Los familiares del escritor Rómulo Gallegos se enteraron de la profanación de la tumba a través de las redes sociales. La semana pasada, las fotos mostraban un agujero junto a la lápida, rodeado de escombros y tierra. Pese a la evidencia, aún no se sabe con certeza si los restos del expresidente y de su esposa, Teotiste Arocha, además de los de otros integrantes de la familia, se encuentran en su sitio. En el Cementerio General del Sur, el camposanto más grande de Caracas, el descanso en paz no es una cosa segura.
Alejandra Palomino Yaselli, nieta del autor de Doña Bárbara, señala que todavía no hay respuestas. Después de que circularan las fotografías, la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri acudió al cementerio para comprobar la información. En lugar del desorden, vieron que habían tapado el hueco con cemento. “Está cerrado, así que no podemos ver exactamente lo que hicieron. El Ministro de Cultura llamó a mi mamá para que le diera permiso para abrir las tumbas, con un fiscal, y verificar el estado de cada urna”, dice Palomino.
Por eso, el viernes acudieron a la Fiscalía, con pruebas documentales, para así comenzar la investigación. En este proceso también participó Isaías Medina Felizola, pues el sepulcro de su papá, el expresidente Isaías Medina Angarita —quien estuvo a cargo del país desde 1941 hasta 1945—, fue igualmente profanado. Al hijo le pareció extraño que rompieran con tanta violencia el mármol que cubría la tumba, pues —tal como dijeron a los medios de comunicación— esos restos siempre habían sido muy respetados por la gente.
Ahora, no es la primera vez que ocurre algo así. En 2013, también se denunció la profanación de la tumba del expresidente Joaquín Crespo, y a principios de este año la concejal del municipio Libertador Aixa López informó que 40% de las tumbas del Cementerio General del Sur han sido violentadas por personas que se dedican al negocio de los huesos. En efecto, se han publicado informaciones sobre las mafias que existen con los restos humanos. La más reciente fue dada a conocer por Globovision: un hueso puede costar hasta 100.000 bolívares.
¿Y para qué? ¿Quién puede querer una osamenta? No hay nada seguro, pero muchos apuntan su dedo acusador hacia quienes practican el Palo Monte, una religión afrocubana que se originó en el Congo. Tal como lo explica un artículo de Giovanny Bernal, director del Centro de Estudios Afrocubanos y de la revista Afrocubanos Magazine, esta creencia se basa en la unión entre las deidades, el espíritu y los muertos, para alejar los males y mejorar la vida personal. Existen, en principio, tres enfoques de la práctica, pero todos se basan en el uso de la Nganga, un recipiente en el que se encuentra el alma del difunto, que se somete a la voluntad de quien se inicia en este camino, de acuerdo con la web de José G. G. J. Oya Okan Ladde, practicante de la religión desde hace 16 años.
Bernal, quien también es Babaloshá o padrino de santo, señala que en la regla Kimbiza del Santo Cristo del Buen Viaje —que se desarrolló en Cuba— no se utilizan huesos de personas: “La Nganga —es decir, el recipiente— lleva palos, piedras, tierra y huesos de animales. Los que están en la regla Kimbiza jamás usarán calaveras. Pero las otras prácticas, sí”.
Para él, el asunto original, basado en las reglas de los pueblos bantúes, se desvirtuó. Señala que muchos, por desinformación o por interés económico, quieren infundir temor con el uso de huesos humanos en sus rituales. Por ejemplo, está la ceremonia del rayado o iniciación, denominada Nkimba. Allí la persona que comienza su camino en el Palo debe tener los ojos vendados. Antes de empezar, oye llantos. En la Nganga está la cabeza del muerto, a la espera. Cuando llega el turno, el iniciador hace unos cortes en el cuerpo del iniciado con un bisturí, una hojilla o unas espuelas de gallos. La sangre derramada sella el pacto entre la deidad, el espíritu y el difunto, al que se le ordena que actúe en la vida del iniciado.
Bernal señala que el uso de las calaveras o de huesos humanos es innecesario para invocar la energía del cosmos y la naturaleza. Él, que se inició en el Palo Monte pero con el paso del tiempo se ha dedicado más a la Santería, dice que con esas prácticas no se proyecta lo que realmente es este culto: “Cuando profanan las tumbas dicen que son los paleros o los santeros. Pero eso no es indispensable para adorar a una deidad. Los que sí lo necesitan son los estafadores. No es lo mismo que usen un recipiente con palos y piedras, a que hagan un show con una cabeza. Así pueden cobrar más. Para mí, con una cabeza metida en un caldero lo que se busca es impresionar al que llega. Ya eso no es sacerdocio, es brujería, es circo”.
Y, además, es delito. El Código Penal establece, en los artículos 170, 171 y 172, los castigos para quienes cometen estas faltas. Si se producen daños en lápidas, inscripciones, monumentos, piedras y otros elementos de un cementerio, la pena será de arresto de 1 a 6 meses, o una multa que puede llegar a las 1.500 unidades tributarias. En caso de que se sustraigan restos o se violen urnas con cenizas, el culpable estará tras las rejas entre 6 meses y 3 años. Y cuando alguien realice una exhumación o se apodere de un cadáver, de forma completa o en algunas de sus partes, será apresado por un periodo de 3 a 15 meses.
De acuerdo con el Ministerio Público, ya se han procesado este tipo de casos. En 2010, Carlos Sáez, obrero del Cementerio General del Sur, y Ricardo Hernández fueron apresados cuando llevaban dos bolsas con cráneos para vender. En 2013 Eugenio Miranda también fue imputado por violar sepulcros. En su casa se consiguieron cráneos que también estaban destinados a la venta. Pese a eso, la práctica —que, de acuerdo con el libro Los brujos de Chávez, escrito por el periodista David Placer, ha ganado más fuerza en estos 17 años de Gobierno— sigue su curso y amenaza con perturbar el descanso de los muertos.
El alimento de las deidades
Hay otra religión con raíces africanas que despierta las más variadas pasiones. Sus huellas se dejan ver en las orillas de los ríos, en los botaderos de basura, en el monte o, incluso, en plena calle, donde se han visto con frecuencia restos de animales. Generalmente, estas acciones se atribuyen a los practicantes de la Santería o regla de Osha, que nació en Cuba después del sincretismo entre las creencias que llevaron los esclavos del pueblo Yoruba —de Nigeria y Benín— y el catolicismo. Para conseguir los favores de los Orishas o santos, son indispensables los sacrificios, entre ellos la muerte de aves, chivos y otros animales.
Hace pocas semanas, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) admitió una acción popular de nulidad contra la reforma que se hizo en 2015 de la Ordenanza sobre Tenencia, Control, Registro, Comercialización y Protección de Fauna Doméstica del municipio Libertador del Distrito Capital, en la que se prohíbe el sacrificio de animales con fines rituales. El recurso fue interpuesto en octubre de 2015 por Giogerling Méndez, practicante de la religión Yoruba, quien considera que este instrumento lesiona los derechos constitucionales a la libertad religiosa. Al vetar los sacrificios, señala en el texto, se vulnera la práctica libre de la Santería.
Ronald Mendible, presidente de la Asociación de Oriateces de Venezuela y practicante de la regla de Osha desde 1996, señala que en rituales sencillos generalmente se sacrifican gallos, gallinas o pollos, pero que en algunos casos, como cuando se hace la ceremonia para recibir al santo, pueden también requerirse chivos y carneros. “En algunas ocasiones, si se trata de Changó —que representa la justicia, la fuerza, los rayos y truenos— o de Orula —que es el orisha de la adivinación, y simboliza la sabiduría y la inteligencia–— se pueden necesitar tigres, elefantes o rinocerontes. Pero eso es muy raro”, explica.
Giovanny Bernal, del Centro de Estudios Afrocubanos, asegura que en esta religión —en la que se sigue el sistema de adivinación Ifá, que fue declarado en 2008 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco— hay unos sacrificios para salvar y otros para mejorar el camino de la gente. Dice que se vierte la sangre en un receptáculo con los otanes o piedras sagradas, pero no hay que tomarla ni bañarse en ella.
Los animales que se matan en las ceremonias de iniciación, apunta Bernal, generalmente se comen al día siguiente —calcula que en 70% de los casos es así—, y su muerte es más digna que en los mataderos. Pero, para Roger Pacheco, director de la ONG AnimaNaturalis, existen unas normas que deben seguirse. La Ley para la Protección de la Fauna Doméstica Libre y en Cautiverio indica ciertos lineamientos sobre el uso de animales para el consumo humano. “Hay una reglamentación. No puedes matar un chivo dentro de un apartamento, ni una gallina a las orillas del embalse La Mariposa, por ejemplo. Se trata de seguir ciertas condiciones sanitarias, ambientales y éticas”, explica.
Daniel Cabello, presidente de la Fundación de Ayuda y Protección Animal, localizada en el estado Anzoátegui, dice que los sacrificios para rituales pueden equipararse a la tortura, pues se produce una agonía a los animales para extraerles la sangre. A eso agrega las limitaciones que establece la ley: “Las personas que practican la Santería se basan en el artículo 59 de la Constitución para defender el libre culto, pero ahí se establece que el límite es la moral, las buenas costumbres y el orden público. Sacrificar animales en espacios públicos colida con la libertad religiosa”. Para María Arteaga, creadora de la Fundación Amigos Protectores de Animales, no se justifica la matanza de un ser vivo para seguir una creencia: “Los derechos de cada quien terminan donde empiezan los de los demás, y eso incluye a todos los seres vivos, así no sean humanos”.
Bernal reconoce que hay personas, practicantes de la religión, que no tienen cuidado: “Lamentablemente, hay quienes dejan todo regado en la ciudad y en las orillas de los ríos. También estamos detrás de nuestra comunidad para que dejen a los animales silvestres, como la terecay. Tenemos que reconocer que existe un sector de practicantes que van y matan de forma desmedida, y después ensucian el ambiente. Pero eso no se puede hacer. Nuestras deidades son, precisamente, las fuerzas de la naturaleza”.
Discusión en progreso
Pese a los argumentos de quienes practican la Santería, aún queda mucho debate por delante. El TSJ admitió la demanda, por lo que comenzará el procedimiento para estudiar el caso y tomar una decisión sobre la ordenanza. Mientras tanto, la práctica sigue prohibida en el municipio Libertador. En otros lugares, como en el municipio Carrizal del estado Miranda, también existe una ordenanza que proscribe el uso de animales en rituales.
Roger Pacheco, de AnimaNaturalis, explica que el instrumento del municipio Libertador data de los años noventa. “Ya en ese entonces, se prohibían los sacrificios rituales, pero se hablaba de hechicería o brujería. En 2005 hubo una reforma y desapareció esa parte de los sacrificios”, explica. Por eso, agrega, varias organizaciones y abogados empezaron el proceso en 2011 para impulsar la modificación del instrumento, e hicieron hincapié en que no hubiese discriminación: “No hemos hablado de una religión en particular, sino de todos los cultos religiosos”.
Pacheco dice comenzó la consultoría entre varias organizaciones de defensa de los animales y la Misión Nevado, para llegar a acuerdos sobre las próximas acciones. Se consignarán documentos que justifiquen por qué se debe mantener la ordenanza tal y como está.
Pero, en la otra acera, la Santería mantendrá sus argumentos. Giovanny Bernal asegura que continuarán su lucha contra lo que consideran una persecución de la Iglesia Católica. En el fondo, dice, hay un temor por la expansión de esta manera de ver el mundo: en 2012, después de hacer un censo, se demostró que en Venezuela había 5 millones de practicantes; ahora, asegura, ese número debe estar entre 8 y 10 millones de personas. Señala que 80% de ese total cree que son brujos, una idea que ha desvirtuado completamente su religión. Pero, más allá de eso, dice, se seguirá defendiendo el sacrificio animal como una parte indispensable de la adoración a los santos y de la entrega que, a juicio de los seguidores de la religión, se necesita para conseguir una vida mejor.