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Franklin Virgüez: "Al gobierno no le conviene prohibir Simón"

Su interpretación del siniestro coronel Lugo dura apenas 5 minutos, pero es uno de los momentos más descollantes de "Simón", película que se exhibe actualmente en Venezuela con notable éxito de crítica y público

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Simón y Christian McGaffney

Cuando Franklin Virgüez estaba en Ciudad de México participando en la cuarta y quinta temporada de “El Señor de los Cielos”, la narcoserie de Telemundo de gran éxito internacional, fue contactado para hacer una actuación especial en “La tumba”(2015), un corto de 27 minutos, de la novel realizadora venezolana María Eugenia Morón. Narraba la historia real de tres jóvenes que se encuentran detenidos en el lugar al que alude el título, que ha sido calificado como “uno de los centros de tortura del Sebin en Caracas”. Allí el actor venezolano encarnaba a un implacable esbirro, mientras que en la producción de Telemundo interpretó a Carreño Arias, un general venezolano, corrupto y narcotraficante.

Tanto “El Señor de los Cielos” como “La tumba” le resultaron trabajos muy afortunados, ya que fueron su pasaporte para que tiempo después lo seleccionaran para el rol del siniestro coronel Lugo en “Simón”, la película del director venezolano Daniel Vicentini, que con muy buena respuesta de público y crítica se ha exhibido en varios festivales cinematográficos internacionales y actualmente en Venezuela, estrenada hace una semana con todas las funciones a sala llena, al igual que en sus presentaciones promocionales en varios países.

“No tenían en mente a otro actor”

La actuación de Franklin Virgüez en «Simón» dura apenas cinco minutos, pero es tan contundente que se ha erigido como uno de sus más poderosos atractivos. Tanto lo es, que en la pasada edición del Festival de Cine Venezolano en Mérida obtuvo el premio al mejor actor de reparto. En conversación con El Estímulo desde Miami, ciudad donde reside hace más de 20 años, cuenta cómo fue que llegó a interpretar tan exigente rol.

-Diego Vicentini, el director de “Simón”, vio el corto y también al personaje que hice en “El Señor de los Cielos”, del escritor venezolano Luis Zelkowicz, que era el del general Carreño Arias, un narcotraficante. Tiempo después, cuando estaban haciendo el casting de “Simón” me citaron a Coral Gables, donde vive la familia de Vicentini. Llegué a las 8:30 de la noche e hicimos mi presentación. Y terminé saliendo a las 10 de la mañana del día siguiente. Yo traté de diferenciarme de los personajes que había hecho tanto en “El Señor de los Cielos” como en “La tumba”. Hablamos, Vicentini me dio sus impresiones y yo las mías.

Te confieso que siempre cuando hago un casting voy preocupado porque el personaje terminen dándoselo a otro actor, lo cual es natural, pues ese es el sistema de selección que se impone. Pero después supe que Diego estaba más asustado que yo, pensando que no iba a aceptar el papel, ya que no le hicieron casting a nadie más. Él ya tenía pensado ese rol para mí, no tenía en su mente a otro actor que no fuera yo. Claro, uno no sabe esos detalles, sino que lo descubre después.

Allí me reencontré con Christian McGaffney (el protagonista), con quien ya había trabajado en unas lecturas dramatizadas que se hicieron, vía streaming y a distancia, porque era época de pandemia, de la adaptación teatral de la novela de Jonathan Jakubowicz Las aventuras de Juan Planchard. Y antes de eso trabajamos en una de las últimas novelas que se hicieron en Venevisión, llamada “Se solicita príncipe azul”.

-¿Dónde y cómo filmaron?

-El lugar donde filmamos queda en Redland, un sitio aledaño a Homestead, al sur de la península de la Florida, lleno de haciendas y sembradíos. Allí hay una ciudad abandonada, con sus avenidas, señalizaciones y edificios inhabitados de hasta cuatro y cinco pisos, donde en una época se construían los cohetes para la Nasa, en los años del Apolo; inclusive, hay un cohete abandonado dentro de un sótano. En este lugar realmente patético, lleno de filtraciones y mosquitos, se ambientó la sórdida cárcel donde estaban los presos políticos y se recreó casi todo en “Simón”, incluyendo las manifestaciones.

Cuando me tocó a mí estar allí, ya uniformado, dándole un retoque previo a los diálogos, sentado con Diego Vicentini en una mesa, descubrí que es un director muy silencioso, mesurado. Te dice las cosas en un tono calmado, no es uno de esos directores que hablan gritado y dicen “¡Acción!”. Te reitera lo que ya uno ha conversado con él en torno a la escena a filmar y te anexa cosas. En plena filmación se me acercaba y decía: “Necesito que cuando te vengas a sentar en la mesa de interrogatorios te detengas antes en esta línea imaginaria”, y señalaba el piso. No pregunté por qué ni para qué, sino que simplemente me detuve donde me indicó. Después me di cuenta que allí iban a ponerme unos efectos en los ojos con las luces, para crear desde el punto de vista fotográfico un elemento importante, casi siniestro, en el personaje.

Y luego me decía: “Quiero ver en tu cara rechazo, odio, animadversión, asco, pero no puedes mover ni un solo músculo. Necesito que, de adentro hacia afuera, busques algo que te pueda producir esas reacciones”. Y si hay algo a lo que yo le tengo rechazo y asco son las ratas. Sencillamente no las puedo ver. Recuerdo que cuando me fui de Barquisimeto a probar suerte en Caracas, yo vivía en un rancho en Monte Piedad, donde hoy está la estación Caño Amarillo del Metro. Era un cerro inundado de ratas. Cuando iba a bañarme, habían unas tan grandes que parecían conejos, salían del monte y eran una vaina espantosa, me daban unas ganas de vomitar terribles. Le tengo fobia a las ratas. Entonces cuando me tocaba la escena del interrogatorio, en esa cara tan bella de Christian en la cárcel, imaginaba ratas saliendo de su franela y una rata gigantesca se posaba en su cara. A mí esa vaina me produjo de todo.

-Apelaste al Método de Stanislavski…

-¡Claro! Es lo que en el Método de Stanislavski se llama memoria emotiva, buscar los recursos que te produzcan la reacción que deseas conseguir. Eso funciona muy bien. Sobre todo cuando tienes un full close up o un full mega close up, como el que tenía yo en «Simón». Cuando tú ves ese coronel Lugo con aquellas pausas, con aquella tranquilidad, con aquella voz de seguridad y de poder, ahí lo que estamos sintetizando es lo maquiavélico, lo terrible que es la situación que viven los venezolanos en el país. Y más aún los presos políticos.

El coronel Lugo es un tipo que no tiene posición política. Hoy está asesinando estudiantes y escuálidos, como ellos los llaman, pero si mañana tiene que torturar y asesinar a chavistas, maduristas y gente de la tiranía, lo haría. Porque su condición es la de asesinar, matar, torturar, no importándole la posición política. Depende del gobierno que esté. Esa condición es sumamente importante a destacar en el coronel Lugo.

Simón
Franklin Virgüez y Christian McGaffney en una escena crucial

-¿Por qué temía Daniel Vicentini que no fueras a aceptar el papel? ¿Porque tu escena era muy corta?

-(Ríe). Yo no sé, debe ser. Pero cuando leí el guion y de lo que iba la película, me dije: “Yo tengo que estar ahí”. No sabía cómo iba a ser ese personaje, pero había una cantidad de gente de cine importante allí, como Marcel Rasquin, y empecé a googlear buscando referencias del director. Ahí me enteré que Vicentini había hecho un corto sobre el tema de “Simón”, que había estudiado cine en Nueva York y Miami y que contaba alrededor de él con gente de cine experimentada. Por eso llegué a la conclusión de que tenía que estar en esa película.

-¿Cómo recibiste la noticia de tu premio al mejor actor de reparto en el Festival de Cine Venezolano de Mérida?

-Yo estaba durmiendo aquí en Miami. Como a la 1 de la madrugada me llamó Marcela Girón, pues su hija trabaja en la película, es la que hace el papel de la muchacha que necesita la insulina. Eufórica y pegando gritos, Marcela me anunció que me había ganado el premio. Luego me llama Marcel Rasquin para ratificarlo y así todo el mundo después. Nunca había ganado un premio por mis trabajos en cine. Tengo varios de televisión, pero de cine ninguno.

-¿Ni siquiera cuando hiciste “La Casa de Agua” encarnando al poeta Cruz Salmerón Acosta?

-No. Y yo pensé que iba a ganar allí, pero no fue posible, así como tampoco premiaron al director Jacobo Penzo, ni a Doris Wells e Hilda Vera. Imaginábamos que íbamos a ganar algo, pero no sucedió. Apenas obtuve una mención en el Festival de Cine de Nancy, en Francia.

-¿Por qué crees que, contra todo pronóstico, el gobierno no prohibió “Simón”?

-No les conviene. “Simón” se proyecta en época de elecciones, Maduro anda por China buscando dinero para su campaña electoral, para seguir engañando a la gente regalándole cosas como las bolsas Clap. Es absolutamente inconveniente para la tiranía prohibir la película, le interesa tenerla allí para hacer creer que en Venezuela hay libertad de expresión. Pero en otra circunstancias, a la película ni siquiera la dejan ganar en el Festival de Mérida. Las circunstancias actuales los favorecen a ellos teniendo la película en cartelera. Te puedo dar otra versión con la frase: “Vean lo que les va a ocurrir si vuelven las protestas”. Y, por favor, no descartemos ninguna de las dos. Con esta tiranía piensa mal y acertarás.

Simón

-¿Cómo transcurre tu actividad profesional en Miami?

-Hago teatro y participo en castings. Pero aquí en Miami no se está haciendo absolutamente nada. Estamos produciendo cosas para la web. Participo, junto a mis colegas actores Gabriel Coronel y Luciano D’Alessandro, en una serie que producen ellos y que se llama “Protagonistas”, en clave de comedia. Lo que hacemos en lenguaje televisivo es para la web. Por otro lado, estoy escribiendo un libro autobiográfico, donde hablo de mis inicios como fotógrafo en la Torre de la Prensa y mi posterior incursión definitiva en la actuación. Arranca en 1953, año en que nací, hasta el segundo gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez y la posterior decisión de venirme a Estados Unidos. Después vendrá otro libro con la etapa actual del país.

Por otro lado, me voy al gimnasio a las cinco de la mañana, monto bicicleta y hago spinning. Ejercito con pesas en las piernas para fortalecer los músculos. Todos los días entreno, llevo una vida saludable, no fumo, no tomo, no me meto drogas, no me gustan las discotecas, nunca me han gustado. Para mí es un placer acostarme a las 9 de la noche. Estoy tranquilo en mi vida personal y profesional. Existo porque estoy en las redes sociales, hablando de teatro, de música y de cine, además de los mensajes en contra de la dictadura. Ahora no nos llaman actores, sino “influencers”. Detesto ese término, pero es lo que hay.

«Hay que salir a votar»

-¿Cómo llegas a Estados Unidos?

-Me vine por primera vez en el 2000. Estaba contratado por RCTV y me fui a estudiar al instituto de Lee Strasberg. En esa época había mucho trabajo. Hice un cortometraje llamado “Las flores”, trabajé en el Teatro de Repertorio Español y participé en un comercial de Kraft. A partir de allí, el Sindicato de Actores me llamó para afiliarme. Me ofrecieron, sin yo proponérmelo, hablar con la doctora Canero, una abogada venezolana experta en inmigración, para tramitar mi residencia. La llamé y me mando una lista de requisitos, como trabajos realizados, experiencia previa, etc.

Conseguí una carta de recomendación de Luis Sojo, quien para entonces jugaba con los Yankees de Nueva York, que acompañé de una foto suya en el terreno de juego, en una de sus hazañas deportivas. Armamos el legajo y a los seis meses, estando yo de regreso en Caracas, me llaman para una entrevista en Miami con la doctora Canero y poco después asistí a otra en la Embajada de Estados Unidos en Caracas. Pasaron otros seis meses hasta que me dieron los papeles de residencia para mí, mi esposa Dulce y mi hija Jessica.

Relata el actor que al obtener la residencia se fueron a vivir a Nueva York. “Habíamos alquilado un apartamento cuando, una semana después de haber llegado, derrumban las Torres Gemelas. Aquello se convirtió en un caos. No había trabajo en ninguna parte. Llamé a Arquímedes Rivero, que ya estaba en Miami y también a Delia Fiallo. Me dijeron que me fuera para allá. Nos mudamos y comencé a hacer TV en Univisión y Dulce, mi esposa, en Telemundo, como asistente de producción en las telenovelas, hasta que luego se convirtió en productora ejecutiva de Venevisión Productions.

-Yo eventualmente iba a Caracas a hacer telenovelas. Estaba en “Voltea pa’ que te enamores”, hasta que hice la famosa arrodillada rogándole a Chávez en Globovisión que no cerrara Rctv. La situación, con chavistas y no chavistas, se puso tensa conmigo, me pusieron un guardaespaldas, mataron a mi personaje en la novela y luego la cosa en Venezuela fue empeorando. Nos volvimos a Miami y desde entonces no regresé más. Nos hicimos ciudadanos estadounidenses a los cinco años de haber llegado. Tengo 23 años aquí. En México fui a que me renovaran el pasaporte venezolano y me pintaron una paloma en el Consulado. Viajo con pasaporte norteamericano.

-¿Llegaste a pensar, de verdad, que Chávez no cerraría Rctv?

-Yo juraba que Chávez no iba a cerrar el canal, creía que no lo haría. Pero después me convencí de que sí. Leí un libro que se llama “La franquicia cubana”, de Eduardo Hurtado, y me di cuenta de que todo formaba parte de un plan orquestado desde Cuba para silenciar la libertad de expresión. Y fíjate todo lo que ha ocurrido. A los que no se dejaron comprar, los cerraron, los aniquilaron. Con lo único que no han podido es con las redes sociales. Ese acto mío de presentarme en Globovisión y hacer lo que hice, me valió que no regresara más.

-¿Crees que al régimen le queda poco o mucho tiempo?

-Yo seguiré pensando en que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Prefiero pensar así que ponerme a convivir con la tiranía para tener mi peor es nada ahí. Acomodarme haciendo una obrita de teatro por allí y otra por allá, en Caracas, porque ni siquiera al interior te puedes ir. Prefiero actuar como lo estoy haciendo que convivir con la tiranía. Venezuela no se arregló; todo lo contrario, está muy mal. Mientras no haya buenas universidades, liceos y escuelas públicas, mientras no exista un buen sistema educativo ni unas pensiones decentes para los que pasaron toda su vida trabajando honradamente, mientras el país socialmente esté destrozado y la ley permanezca absolutamente al servicio de la tiranía, este país no estará bien.

¿Que Caracas está bien? Díganme qué sector de Caracas. ¿Que el hospital de Los Magallanes de Catia y el de El Llanito están bien? ¿El Pérez Carreño? ¿El Hospital de Niños J.M. de los Ríos? No. Las Mercedes y Los Palos Grandes estarán bien, no así Petare, La Vega y la Cota 905. La gente no está bien, no tiene seguridad, ni comida, no tiene salud. Hay incluso generaciones con una muy mala educación, donde el sueño es ser del Cicpc, ser policía, para tener un arma y una chapa y tener patente de corso para atracar y robar sin que te hagan un carajo. Secuestrar y matraquear es el sueño de muchos en Venezuela. Hay coroneles y militares retirados que se están muriendo de hambre, así como los maestros y las enfermeras.

Cuando tú me preguntas si a la tiranía le queda poco, sí lo creo, sí sueño que le queda poco, porque es lo que tengo para aferrarme. Yo no manejo un arma porque no sé y no quiero hacerlo, manejo redes sociales. Monto videos denunciando la relación Rusia-Venezuela, la relación China-Venezuela, Irán-Venezuela y Cuba-Venezuela. Ahí está el problema. Por eso es que todos mis videos están focalizados hacia esa amenaza de Venezuela. Y me voy a morir probablemente y seguir pensando que sí, que pronto vamos a salir de ellos.

Me he quedado en Estados Unidos haciendo lo que hago. Afortunadamente tengo mi casa. Si el sueño americano es tener una casa propia, pues ya tengo mi sueño americano: mi casa es mía, tengo donde vivir. Y aquí estoy: chambeando, haciendo ejercicios, buscando hacer cosas, mi esposa también. Sobreviviendo bien, tranquilo, sin mucha penuria. Y siempre soñando con un país libre y democrático. En octubre cumplo 70 años y me veo y me siento como un carajito.

-¿Votarás en las elecciones?

-No tenemos otro argumento, otra arma democrática sino las elecciones. Creo en el voto, aunque la tiranía no crea en este recurso, porque ellos son antidemocráticos. Pero no podemos seguir cayendo en la trampa de la abstención, que ha servido para que la tiranía se atornille. Hay que salir a votar masivamente. ¿Que harán trampa? No lo dudemos, la vida de ellos es una trampa. Pero hay que mostrar que existe un fervor en el pueblo venezolano por salir de ellos. Pienso que en estas elecciones muchas cosas buenas van a pasar. En Venezuela hay que tender una salida al perdón, una apertura, un saneamiento, pero los responsables de las masacres tienen que pagarlo.

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