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Arte en braille: la chica que lleva sus pinturas a quienes no pueden ver

En cinco primeras piezas de bajo relieve creadas en papel y materiales de reciclaje, la estudiante de artes plásticas Andrea Rojas cuestiona al gremio artístico venezolano por la ausencia de espacios pensados para que personas con discapacidad visual tengan el mismo acceso al arte que las personas que pueden ver. “Si quieres que crea en Dios, tienes que hacérmelo tocar”.

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Andrea Rojas

¿Cómo una persona que no puede ver podría disfrutar el arte tanto como alguien que sí puede apreciar la pieza con su vista? ¿Cómo representar la luz para alguien que nunca ha visto el sol? ¿Cómo presentar a alguien un concepto que no puede tocar?

Son preguntas que a Andrea Rojas, estudiante del quinto semestre de artes plásticas, mención pintura en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte), la hicieron cuestionarse como artista una y otra vez.

“Si queremos hacer un arte más accesible entonces tenemos que aprender a percibir el mundo como otro lo percibe, entender cómo se sienten otros”.

Andrea Rojas
Además de estar hechas en relieve, las piezas tienen su descripción
disponible en braille, así como el alfabeto braille para sensibilizar a
personas que pueden ver. Foto: Andrea Rojas

En la búsqueda de respuestas sobre cómo hacer del arte más accesible, la artista de 21 años se encontró a sí misma recorriendo los principales museos de Caracas para verificar si existía un área inclusiva donde personas con discapacidad visual pudiesen disfrutar del arte en sus distintas expresiones, tal como sucede en museos de Europa, con la adaptación de pinturas en esculturas u obras de alto relieve.

Entonces la realidad la golpeó de una manera que la hizo replantearse su propia manera de hacer arte: en ningún museo o galería de arte que visitó en el corazón de la capital de Venezuela, había piezas adaptadas para personas con discapacidad visual.

En un país donde hay, aproximadamente, 28.729 personas con discapacidad visual, según el último censo hecho por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2010.

Más inclusión en un mundo predominantemente visual

Durante su investigación de campo, Rojas descubrió que en el Museo de Arte Contemporáneo Armando Reverón, (otrora Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber) existía una Unidad de Proyectos Especiales, que tenía el propósito de hacer accesible la apreciación y el disfrute de las artes plásticas para personas con discapacidad visual.

Pero la sala que durante finales del siglo XX, realizaba actividades permanentes como exposiciones, publicaciones especializadas de alto nivel y visitas guiadas preparadas con los artistas y asesoradas por profesionales para invidentes, y donde una vez estuvieron exhibidas las obras del pintor y escultor Víctor Valera – su principal referente de arte accesible-, no existe en la actualidad.

De hecho, se desconoce dónde están las piezas que Valera donó al museo fundado por la periodista y promotora del arte, Sofía Ímber.

“Investigando me enteré de que Victor Rivera donó obras para personas con discapacidad visual y que estaban en la sala braille… ¿por qué ya no están? ¿Dónde están ahora? ¿Por qué no hay en exhibición ninguna pieza para personas con discapacidad visual? Eso fue un shock para mí”, comentó Rojas.

Ella sabía que la respuesta a sus preguntas se encontraba en el desarrollo de nuevos planteamientos estéticos más accesibles e inclusivos en un mundo predominantemente visual. Y que debía emprender un proyecto artístico que estimulara la inclusión en el mundo del arte al menos en la ciudad donde vive.

El proceso de acercar el arte a personas que no pueden ver, pero sí sentir a través de experiencias sensoriales, la llevó necesariamente a aprender braille, que es un sistema de lectura y escritura táctil pensado para personas ciegas, en la Sociedad de Amigos de los Ciegos.

“Tenemos que aprender a percibir el mundo como otro lo percibe”

“No ha sido un proceso lineal. El arte tiene que hacerte sentir cosas, tiene que hacer que te cuestiones, tiene que dejarte pensando. Y si queremos hacer un arte más accesible entonces tenemos que aprender a percibir el mundo como otro lo percibe, entender cómo se sienten otros”, dice la artista.

Rojas recuerda que una de las primeras tareas que hizo junto a su profesor de braille Manuel Pérez, fue precisamente recorrer las calles de Caracas como una persona invidente, con él como guía.

Con vendas en los ojos recorrió las calles de la capital del país e intentó ver con otros sentidos. Luego, la pandemia por covid 19 arreció y se impuso el distanciamiento social. Por lo que el estudio de braille y las experiencias sensoriales continuaron pero de forma autodidacta.

Tres años después, para su proyecto final de Dibujo Analítico III, Rojas ya tenía claro qué quería hacer: obras de bajo relieve compuestas con recursos tiflotecnológicos para personas con discapacidad visual.

Cuerpos temporales

En cinco piezas, que fueron exhibidas durante un mes (entre el 25 de febrero y el 25 de marzo) en el Museo de Arte Contemporáneo Armando Reverón, la artista expuso una reflexión sobre cómo, vestidas de tiempo, propio o el de otros, las personas pasan la mayor parte de sus vidas en una especie de carrera contrarreloj en la que pretenden controlar lo único que no puede ser controlado: el tiempo. De esa manera, crecen con una visión adoctrinada por la sociedad, divorciada de lo esencialmente importante.

“Esa es mi protesta, mi denuncia. Además de que nos interesa muy poco la realidad de otros. Si vemos a una persona ciega en el Metro, le pasamos por un lado ignorando su realidad”.

Andrea Rojas

La colección de Rojas forma parte de la muestra académica Cuerpos temporales, de la materia Dibujo Analítico III, de Unearte. Cada pieza resume la existencia humana en realidades difíciles de aceptar, que obligan a las personas a entenderse como cuerpos que coexisten en temporalidades finitas y diversas, individuos que se desdibujan y se replantean, que se cuestionan una y otra vez.

Para ello, los estudiantes utilizaron elementos del dibujo para generar discursos, y encontrar su propia voz o medio de expresión.

Particularmente, Rojas encuentra su inspiración en artistas como Vasili Kandinski y Olga Rozanova. En el constructivismo, onirismo, surrealismo y abstracción lírica.

De Kandinski, que además de pintor teorizó sobre el arte, Rojas aprendió que el color corresponde a ciertas formas si así lo quiere percibir, y puede utilizar parte de esa teoría y adaptarla al arte accesible para personas con discapacidad visual.

“Por ejemplo, los colores fríos corresponden a formas que no tienen tantos ángulos, y los colores cálidos corresponden a formas geométricas que tienen muchos ángulos”, dice.

“Pero no es fácil presentar este concepto a personas con discapacidad visual. Yo pienso, ¿cómo el señor Manuel (su profesor de braille) percibe sus sueños? A veces él sueña con olores y eso le evoca recuerdos de antes de perder la vista pero, ¿cómo trabajar conceptos abstractos con personas que no piensan en imágenes (como personas que son ciegas de nacimiento)? Aunque sí perciben sensaciones… Es una investigación en proceso”, reflexiona.

Aunque sus primeras obras para personas con discapacidad visual son en blanco y negro, su meta es trabajar con color.

Sus cinco primeras piezas están hechas en papel cartulina con la técnica de repujado y perforado en papel. Además utilizó pinturas de textura arenosa, botones, monedas y bordado líquido: obras que pueden tocarse.

Cada pieza tiene su descripción en braille y están pensadas para ser exhibidas con visitas guiadas.

Una producción a bajo costo

Ahora bien, normalmente hacer obras en relieve es particularmente costoso porque requiere de materiales específicos como brailon – que es un papel especial -, y una máquina especial para mecanografiar en braille. Esa es una de las razones por las que esta técnica no es tan accesible, al menos para el bolsillo de los artistas.

El desafío es trabajar con materiales que ofrezcan diferentes texturas y relieves, pero que también tengan resistencia al tacto prolongado y al mismo tiempo, mantengan la producción artística a bajo costo.

Por eso, Rojas se planteó la idea de hacer piezas con material reciclable o más económico para abaratar costos de producción sin sacrificar la calidad de las obras en bajo relieve.

A falta de máquina, la escritura en braille y el perforado en papel lo hace a mano, con ayuda de una bandeja de anime, un punzón y una regleta de braille.

“No voy a mentir, es trabajoso”, dice riéndose. “Para hacer la descripción tardé dos horas”, relata.

La lista de materiales a usar también puede cambiar. “He recibido recomendaciones de personas con discapacidad visual que sintieron mis piezas, e incluso me sugieren utilizar otros materiales un poco más resistentes y con mayor relieve, que puedo incorporar, como el acetato”, narra Rojas.

Tres visiones, una vida

Esta pieza, de 40 x 40 cm, narra de forma cronológica el crecimiento de una persona que, al principio, siendo niño, percibe el mundo desde la inocencia, pero luego, a medida que crece, se hace esclavo del sistema y pierde su propia visión, para adoptar una visión adoctrinada, impuesta por la sociedad. Finalmente, la persona envejece y muere siendo esclava del sistema.

Arte  visual para quienes no pueden ver

Con botones te veo, vestida de tiempo

Esta pieza nace de la frase “el tiempo es oro” o “el tiempo es dinero”, y es una crítica directa a la sociedad consumista superficial.

En la obra, una mujer de rostro perforado, vestida con billetes y perseguida por el tiempo – representado en relojes perforados que se ciernen sobre ella en la penumbra -, la artista quiso exponer que, en realidad, todas las personas terminan cambiando su tiempo por dinero.

Descansarás cuando hayas muerto

Es una obra que nace de la frase “ya descansarás cuando mueras”. Retrata al ser humano como esclavo del tiempo que le persigue en una sociedad en la que el valor de las personas está condicionado por su productividad, autoexigencia, y ambición. Lo que el filósofo contemporáneo Byung-Chul Han define como la sociedad del rendimiento.

En la pieza se aprecia un hombre rodeado de relojes, en cuyo rostro se expresa la dualidad entre la vida y la muerte, esta última representada por una moneda en el ojo, que es el pago que requiere el barquero de Hades para trasladar a las personas al mundo de los muertos en la mitología griega.

Descansarás cuando hayas muerto

No te miran, te cosifican

No te miran, te cosifican, es una obra que protesta contra el acoso callejero, o la forma en la que las mujeres son tratadas como objetos o entretenimiento, y son discriminadas en distintos ámbitos sociales.

En la pieza se aprecia una mujer desnuda, atada por lo que la sociedad espera de ella: la imposición de roles de género. “Aunque la cosificación la pueden sentir hombres y mujeres, lo sufrimos más las mujeres, a veces no siento que me miren en realidad”, destaca Rojas.

No te miran, te cosifican

Ciegos que viendo, no ven

Inspirada en la novela de José Saramago, Ensayo sobre la Ceguera, esta obra critica una sociedad poco empática, poco interesada en una realidad diferente a la propia y por lo tanto, carente de inclusión y empatía.

“Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que viendo, no ven”, es la frase de Saramago que marcó el punto de partida de la obra.

“Es una crítica a la sociedad que no quiere ver más allá. Una sociedad egoísta que no le interesa el resto de Venezuela o el mundo, que no es inclusiva, ni tiene presente realidades ajenas a la suya”, reitera la artista.

Ciegos que viendo no ven

Limitaciones impuestas

Históricamente ha habido una brecha en el acceso a información, cultura y arte para personas con discapacidad visual en Venezuela, y en el resto del mundo.

Este es un problema que no es únicamente atribuible a la restricción de acceso – por diversos motivos – a herramientas tecnológicas para hacer del arte en este caso, más accesible. Sino también el hecho de que, durante el diseño de políticas públicas, las necesidades y capacidades de quienes no pueden ver, no están sobre la mesa de toma de decisiones.

A las personas con discapacidad visual se les trata desde el estigma, desde una posición de minusvalía en la que se subestiman sus capacidades intelectuales y autonomía.

“Pienso que son limitaciones que más bien se les impone a las personas con discapacidad visual”, asegura Rojas.

Estas inquietudes ya se la plantearon escritores, filósofos y enciclopedistas de la era de la ilustración, como Denis Diderot y su Carta sobre los ciegos para uso de los que ven (1749) en la que busca caracterizar el mundo a través de personas que carecen de algún sentido; en este caso, la visión.

Esto porque Diderot plantea que la moral, la experiencia, la metafísica y el conocimiento científico derivado de distintas áreas del pensamiento que adopta cualquier persona, depende en gran parte de sus capacidades sensoriales.

Es decir, construir una visión propia del mundo a través de la interacción con el exterior. De ahí la frase: “Si quieres que crea en Dios, tienes que hacérmelo tocar”.

La carta de Diderot estimuló el cambio de paradigma en el que se percibía a las personas con discapacidad visual.

Aunque a lo largo de los años esta perspectiva ha cambiado, aún en el siglo XXI el estigma continúa en distintos ámbitos de la sociedad, y el sector artístico es uno de los menos inclusivos por el predominio de lo visual en las concepciones estéticas convencionales.

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