Espectáculos

Magic Mike: segregación en hilo dental

Además de sus elaboradas coreografías de strippers, la película, protagonizada por un Channing Tatum con la sensibilidad de la jevita de Flashdance, sirve de material sorprendente para el estudio de los tabúes raciales que subsisten en la sociedad estadounidense: el negro no toca a la blanca

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Lo más fácil es decir que Magic Mike XXL es una película fastidiosísima que carece de historia y en la que la esposa de Will Smith hace un papel incomprensible de cuaima-madame más tiesa que pene de mandril en celo. Pero empecemos por lo bueno: las coreografías finales son realmente vibrantes. La segunda parte de la semi-autobiografía del ex stripper Channing Tatum que dirigió el siempre inquieto Steven Soderbergh en 2012 (el mucho más grisáceo Gregory Jacobs tomó el relevo) entra en esa frontera guajira donde se acaba la ficción y fluyen otras energías de motivación que no son exactamente cine.

¿Qué Magic Mike XXL es mala? ¿Y qué importa? Es un fenómeno social, lo que verán todos los papirruquis de gimnasio de Venezuela como modelo aspiracional. Es esa película en la habrá un grupito de coleados que la miran escondidos desde la entrada de la sala cine, y en la que escucharás interjecciones aisladas de hembras, aunque también pudieran ser de machos que se burlan de esas hembras.

Una vez leí que en los clubes de sexo más extremos de Moscú el olor a esperma quedaba flotando en el aire cuando salía el sol, y obviamente eso no sucede en una función de Magic Mike XXL, que es un producto en realidad pacato e inofensivo, más allá de alguna otra nalguita. Pero que tire la primera piedra el que no desee estar ahí en lugar de esos “estríperes” de pectorales de acero (a los que uno jamás verá entrenando, por cierto), el que no salga alborotad@ con un espectáculo no acto para doñas con tremendo verano ni para venezolanos pelabolas, que verán cientos de miles de billeticos de dólares de baja denominación lanzados como papelillo a los contorsionistas sin que nadie se moleste siquiera en recogerlos del piso.

¿En qué película vio usted por primera vez un stripper masculino? De niño, siempre me perturbó mucho A Night in Heaven (1983), que pasaban en RCTV con el título de Yo quiero uno así. Dirigida por John G. Avildsen, el mismo de Rocky y Karate Kid, y con una estética mucho menos anabolizante, mostraba a Christopher Atkins (La laguna azul) como un efebo que le sacudía el cipote a su embobada profesora de bachillerato. En realidad era un filme malísimo y con un final sumamente moralista y castrador. En otra dimensión, por supuesto, se ubicaba la magnífica Full Monty (1998), una deconstrucción recogelatas del exhibicionismo viril.

Sin embargo, en el fondo, las mismas preguntas siguen allí, a pesar de la revolución de la liberación femenina: ¿qué pasa cuando la piel de hombre se convierte en objeto de deseo? ¿Se excita realmente una mujer en un show de strippers, o todo queda en la jodedera? ¿Cuál es la desembocadura para tanta hormona agitada? ¿Qué es lo que hace un stripper con sus sueños de cama? En algún momento de Magic Mike XXL, sus protagonistas se asumen como sanadores, no muy alejados de terapeutas de reiki, receptáculos comprensivos de los desahogos de cincuentonas decepcionadas, divorciadas heridas, solteronas cohibidas y gorditas derrapadas.

Por allí aparece la legendaria Andie MacDowell como lujo para un reparto en el que también pudieron haber entrado Elba Escobar, Gledys Ibarra, Mimí Lazo o Alba Roversi buceando al Coco Sosa y Jean-Paul Leroux. Destacable también la economía de parlamentos del digno stripper viejo que viene de regreso de todo, el astro de lucha libre Kevin Nash.

Magic Mike XXL, por otra parte, es un material inesperado para el estudio de los tabúes raciales que siguen persistiendo en pleno XXI en una sociedad como la estadounidense, a la luz de acontecimientos como los disturbios en Ferguson o el ascenso de Donald Trump.

El papel de Channing Tatum, además de reedición de la jevita de Flashdance con abdominales de cri-cri, es una especie de Michael Jackson en sentido inverso, un “tuky” blanco que, con su permanente gorrita volteada, busca el crossover con el universo afroamericano: nada admiramos tanto como lo que segregamos. Es presentado como chuchería exótica en el esotérico local sureño que preside Jada Pinkett Smith, matrona de un templo perroncho del Shaolín: los blancos no la saben meter. La coreografía final, en la que Tatum comparte en la tarima con un excelso stripper negro arrancado del gueto como pelotero de refuerzo, hubiera sido mucho más interesante y transgresor si ambos bailarines intercambiaran posiciones en el manoseo de la joven rubia intelectual, Zoe (Amber Heard), pero Mike Magic XXL siempre se cuida de que queden bien claros los límites.

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