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La primera dama viste de Chanel

Una cartera de Chanel como la que usó otra primera dama revolucionaria, Cilia Flores, en su reciente viaje a China, cuesta más de cuatro mil dólares.

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Siempre fue contradictorio su afán populista con su amor por el lujo. Dicen que cuando alcanzó el poder reivindicó su origen humilde y las humillaciones a las que fue sometida. Terrible que haya sido humillada por su origen, pero en América Latina abunda ese tipo de humillaciones.

Ella nació en un pueblito del interior de su país. Pobre, muy pobre, a pesar de que su padre era un rico terrateniente que tenía a su familia legítima en la ciudad más importante de la provincia. Cuando murió su papá, ella tenía siete años. La madre se presentó en el entierro con la familia paralela y los botaron a patadas. A pesar de su corta edad, juró que se las cobraría. Y se las cobró.

Comenzó como actriz de segunda. Tenía una bella figura y a los hombres les gustaba. Su golpe de suerte llegó con el militarote. Él tenía aspiraciones políticas y ella no se quedaba atrás. A los veintisiete años tenía el poder en la mano. Se llamaba Eva Duarte de Perón.

Quizás uno de los personajes más paradójicos de la política latinoamericana, Eva Perón convirtió a los pobres en el leit motiv de las campañas políticas de su marido, en el centro de sus discursos y en el motor de su vida. Sin embargo, apenas llegó al poder descubrió lo rico que es ser rica. Atrás quedaron los años de carencias y el mundo estaba a sus pies.

Dicen que su colección de abrigos de piel rondaba el centenar. Los mismo que sus joyas. Cuentan que la alta sociedad bonaerense dejó de asistir al teatro y a actos públicos porque en los entreactos se les acercaba a las señoras y les decía: “con ese aderezo que usted lleva puesto, mis descamisados podrán comer por unos meses. Mañana mando por él”. Pero no lo vendía y a los descamisados no les llegaba nada, porque la joya pasaba a formar parte de su magnífica colección.

Cuando Evita visitó España en 1947 aquello fue una auténtica locura. Franco se esmeró en atenderla y mimarla porque Argentina era una importante aliada en el marco del aislamiento internacional al que estaba sometida España. Entre otras cosas, Franco le regaló una colección de trajes típicos españoles que incluían tocados, prendas y calzados. De eso, nada llegó a los descamisados.

Una vez que otra se asomaba al balcón de la Casa Rosada y lanzaba hacia la muchedumbre abrigos y prendas. Fácil disponer de lo que no es de uno y de lo que uno no se ha ganado trabajando. Pero ni siquiera eso: dicen que los soldados luego los iban a buscar y los compraban por pocos montos.

Christian Dior se prendó de ella. Él, que había vestido a tantas reinas, llegó a decir que “la única reina que había vestido era Eva Perón”. Los trajes se los mandaba en containers que llegaban por barco. Lo mismo hacía Jacques Fath. Tal era la pasión de Evita por la moda que la amortajaron con un traje de Dior.

Durante el mandato de Perón es verdad que subió la inversión social y que la Fundación Eva Perón tuvo logros importantes en las clases más necesitadas. Pero el gasto presidencial también subió como nunca, se robó como nunca, se despojó como nunca. Ese dinero ha podido haberse usado en apalancar a esos pobres para que se convirtieran en clase media. Pero las revoluciones populistas necesitan a los pobres. Y por eso es que el doble discurso indigna tanto.

Una cartera de Chanel como la que usó otra primera dama revolucionaria, Cilia Flores, en su reciente viaje a China, cuesta más de cuatro mil dólares. Si se la regalaron, no ha debido aceptarla: “en mi país hay gente pasando hambre y sin medicinas”. Digo yo, sobre todo pensado en los niños con cáncer. Si la cartera era chimba, era delito usarla. Y si la compró ella, quisiera que me aconsejara cómo se las arregló con el cupo de Cadivi…

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