Cultura

Sobre "Maniobras elementales", de Roberto Echeto

En la introducción a los Ensayos, Montaigne declara que en su escritura ha puesto toda su sinceridad y que allí se ha mostrado tal cual es, con sus defectos, con sus imperfecciones, con su modo de ser. «Si yo hubiese pretendido buscar el favor del mundo», dice también, «me hubiera engalanado con prestadas hermosuras; pero no quiero sino que se me vea en mi manera sencilla, natural y ordinaria, sin estudio ni artificio, porque sólo me pinto a mí mismo».

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No puedo más que pensar en Maniobras elementales cuando leo estas palabras, porque este libro de Roberto Echeto es un digno heredero de los ensayos del maestro del château de Montaigne. El señor Echeto ha escrito sí, un libro de ensayos, y quizás suena a perogrullada la afirmación, sólo que yo considero que Maniobras elementales, a diferencia de otros tantos, es un verdadero libro de ensayos, como pocos existen y se producen en la actualidad venezolana. No resulta este trabajo un pesado material académico que no hace más que explicar ideas de otros con un estilo cuadriculado, aburrido y mediocre; no, en este caso, hablamos de literatura, porque este libro comprende el ensayo como lo que es, como un género literario.

Cuando otros textos nos trituran los sesos con el análisis simbólico de los colores rojo y rosado en la poesía de Rubén Darío o la interpretación de lo que Derrida dijo que no dijo, Roberto Echeto nos está hablando, por ejemplo, de los cinco minutos de silencio con que abren los discos del sello alemán ECM. En ese ensayo, «Vanos perfectos», el ensayista escribe lo siguiente: «Ofrecer silencio es ofrecer espacio para pensar, para recordar que somos seres humanos, para observar el mundo y tomar distancia de los hechos que nos abruman».

Este libro conversa con nosotros desde ese silencio. Desde el silencio de alguien que ha pensado y vuelto a pensar y que ha llevado sus ideas a una altura esencial y profunda donde el pensamiento es aforismo pero también poesía. Sus cavilaciones están escritos de manera clara, diferente, sencilla (recordemos lo dicho por Montaigne), pero al mismo tiempo, son particulares y agudos. Este libro tiene ideas que llegan al lugar donde deben llegar todas las ideas: al lugar donde capturamos la belleza del mundo, y al mismo tiempo, la verdad del mundo. Belleza y verdad de la mano, siendo lo mismo; así lo veían los griegos antiguos.

Pero Maniobras elementales no es solamente un espacio de ideas, Maniobras elementales es también un cuadrante de estructuras creativas. Y acá pienso en T. W. Adorno y en su defensa al ensayo literario. Adorno va a decir en «El ensayo como forma» que el ensayo exhorta a la libertad porque no permite que se le prescriba jurisdicción. «La dicha y el juego le son esenciales», acota Adorno y al irnos hacia las estructuras de los textos del libro del señor Echeto no podemos menos que pensar en dicha y juego. Porque el ensayista no sólo nos presenta ideas que ya ha venido rumiando en silencio, sino que también, con toda libertad, las va desarrollando y redescubriendo a medida que va escribiendo e inventado otras formas distintas a las tradicionales. Este libro te reta al disfrute, y te reta, en parte, porque te propone otras formas de presentar la argumentación. Tal como señala Adorno, «no empieza por Adán y Eva, sino con aquello de lo que quiere hablar; dice lo que a propósito de esto se le ocurre, se interrumpe allí donde él mismo se siente al final y donde ya no queda nada que decir». Así, este libro es profundamente escéptico: descree del lugar común de las formas y del lugar común de las ideas, y busca y juega y avanza tanteando. Luigi Amara dirá que el ensayo «tienta y es tentativo; no se anda por las ramas sino que avanza por tanteos». El texto de Amara se titula, por cierto, «El ensayo ensayo». Es decir, el ensayo que de verdad es ensayo. Otra perla de Amara que nos lleva a Echeto: «El género nace con un ojo puesto en el escepticismo y otro en la reivindicación de la experiencia; descree de lo aprendido, sigue el sendero de la herejía y entonces voltea hacia la propia subjetividad, ese asidero no menos tambaleante».

Y así es, el señor Echeto va buscando otras miradas —las suyas—, a temas tales como la música contemporánea y el jazz, la ciudad, la escritura creativa, la poesía, el dibujo y el arte. En sus páginas tienen igual importancia Marcel Duchamp y García Lorca, los tres chiflados y Bill Evans, Coltrane y los elefantes. El libro lleva incluso un intermedio narrativo y hasta de libreto radial que rompe aún más con las estructuras tradicionales del libro de ensayos.

Maniobras elementales reta entonces la seriedad vacua del mundo y opta por divertirse antes que desesperarse. Que no quepa duda, es un libro cargado de humor, y así leemos, justamente, sobre el humor en «Observaciones inocuas»: «El humor es una forma suave de venganza, una revancha contra quienes nos hacen la vida imposible». Y sí, si me pides, para finalizar, una frase sobre este libro de Roberto Echeto, te diría que Maniobras elementales es una «forma suave de venganza». Es, para decirlos con palabras más pedestres, un gran libro que sin duda mereció ser el ganador del Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana en 2015.

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