Entrevista

Gledys Ibarra regresa a Caracas con "La Monstrua", monólogo de ácido humor negro

La actriz vive en Londres desde hace ocho años, donde tiene una intensa actividad en las tablas, tanto en inglés como en español, y se desempeña como directora artística de The Latin Stage. Vino para estrenar el premiado unipersonal “La Monstrua”, del dramaturgo uruguayo Ariel  Mastandrea, en el cual encara un rol tan complejo como desafiante, bajo la dirección de  Rossana Hernández y la producción general de Carolina Rincón

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Gledys Ibarra en La Monstrua

Como «una comedia negra llena de arte, alegría y reflexión» define la productora Carolina Rincón el monólogo La Monstrua,del fallecido dramaturgo uruguayo Ariel Mastrandea, que presenta su nueva empresa, Productora de Sueños, con la que debutó hace algunas semanas, con muy buen pie, a través de “La casa de Gómez”, del novel director, escritor y actor venezolano Alfredo Sánchez, obra que en apenas cuatro funciones obtuvo las mejores críticas por parte de cronistas y público.

Y como para refrendar este logro, ahora cuenta con el decisivo aporte actoral de Gledys Ibarra, para poner en cartelera su segunda producción, La Monstrua, que a partir del 19 de enero llegará al teatro del Centro Cultural BOD.

Gledys Ibarra vive en la capital británica desde hace ocho años y allí desempeña una intensa actividad teatral, tanto en inglés como en español, además de desempeñarse como directora artística de The Latin Stage, una empresa de promoción y formación del talento joven latino en aquella ciudad.

Precisamente, una alumna uruguaya de esta agrupación le hizo llegar el texto de La Monstrua, con el cual quedó literalmente cautivada, al igual que las audiencias que han tenido la oportunidad de ver esta pieza en Argentina, Uruguay, México, Colombia y España, entre otros países.

Ahora será el público venezolano el que se confrontará con los aspectos irreverentes y relevantes de la condición humana, en esta obra que aborda un tema tan vigente como es la inclusión. Y lo hace apelando a un texto de enorme altura dramática, interpretado por una consolidada actriz todo terreno, Gledys Ibarra, quien desde hace días está en nuestro país ensayando esta pieza y engranándose en los demás aspectos del montaje.

El Estímulo la encontró a punto de iniciar uno de los ensayos de este nuevo reto dramático que ahora asume, ocasión más que propicia para entrevistarla.

Universo de deformidades

—¿Qué fue lo que más te llamó la atención de este monólogo?

—Todo. Es un monólogo absolutamente completo. Está ambientado en un circo y desde allí se hace un paralelo con la vida de manera perfecta. Es la existencia de una mujer en el circo, contando sus penurias desde la posición de la fealdad, de la no perfección, del desamor, de la traición. Es una obra joven, relativamente fresca, tiene 20 años. Ariel Mastandrea, el autor, tuvo el tino de darle a través del tema un olor añejo, que puedes ubicar perfectamente en la época de ese tipo de circos donde la gente iba a ver las deformidades.

—¿Qué entiende la obra que es “el monstruo”?

—Es cualquier ser que está sacado de lo que se llama el “mundo decente”. Y es interesante, porque hay una línea gloriosa, que hemos tenido el cuidado de que sea una de las pocas cosas que se saca del texto para hacerla pública, y es cuando el personaje dice: “Sacados del mundo decente, como si esas deformidades físicas fueran lo más repugnante que tenemos los seres humanos. Y no es así, son otras cosas.”

—¿Cuál es el principal desafío que esta obra te plantea histriónicamente?

—El reto es bárbaro, porque hay una cantidad de lugares a interpretar que obviamente uno como actriz dice: “Sí, este es mi deber y a eso es lo que tengo que apostarle”, pero el recorrido a esos lugares, donde de repente estás hablando de las deformidades, donde estás refiriéndote a lo mejor de problemas genéticos que son como delicados, sobre todo en este tiempo, al pisar ese terreno me conseguía con momentos en los que decía: “No puedo, me parece que estoy como violentando algo que no debería pisar”. Pero la directora me decía que de eso se trata realmente. Y es la verdad. Eso es lo que es el teatro, es la voz de los humanos desde que el mundo es mundo y desde que apareció el teatro. Eso es lo que significa.

El monólogo con Gledys Ibarra es el de una mujer que cuenta sus penurias desde su fealdad. Foto Guillermo Felizola

—Es una obra muy dinámica y está dirigida de la misma forma por Rossana Hernández. Ella es una actriz y directora venezolana con una carrera muy sólida aquí en Venezuela y así ha hecho su montaje. Lo que quiere decir que también le da una frescura y esa cosa visual necesaria que uno requiere cuando está de espectador. El reto está precisamente en esos lugares en los que uno siente como humano: “Yo no trataría esto, no me metería en este terreno”, pero como los personajes no se juzgan, hay que hacerlo.

Transitar rincones insospechados y oscuros

—¿Nunca habías interpretado una obra semejante?

—Fíjate que yo creo que La Monstruallega a mí en un momento en el que creo que tengo la madurez actoral para enfrentarme a ella. Es una pieza muy demandante, que obliga al actor a meterse en unos rincones insospechados. Me hace sentir que efectivamente estoy avanzando un paso más dentro de lo que son mis herramientas actorales y dentro de lo que es también el aceptar este personaje y enfrentarlo de una manera abierta.

—¿Hace diez años te hubiera sido más complicado hacerlo?

—Quizás hace diez, o hace quince, lo habría hecho, porque cualquiera tiene el arrojo o la insolencia de meterse en cualquier texto, porque los actores tomamos riesgos, aún estando al borde del precipicio. Pero este personaje, a pesar de toda esa zona oscura que ella tiene, logra una cosa hermosa, que es la empatía de quien la ve. Creo que es desde allí que yo he logrado tender unos puentes con ella como intérprete que me enamoran y me fascinan.

Productiva e interesante vida en Londres

Serán en total cuatro funciones en el Centro Cultural BOD de esta obra que dura una hora diez minutos, y una en el Teatro Juárez de Barquisimeto.

—No haré más, pues le pedí a la productora que yo quería hacer un encuentro de un fin de semana y no una temporada, pues la verdad es que estoy básicamente en una visita familiar a Venezuela y procuro que sea así. A lo mejor me cuesta un poco, porque estar en unos días previos al montaje es muy estresante y agarra mucho tiempo de ti. No quería extender toda la estadía nada más en hacer teatro. Estaré aquí hasta febrero.

—¿Cómo ha sido tu vida en Londres en estos ocho años?

—Ha sido muy interesante. Tu sabes que uno siempre dice: “Tengo que arrancar de cero”. En cierta forma es verdad, pero no absolutamente, porque todo lo que traes en vivencias conforma un piso. Hay unos miedos para enfrentarse a lo mejor a una industria y a unos directores de castings que no conoces. No tienes a nadie que de repente te pueda echar una mano, pero hay una cosa que sí conoces, que es lo que has hecho toda tu vida. Sí hay allá una manera de aprender diferente, porque esta gente tiene una forma distinta de trabajar, entonces a veces uno de siente un poco “achicopalado”.

Nosotros somos rigurosos en el trabajo, porque hemos aprendido a trabajar bajo una presión del “ya para ya”. Ellos no. Hay mucho más tiempo para la planificación, hay una forma distinta que tiene que ver con la cultura y con su propia manera de ser, que no quiere decir que no se entienda, pero como nosotros somos tan impulsivos, tan latinos, entonces uno tiene que bajarle, como decimos en criollo, como unas dos o tres rayitas (ríe).

Eso es interesante para mí como actriz, porque a medida que hago más castings que pierdo, cada vez que me pasa esto, lo que hago es sentarme a analizar por qué lo perdí.

Explorando en la jungla londinense

—¿Has perdido muchos castings?

—Bueno, he perdido varios y he ganado algunos.

—¿En teatro?

—No, en teatro me ha ido muy bien. Te estoy hablando de cosas para cine y televisión. En teatro me ha ido bien, gracias a Dios, porque cuando llegué allá yo redacté una carta con mi curriculum y la comencé a mandar enfocadísima, no perdí el tiempo pensando en otras pendejadas. Y me compré un libro que se llama Contacts (Contactos), donde está toda la industria británica condensada allí. En este libro comencé a marcar todos los directores de castings y de teatro, entonces les mandé mi currículo con ese perfil:

“Yo soy una actriz venezolana, de tantos años de trayectoria, pongo mi perfil a su orden si usted considera que en algún momento puede necesitar a alguien con mi experiencia, etc”.

En Londres hace teatro, tanto en inglés como en español. Foto Guillermo Felizola

Y no pasó nada. Mandaba muchos al día, pero como siete meses después recibí una oferta para hacer un casting en el Teatro Cervantes de Londres, estaban buscando talento para Bodas de sangre de Lorca, obra que conozco de atrás para adelante, y empecé con el Cervantes. Y además hice Yerma, en los dos elencos también (inglés y español). Igualmente hice con ellos una obra del dramaturgo español Juan Mayorga, que se llama La tortuga de Darwin, con la que me gané el premio a la mejor actriz de reparto en ese ámbito.

Después fundé un grupo, The Latin Stage, para mover un poco a la juventud latina que busca oportunidades de trabajar. Tengo tres años con este grupo, que es una escuela de formación y a la vez para nutrir la dramaturgia latina en Londres. Entonces meto allí a mis amigos venezolanos (ríe). Y he tenido actores peruanos, argentinos y colombianos. El grupo, aunque no es de una relevancia como la que yo quisiera, la vida dirá cómo terminará de desarrollarse. A lo mejor obtiene relevancia después, pero en este momento es una muy bonita experiencia, pues los actores de Londres, los directores y la movida teatral en general ya saben de Latin Stage.

Venezuela en el corazón

—¿Por qué llegas a Londres?

—Porque me casé con un inglés, Martin Smith. Tenemos quince años juntos y ocho de casados.

—Inicialmente te habías ido a Miami…

—En 2010 estuve trabajando allá con Nickelodeon, hice también el Festival de Teatro de Pequeño Formato, con una pieza de Dario Fo que hice con Eduardo Serrano y me gané con ella el galardón de mejor actriz del festival en 2012 y estuve haciendo unas producciones con Telemundo. Pero después, estando allá con mi novio, y luego esposo, decidimos irnos a Londres.

La actriz está casada con Martin Smith, un ingeniero británico. Foto Guillermo Felizola

—¿Tu esposo también es del medio artístico?

—No, es ingeniero y construye laboratorios. Mientras yo estoy construyendo una obra, él está haciendo paredes con ladrillos (ríe).

—¿Te has habituado bien en Londres?

—Sí.

—¿Mantienes frecuentes contactos con Venezuela?

—A diario. Yo creo que eso es lo que hace que uno no se sienta tan lejano. Fíjate que yo llegué a mi casa y sentía que había estado allí la semana anterior. Creo que le pasa a la mayoría de la gente cuando regresa a su lugar de origen.

—¿Desde cuándo no venías?

—Desde 2017, no hace tanto.

—¿Qué es lo que más extrañas de Venezuela?

—A mi afectos que tengo aquí. Porque la verdad es que ya no te puede decir uno que extraña una arepa, porque la harina PAN está al alcance de la mano en cualquier país. Ya puedes conseguir ventas de empanadas, es como muy común. Si antes extrañabas una cosa culinaria tuya, que te hacía sentir en tu lugar, eso lo puedes conseguir también ahora. También la tecnología da una facilidad, pues puedes estar viendo el Ávila a diario por esa vía. Puede parecer una bobería, pero Fito Páez tiene una canción que dice que nada importa la ciudad si nadie espera. Como yo tengo gente aquí, tengo a mi hija, mis nietos, mis tías y a pesar de que hablo con ellos a diario, uno espera abrazarlos con la misma frecuencia. Cuando llegué y abrí la ventana y me encontré con el Ávila, ahí, sin un teléfono de por medio, sino a través de mi ojo directamente, fue una gran sensación.

Dos vidas, dos ciudades

—¿No te has planteado venir más regularmente?

—Es un poquito difícil, porque estás en otro lado y allí también se va tejiendo una base, se va haciendo una vida. De hecho, a mi esposo le gusta mucho Venezuela y nos planteamos venir más frecuente, pero sin necesidad de la alharaca, sino hacerlo de bajo perfil. Venir a mi casa y pasar mi coleto y mi trapito (ríe). Y si tengo que venir a hacer algo aquí, lo hago, pero que sea una cosa un poco más fluida, sin publicitarla, aunque agradezco los gestos de cariño, de bienvenida que he tenido con el púbico.

—Viendo tu carrera en retrospectiva, ¿qué picos crees que ha tenido?

—Muchísimos. Por eso es que soy tan agradecida, porque tuve una carrera llena de personajes muy especiales. Obvio que Por estas calles me regaló lo que todo actor quiere tener, pero de ahí en adelante he tenido unos personajes maravillosos y gloriosos en el cine y en teatro, que me hacen agradecida, privilegiada y consentida.

—¿Qué reacciones te agradaría obtener con La Monstrua en cuanto a respuesta del público?

—Primero que nada la gentileza de que me acompañen en la obra. Los invito a que vengan a verme, porque es un trabajo absolutamente conmovedor, respetuoso, profundo, denso, pero con una simpatía y un candor que también conmueve y llega a la fibra profunda, desde la juventud hasta la persona más madura. Los invitaría a que me acompañaran y me daría por pagada simplemente con un aplauso…

Cartel promocional del monólogo que hará la actriz en Caracas y Barquisimeto

Carolina Rincón: una historia de éxitos en la producción teatral

Tiene 20 años como productora teatral en el Grupo Actoral 80 y ahora decidió hacer producción independiente. Ya lo había hecho en algunos momentos, pues fue durante tres años gerente de programación del Centro Cultural BOD.

Hablamos de Carolina Rincón, quien en su largo record profesional ostenta títulos tan emblemáticos como Monólogos de la vagina, La cena de los idiotas, Art, Brujas, Sangre en el diván, Los hombros de América, Terror y Fresa y chocolate, entre muchas otras. Su primera incursión en esta nueva etapa surgió en La casa de Gómez, obra que marcó el debut de Alfredo Sánchez como director y dramaturgo, “que resultó algo espectacular”, según lo define ella misma.

Ahora viene con La Monstrua, monólogo del uruguayo Ariel Mastrandea que le ha tomado buena parte de su tiempo, desde que empezó a desarrollarlo en los últimos dos meses y medio.

—Gledys empezó a ensayar desde Londres por Zoom con la directora Rossana Hernández – revela la productora a El Estímulo-. Ensayaba todos los días y yo hacía la producción. Después ella llegó y tenemos 25 días estructurando el espectáculo. Me siento halagada y muy agradecida por ello. Lo primero que me movilizó fue la posibilidad de traer al público venezolano un espectáculo de una solidez humana espectacular, que habla de las diferencias y de que se ven las caras pero no los corazones. Es un texto muy comprometido y eso me movilizó totalmente, al igual que tener a Gledys Ibarra, una “monstrua” de la actuación.

Y ahí voy bordando mi carrera, en solitario ahora, pero con nuevas manos -prosigue Carolina Rincón-. Mi compañía se llama Productora de sueños, pues lo que realmente me compromete a serlo, es que lo que sueña el director, el iluminador, el escenógrafo y lo que sueño yo también son mi base de acción.

Un nuevo rumbo

—¿Qué te propones en esta nueva etapa?

—Quiero formar un nuevo rubro, que es una productora artística general. Eso lo que quiere decir es que hay mucha formación de mi parte detrás de todo esto: en la escuela Inés Laredo de Maracaibo, también en la Compañía Nacional de Teatro con Isaac Chocrón y Elías Pérez Borjas, con María Gómez, con el Grupo Actoral 80 y todos los directores que pasaron por allí, desde Juan Carlos Gené hasta Alberto Ísola, entre muchos otros.

Para mí, un productor no es un buscador de “peroles”, sino ser un traedor de sueños. Básicamente eso es lo que me mueve y para lo cual he estudiado y me he formado: para conocer épocas, para poder acercarme a autores, tendencias. De eso se trata.

—¿Cuál es tu gran reto para igualar o superar ese bagaje que traes?

—El gran reto ahora, en este momento, es producir este espectáculo en tan poco tiempo y que además salga a la perfección y cumplir con los sueños del equipo. La idea es hacer cuatro funciones, porque Gledys quería encontrarse con su público de frente, en vez de que la sigan viendo por las novelas ya refritas y pasadas. Ella quiso hacer un gran gesto hacia el país trayendo este monólogo. Eso para mí es un gran reto, porque es muy poco tiempo, apenas dos meses y medio.

Pero afortunadamente, a pesar del país que tenemos, he encontrado muchas respuestas, desde la Alcaldía de Baruta, que me está apoyando; la Fundación Dejando huella, la marca Flor de Arauca, Empresas Polar. Hay mucho apoyo. Pero eso viene como el muchacho con el tetero, que en este caso es Gledys. Eso te permea toda la producción, que puedas conseguir alguien que te apoya, porque ya ella es la venezolanidad, y las alcaldías, los empresarios, se sienten complacidos con apoyarnos.

Esto además no termina acá. Yo sigo soñando y vamos a presentarla en Londres, París, Madrid y en Barcelona en el transcurso de este año. Y ya veremos más adelante si volvemos, porque Venezuela no es Caracas y solamente vamos ahora, aparte de la capital, a Barquisimeto, porque Gledys está muy comprometida, pero más adelante, en el 2024, vamos a hacer una gira grande por Venezuela.

Humor negro que llega a la ternura

—¿Qué es lo que te llamó especialmente la atención de este monólogo?

—Que La Monstrua es un ser humano con una deformidad y que es un espectáculo que habla de la inclusión. No te puedo contar detalles, porque no tiene ningún sentido, pero se trata de un tema que está muy vigente. Mastandrea estaba hablando hace 20 años de la inclusión, cuando estrenó esta obra, que fue un éxito en todas partes, pero nunca los venezolanos la vimos. Y es un tema recurrente y por eso es un clásico, porque era un visionario. Y también la obra hace una crítica a la modernidad, por eso es que me interesa; es decir, a creer que la modernidad, las redes sociales, los teléfonos inteligentes y Alexa, eso te acerca a lo humano. Y no, eso te aleja totalmente. Este espectáculo habla un poco de eso y del respeto a los seres humanos como sean: blancos, negros, con deformidades, sin orejas y condición. He allí la vigencia.

Es una obra de tanto humor negro, que llega a la ternura profunda por un ser humano que es vilipendiado por ser diferente. Mastandrea lo dice en el texto, que lo único que puede funcionar para eso es la venganza, porque no existe la justicia. Es un punto de vista muy interesante.

—¿Tienes algo a futuro que te gustaría hacer?

—Tuve el privilegio de ver un espectáculo en Madrid que se llama “Silencio”, del dramaturgo español Juan Mayorga, quien llevó a escena su discurso de ingreso a la Real Academia Española (RAE), donde hay un absoluto respeto al teatro y a la dramaturgia. Junto con una gran actriz, Banca Portillo, convirtieron durante la pandemia esas palabras en una obra de teatro. Y ese es mi sueño para 2024, traerlo a Venezuela. Es una cosa espectacular. Necesito 25 mil euros para poder traerlo en dos funciones, pero eso no es imposible. Quiero que lo haga la misma Blanca Portillo. Ese es mi sueño.

Carolina Rincón con Alfredo Sánchez en “La casa de Gómez”, su primera obra como productora independiente antes de “La Monstrua”. Foto cortesía Alfredo Sánchez

Carolina Rincón por Alfredo Sánchez

Alfredo Sánchez, el autor y director de La Casa de Gómez, la obra estrenada recientemente y con la cual debutó Carolina Rincón en esta nueva etapa profesional, reivindica de ella la virtud de mantener el foco en los objetivos artísticos, sin desdeñar por ello el interés del público.

“Contar con la producción artística de Carolina en mi obra fue para mí un gran alivio y un verdadero privilegio, porque su conocimiento, determinación y amor por el arte teatral es incomparable», dice el director.

«Carolina es ese tipo de persona que combina muy bien las diferentes cualidades o facetas que debe tener una buena productora: firmeza, capacidad de organización, mente ágil, creativa, formación y, sobre todo, una visión global del espectáculo, lo que le permite liderar un proyecto y al mismo tiempo entender que su rol es proporcionar solidez y cohesión al grupo en función de lo que quiere el director, manteniendo siempre el foco en sus objetivos artísticos, sin perder de vista al mismo tiempo los intereses del público», declara.

Detalla también Sánchez: «Como productora tiene la virtud de ir más allá de su radio de acción para influir en la toma de decisiones, aportando siempre un juicio crítico y la más de las veces preguntas pertinentes que van siempre en beneficio del espectáculo. Tiene la ferocidad de una leona cuando se trata de defender integridades y debidos procesos»

«Su fuerza de producción descansa siempre en su dedicación absoluta a lo que hace en la búsqueda de soluciones. Su presencia inspira confianza y seguridad. Por más complicada que sea una situación, ella siempre le encuentra la vuelta a las cosas. Su experiencia y capacidad de observación son las guías que la llevan en esos momentos de fuego por los que indefectiblemente atraviesa toda producción», señala el director.

«Todo director requiere de una persona así a su lado, una interlocutora capaz de comprender las metas artísticas y las necesidades creativas de un grupo de personas con sus disímiles personalidades. A Carolina no se le puede evadir ni tampoco extrañar, porque ella anda en cada rincón, en lo que se mueve y lo que no. Y esa omnipresencia es acompañada por lo general con una sonrisa, y en confianza de sus amigos de siempre, por el ruidoso ritmo jacarandoso de su franco y pícaro humor zuliano. Pero sobre todas estas virtudes, sobresale la mayor palabra, la única que en este medio vale oro: la amistad», expresa.

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