridad instaurados por el gobierno en los últimos 15 años”, reseña El Universal, el cuatro de mayo de 2014. Para rematar y aniquilar cualquier ápice de esperanza, el año pasado suma la luctuosa cifra de 24.980 homicidios, dato difundido en el más reciente informe del Observatorio Venezolano de la Violencia OVV, el pasado 30 de diciembre.

Más de 80 personas son asesinadas en el país por cada 100.000 habitantes, más que en cualquier guerra. A título ilustrativo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que un país con más de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes sufre una epidemia.

Para terminar de arrebatarle el trono a Río de Janeiro, Caracas tuvo la “favela” vertical más grande del mundo: La Torre de David. Este rascacielos, mandado a construir por el banquero David Brillembourg, presidente del grupo financiero Confinanzas, cuya intención era en los años 90 alzar el centro financiero más importante de Latinoamérica, terminó saqueado e invadido, luego que la crisis banquera de 1994 acuciara su abandono. A partir de 2007, devino peligroso “barrio” en pleno centro la capital con un millar de familias distribuidas en 45 pisos de concreto. Sólo fue hasta julio de 2014 que esas 1.200 familias fueron desalojadas y reubicadas por la Alcaldía de Caracas.

Voceros del gobierno socialista como Gabriela Ramírez, ex Defensora del Pueblo y Miguel Rodríguez Torrez, Ministro saliente de Interior, Justicia y Paz, han expresado públicamente que la inseguridad es sólo una “sensación” que no se corresponde con las cifras de delitos que ronda los 25.000 casos anuales. Contradictoriamente, los altos funcionarios derrochan ese privilegio de clases que es tener escoltas, vehículos blindados y todos los gadgets de seguridad del mercado capitalista.

Esas “sensaciones” las sistematizó el director del OVV, Roberto Briceño León, el pasado 29 de enero en la presentación de la “Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela 2014”, elaborado por Universidad Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Simón Bolívar; explicando que ocho de cada 10 venezolanos considera que la violencia ha aumentado; uno de cada 10 hogares tiene al menos dos miembros de la familia que han sido víctimas de algún delito; 55% manifestó tener miedo a ser atacado o robado en su casa, 65% durante el día en la calle y 79% en el transporte público; 13% de la población está dispuesta a armarse y más del 30% de los encuestados manifestó necesidad de mudarse o irse del país. En síntesis, la percepción general revela la pérdida de la calidad de vida de los venezolanos.

“Quieto es quieto”, recomiendan los expertos como el criminólogo Javier Gorriño. Otros, como el reconocido Fermín Mármol León —fallecido hace tres años— y su hijo Fermín Mármol García han expresado que esta situación es producto de la impunidad, porque en Venezuela de cada 100 delitos apenas se castigan ocho.

Mármol García, también especialista en la materia, estima: “se necesita una política sostenida de por lo menos ocho años para reducir nuestras estadísticas de violencia”.

“El infierno es despertar todos los días y no saber qué hace uno aquí”. Sin City

El informe del OVV también refiere que durante 2014 se incrementaron 30% las muertes por enfrentamientos con policías: casi 3.000 homicidios por resistirse a la autoridad. “Los funcionarios policiales que han visto fallecer a su compañeros tampoco creen en la justicia de los tribunales y han decidido tomar justicia por mano propia, lo que crea un ambiente de más violencia y agresividad en el país”, suscribe Roberto Briceño León. 2014 cerró con 271 policías/militares asesinados, de los cuales 132 cayeron en la Gran Caracas.

La sección de Sucesos del diario El Nacional del día 16 de enero de 2015 informa que solo en los primeros 15 días de este nuevo año ingresaron 204 cadáveres a la morgue de Bello Monte en Caracas. Medicatura forense se encuentra colapsada por ser una sede “provisional” desde el año 1972.

De acuerdo al último informe sobre la situación de los Derechos Humanos en Venezuela de la ONG PROVEA, existen cuatro factores que han convertido el problema de la seguridad ciudadana en una preocupación para el país. Primero, la ausencia de políticas públicas preventivas, planificadas y con metas a corto, mediano y largo plazo; segundo, la politización y polarización del asunto de la inseguridad; tercero, la impunidad y cuarto: la corrupción policial, que de conformidad con los datos manejados por la Comisión para la Reforma Policial del año 2006 (CONAREPOL), en el 25% de los delitos estaban involucrados militares y policías.

En Venezuela, y exponencialmente en su capital, se perdió la noche y ganó el miedo. El encierro tras los enrejados de las casas y edificios da una falsa “sensación” de seguridad. Un aventurero, un tonto o loco es quien saca su celular en la calle expuesto a engrosar las páginas de la crónica roja, o aquél que rumbea hasta el amanecer desafiando la estadística.

Mientras tanto, no se ve la luz al final del túnel; sólo el destello de un balazo. La Caracas del siglo XXI es una ruleta rusa a la inversa: Están todas las balas en la recámara menos una.

Río la Ciudad de Dios y Caracas la sucursal del infierno.

Publicidad
Publicidad