Música

Fallece Seiji Ozawa, aclamado símbolo de la unión musical entre dos mundos

Ozawa dirigió orquestas en Chicago y San Francisco, en Estados Unidos, y Toronto, en Canadá. También trabajó durante 29 años como director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston.

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Seiji Ozawa fallece a los 88 años este 9 de febrero

Elogiado en todo el mundo, el director de orquesta japonés Seiji Ozawa, fallecido a los 88 años, simbolizó a lo largo de una dilatada carrera internacional la unión entre la música de Oriente y de Occidente.

Ozawa falleció el 6 de febrero de una insuficiencia cardíaca en su casa de Tokio, a los 88 años, indicaron los medios japoneses.

Nacido el 1 de septiembre de 1935 de un padre budista y dentista y de una madre católica y pianista, el maestro se mantuvo siempre entre los dos mundos, haciendo de este equilibrio íntimo la clave de su éxito.

En esta foto del 8 de abril de 2013 aparece el maestro japonés Seiji Ozawa durante una visita a la residencia del embajador de Francia en Tokio. (Foto: YOSHIKAZU TSUNO / AFP)

«Los músicos asiáticos cuentan con la técnica y el conocimiento. Pero para tocar música clásica europea, ahí que viajar ahí, para sentirla», explicaba en 2013 desde Tokio en una entrevista con la AFP.

En su adolescencia, el futuro director de orquesta parecía destinado a una carrera de pianista, pero tras romperse dos dedos jugando al rugby, otra de sus pasiones, se decantó por la dirección de orquesta.

«Hasta su cabello dirige»

Director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston durante cerca de treinta años, el maestro de silueta delgada y abundante cabellera, tomó las riendas de la Ópera de Viena en 2002.

Tras sus inicios a los 24 años, sus manos no cesaron nunca de revolotear, desde París a Londres, pasando por Milán o Salzburgo, dirigiendo las obras de Mozart, Mahler, Berlioz o de los compositores franceses contemporáneos Henri Dutilleux u Olivier Messiaen, quien se convirtió en un amigo.

«Todo en él parece dirigir, hasta su cabello», bromeaba Olivier Messiaen.

En la infancia de Ozawa, los sonidos orientales se mezclaron con los cánticos del catecismo.

Sobre esta unión, el director decía: «Mi cuerpo, mi estómago, mi piel, son los de un oriental. Pero mi mente, mi sentimiento por la música, mi sensibilidad musical, son los de un occidental».

Entre los 12 y los 16 años, Seiji Ozawa, tocó el órgano de la misión católica de Tokio, impresionando con su talento a los profesores de la Escuela Toho, donde empezó sus estudios de piano.

Pero su destino de pianista se ve truncado en la adolescencia, cuando se rompe dos dedos en un partido de rugby, despidiéndose definitivamente del teclado.

Bajo el mando de su maestro Hideo Saito, se decantó por los estudios de composición y dirección de orquesta, obteniendo dos primeros premios que le catapultaron al primer plano de la escena musical japonesa.

Descrito en Japón como «el mayor talento del año» en 1958, Ozawa partió al año siguiente a la conquista de Europa, que supuso un punto de inflexión en su carrera.

Influencia de Bernstein y Karajan

Tras dejar Tokio, conoció a algunas de las más grandes estrellas del mundo de la música clásica, incluido el compositor y director Leonard Bernstein, del que fue asistente en la Filarmónica de Nueva York durante la temporada 1961-1962.

El gran director Herbert von Karajan lo contrató igualmente como asistente al año siguiente en la Filarmónica de Berlín.

Ozawa dirigió orquestas en Chicago y San Francisco, en Estados Unidos, y Toronto, en Canadá. También trabajó durante 29 años como director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston, donde un auditorio lleva su nombre.

Después, en 2002 se convirtió en el director titular de la Ópera Estatal de Viena, en Austria, hasta 2010.

Su fantástica memoria, su técnica de batuta y su calma –pues para él, «una orquesta no es un ejército»– le convirtieron en un director apreciado por los músicos.

A pesar de haber disfrutado de una brillante carrera en Occidente, Ozawa nunca perdió de vista sus raíces, fundando la Orquesta Internacional de Saito Kinen en 1984 y un festival en 1992 que es actualmente uno de los eventos de música clásica más importantes de Japón.

El final de su carrera se vio marcado por la enfermedad, incluido un cáncer detectado en 2010.

«La gente piensa que no estoy lejos de la muerte, pero voy a intentar con todas mis fuerzas evitar morirme», bromeaba en 2014, en una de sus últimas apariciones ante la prensa.

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